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Vida pospandémica con más de 80 años: "Hay que olvidarse de que eres viejo"

Los mayores son uno de los sectores de la población que más han sufrido la crisis sanitaria del coronavirus.
El escritor Leopoldo Abadía, Amelia Agulló y Enrique Serrano relatan cómo la están afrontando.

Leopoldo Abadía en su casa de Barcelona, este viernes.
El profesor y escritor aragonés Leopoldo Abadía en su casa de Barcelona.
L. A.

"Pero este, ¿qué dice?". Es la pregunta que perplejo se hizo el profesor y escritor aragonés Leopoldo Abadía cuando la mañana del 13 de marzo de 2020, mientras estaba plácidamente desayunando y leyendo el periódico en una cafetería de Barcelona (donde está afincado desde hace años), le llamó uno de sus hijos para preguntarle dónde estaba y mandarle "inmediatamente" de vuelta a casa. "Me echó del bar; me fui a mi domicilio y no salí", rememora. Al día siguiente, el Gobierno español aprobaba declarar el estado de alarma para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por la covid-19.

Camino de dos años después, la vida de los españoles se ha tenido que ir adaptando a marchas forzadas a la evolución del virus, siendo los mayores uno de los sectores de la población más afectados. "Media docena de íntimos amigos míos se han muerto en la primera ola; te deja bastante tocado. Gracias a Dios mi mujer y yo no hemos sido contagiados; a ver si acabamos así, somos los más vulnerables", afirma Abadía, al que no le falta vitalidad con 88 años. Durante el confinamiento llegó a grabar (todas las tardes) con su mujer 71 vídeos "para animar al personal" -los compartieron con unos 200 amigos (algunos en destinos tan distantes como Nueva York o Dublín)- y en la actualidad escribe dos artículos a la semana para medios de comunicación nacionales y está embarcado en un nuevo libro (hará el número 13) del que no suelta prenda. "Lo estoy escribiendo con mi amigo Toni Segarra (publicista catalán)", es lo único que avanza.

Este profesor (doctor ingeniero industrial) asegura sentirse un "privilegiado" porque ha continuado haciendo una vida 'normal' (con la salvedad de la prohibición inicial a salir a la calle) y responde con un rotundo 'sí' cuando se le pregunta si hay vida pospandémica para quienes tienen más de 80 años. "Con covid y sin covid, la gente de mi edad no podemos ser viejos. Todos tenemos una responsabilidad de hacer la vida feliz a los demás y hay que tener una actitud de olvidarse de que eres viejo", apunta Abadía, quien considera "una tontada" la frase tan manida de que vamos a salir reforzados de esta crisis sanitaria. "Creo que vamos a salir, punto. Que ya vale. Y no estemos todo el día hablando del coronavirus, al final nos volveremos locos. Yo cuando enciendo la tele, evito toda esa parte. No la pongo. ¿Para qué? Son cosas que no puedo arreglar", dice.

No obstante, no todas las personas mayores han respondido de la misma forma: algunas se han recluido más en casa por miedo a un contagio o a otras les ha invadido la tristeza al no vislumbrar el final. También han dejado de viajar; de hecho, los viajes del Imserso están parados en Aragón tras la irrupción de ómicron, tal y como señala Jorge Moncada, presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de la Comunidad. "A mitad de diciembre hubo movimiento, se hicieron reservas y había disponibilidad para todos los sitios. Con la Navidad y la nueva variante fue un parón de reservas en general, aunque lo contratado no se canceló", informa Moncada, que advierte de que a los octogenarios les gusta hacer turismo. "Yo todos los años organizo (con su agencia Viajes Área) un grupo que tocan los 80 y más. Es el único viaje al que les acompaño; les da confianza", señala.

"Todo el mundo se ha quedado un poco tocado, sobre todo por la falta de socialización"
Amelia Agulló, de 86 años, en su domicilio de Zaragoza.
Amelia Agulló, de 86 años, en su domicilio de Zaragoza.
A. A.

