Miradas cautivas a Europa desde un búnker nuclear

Una veintena de jóvenes resisten el asedio ruso en el campus de la Universidad de Kiev, ahora huérfano de estudiantes.

Aleksei es consolado por Valeria y otro compañero tras conocer la muerte de su padre en combate
Aleksei es consolado por Valeria y otro compañero tras conocer la muerte de su padre en combate
M. A.

La guerra en Ucrania es un pulso entre pasado y futuro. El ayer soviético se enfrenta al hoy y mañana de unos jóvenes que miran a Occidente, no a Oriente, y lo tienen claro para elegir entre Bruselas o Moscú. En los dormitorios de la Universidad de Kiev, una veintena de estudiantes viven desde hace tres semanas en el interior del búnker nuclear construido en 1965, en la época dorada de la URSS.

"Los ingenieros que diseñaron este refugio no podían imaginar que en el futuro serviría para protegernos de las bombas lanzadas por Rusia, inimaginable", dice Ludmila Korshan, licenciada en Químicas que cursaba un posgrado hasta el estallido bélico. Ahora vive pegada a la aplicación Telegram, su principal fuente de información y en la que ha recibido la noticia sobre las conversaciones de paz. "No me fío nada, hay que prepararse para una guerra larga y dura porque los rusos no cumplen su palabra. Ya lo demostraron con los corredores humanitarios, no son de fiar". Los combates han detenido la vida académica en el país. Los estudiantes han escapado de la capital o se han enrolado como voluntarios en el Ejército. El subsuelo de la universidad es un laberinto sellado por una enorme puerta azul de metal. Han preparado una zona de almacén de comida a la entrada, con víveres y agua para un par de meses.

En el pasillo central, colchones de espuma en línea, todos seguidos. Y hay también cuartos en los que han habilitado una zona para proyecciones y una sala de estudio. La idea es resistir hasta el final e intentar seguir con el curso en la medida de lo posible, pero el avance de la contienda impide una concentración mínima. En las paredes han dibujado un gran mapa del país "con todo su territorio, Crimea, Lugansk y Donestk incluidas. No podemos renunciar a un metro de tierra", afirma Ludmila.

Entre Rusia y Ucrania

La mayoría de estos jóvenes provienen del este, de las zonas bajo ocupación rusa. Aleksei y Valeria están abrazados sobre uno de los colchones. Lloran. Aleksei acaba de recibir la peor noticia. Su padre ha muerto en combate en Rubizhne, ciudad de Lugansk tomada por el enemigo. "El ruso es mi lengua materna, yo hablaba en ruso con mi padre y muchos amigos míos eran partidarios de Rusia, pero Putin ha terminado con todo el sentimiento a su favor que podía quedar en Ucrania. Ni los nostálgicos de la URSS aceptan tanta destrucción y muerte", opina Aleksei, a quien le salen las palabras del estómago. El luto le ha llegado a través del mensaje de un vecino. Lleva días intentando hablar con su madre, pero no lo consigue.

Cuatro plantas encima del búnker están los dormitorios. Antes descansaban aquí 800 estudiantes repartidos en habitaciones de tres personas. Ahora los pasillos son una continuación de puertas cerradas. Hasta que llega la 447. Está entreabierta y deja escapar los acordes del 'Money' de Pink Floyd a la guitarra. Oleksandr Pechenkin inunda el espacio con su música. Tiene 20 años, está en el cuarto curso de Geografía y es de Berdansk. "Los rusos llegaron por la fuerza y ahora tienen el control de mi ciudad. El gran problema allí es que están sin gas y sufren cortes de electricidad. Pero, gracias a Dios, mis padres están bien", cuenta el guitarrista, que divide su tiempo entre la música, los estudios y la vigilancia del campus, actividad que desarrolla cuchillo en mano desde que hubo un tiroteo muy próximo.

Otro de los temas que le preocupan es la creciente represión sobre los que salen a protestar en Berdansk contra las fuerzas de ocupación. "Cada vez se están poniendo más duros y no tardarán en abrir fuego".

"No a un dictador"

Oleksandr piensa que lo que hace Putin "no tiene nada de liberación y sí mucho de imperialismo". Asegura que "los jóvenes de Ucrania miramos ahora a Europa, queremos democracia, libertad, no estar a la sombra de un dictador eterno". En un folio tiene la palabra 'believe' (cree), en otra pequeña pizarra está escrito en ucraniano "Putin tonto" y en la pared principal hay un enorme mapa de la vieja Unión Soviética. "La distancia entre Kiev y Moscú es de apenas 800 kilómetros, son ciudades hermanas. ¿Por qué está haciendo esto?", se pregunta el veinteañero, sin dejar de puntear la guitarra.

De su cuarto al búnker nuclear y de allí a su cuarto. Esta es ahora su vida, como la del puñado de compañeros que resisten en un campus huérfano de estudiantes. Cuatro plantas separan el refugio soviético de la habitación en la que toca Pink Floyd y sueña con un futuro sin guerra.

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