A Amelia Agulló, de 86 años, la pandemia le ha hecho reconocer que somos muy vulnerables ("nos creíamos dioses y no somos nada; un bichito nos ha hecho la puñeta a todo el mundo", subraya) y considera que lo primero que deberíamos aprender de ella es a ser disciplinados y muy solidarios con los demás. "La gente se cree que con que no se contiagen no contagian a los otros. Como sociedad creo que está destruida; veo una agresividad tremenda. Hay miedo a tener que decir a la gente que, por favor, se pongan la mascarilla, no sabes cómo te van a responder. Me duele porque va en contra de mis principios ya que con educación se puede decir todo", se queja.

Agulló trabajó toda su vida en el ámbito sanitario (en la UCI de Infantil en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza) y desde hace años es la secretaria del Club cultural 33, formado en 1986. Ahora está cerrado desde las fiestas navideñas tras los numerosos casos de ómicron, pero ella sigue editando desde casa la revista que se publica cada trimestre. "Haber paralizado mi actividad cultural supuso mucho; no he vuelto a las bibliotecas o a nada que sea público. Gracias a Dios edito la publicación y también escribo relatos cortos de literatura poética; siempre estoy en activo. Es un club de la tercera edad para la tercera edad y donde gente de la Universidad viene a dar conferencias a los mayores. En el momento en que Sanidad nos diga, lo volveremos a abrir: la gente lo necesita", destaca.

A ella la covid le ha dejado "un poco tocada" anímicamente porque en muchas ocasiones, cuenta, ha necesitado el abrazo de sus hijos y no lo ha podido tener. "La relación con la familia se ha tenido que restringir, como le ha pasado a todo ciudadano. Los nietos te quieren ver y no los tienes, has estado enferma y la visita ha sido la justa.... Todo el mundo se ha quedado un poco tocado, sobre todo por la falta de socialización. A nuestra edad la gente necesita comunicarse, es lo vital. Lo digo con la experiencia de mi club. Pero se puede levantar el ánimo si tienes fuerza de voluntad y no te dejas caer", indica con optimismo. Su filosofia: aprovechar la vida al máximo. "Cada día tengo que dar gracias a la vida. Cuando tengo mis trastornos digo: 'Ojo, que hoy puede ser el último".

"La covid nos ha quitado dos años de vida"
Enrique Serrano en el Centro de Día Parque Delicias en Zaragoza.
Enrique Serrano en el Centro de Día Parque Delicias en Zaragoza.
Heraldo.es

A Enrique Serrano, de 81 años, el virus también le ha limitado sus actividades, que, por cierto, no son pocas como persona activa que es (practica el senderismo, participa en una rondalla de guitarra y jotas...). "De niño ya no paraba. Soy miembro del Consejo Aragonés de las Personas Mayores (Coapema) y socio del Centro de Día Parque Delicias en Zaragoza. Ahora es cuando empieza a moverse un poco todo. La covid nos ha quitado dos años de vida y varios amigos han caído", se lamenta.

Asimismo, reconoce que está bien de salud ("sin profundizar mucho", dice entre risas) y que la pandemia la ha llevado mal. "Cambia la vida. Por ejemplo, me gustaba ir al cine y ya no voy. Aunque no he tenido miedo, si lo tienes no sales de casa. Vivo solo, pero no estoy solo. He llevado a rajatabla lo que dice el Ministerio de Sanidad: me he puesto las tres vacunas, guardo la distancia física y me cambio de mascarilla a diario; y hasta ahora no me he contagiado", apunta este aragonés, que hasta que se jubiló tuvo un pequeño taller en el centro de Zaragoza en el que trabajaba como electricista del automóvil.

A Serrano le gustaría que el virus pasara lo antes posible y que, si ha venido para quedarse, sea como una gripe estacional. "Ojalá pudiese ordenar que desapareciera, pero ha sido así y hay que afrontarlo como viene. Esto es un mal que nos ha caído", concluye.

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