crecida del ebro

El alivio de la Ribera Alta: el cordón de seguridad se levanta al paso de San Nicasio

Los pueblos aguas arriba de Zaragoza celebran haber salvado los cascos urbanos y piden que se aprendan las lecciones que vuelve a dejar la crecida del Ebro.

Angelines Lerín, en la ventana de su cocina en Novillas, a escasos metros de donde se ha quedado el río.
Angelines Lerín, en la ventana de su cocina en Novillas, a escasos metros de donde se ha quedado el río.
Vitrián

Los vecinos de Novillas han sacado este martes a San Nicasio en procesión. La imagen del santo ha recorrido, entre otras, la calle Aladrén, que hacía solo unas horas estaba cortada por una furgoneta de la Guardia Civil ante la amenaza de la riada. La celebración ha sido doble. Por un lado, se han lanzado cohetes y han sonado las campanas en honor al patrón de la localidad en su día grande, 14 de diciembre; pero, además, también se ha festejado que el nuevo envite del Ebro no ha tenido las consecuencias que se temían.

Mientras la procesión continuaba su marcha, varios vecinos de la zona más cercana al cauce trataban de devolver la normalidad a sus casas. El domingo por la tarde fueron desalojados y tuvieron que subir a las partes más altas las cosas de valor, electrodomésticos incluidos. Este lunes pudieron volver, así que ahora toca colocar de nuevo todo en su sitio, con el agua aún a las puertas de sus viviendas, pero con la tranquilidad que da saber que el Ebro, por fin, va de bajada.

Procesión de San Nicasio, este martes de Novillas.
Procesión de San Nicasio, este martes de Novillas.
Vitrián

Rania Akif señalaba que aún tiene todo “patas arriba”. “Metimos todos los muebles en un garaje de una vecina, pero el horno y la cocina los subimos arriba. A ver si los bajo y puedo hacer aunque sea unos huevos fritos...”, contaba. La noche del domingo la pasó con su hijo en casa de una amiga, con sensación de “miedo” y de “depresión”. “Esto es la naturaleza, nadie puede contra ella, pero se pasa con mucha angustia”, reflejaba. Eso sí, este año al menos no han tenido que sacar el agua de casa. “En 2015 me llegaba por aquí cuando pude entrar”, contaba señalándose la pierna un palmo por encima de la rodilla.

Un poco más abajo, Angelines Irún hacía la comida. Lo hacía con la tranquilidad de ver su casa seca, pero con la preocupación de que “ahora tenemos que estar siempre con el chip alerta”. “Ahora siempre tenemos que estar preparados, porque ya no sabes cuánto tardará en volver. Antes era cada 30 años, luego cada diez… ahora ya cada cinco”, contaba. Ella vive en esa casa desde que nació, hace 70 años, y le ha entrado agua “tres veces”, pero todas ellas en riadas relativamente recientes. Esta vez han librado, pero se toman la riada de 2021 como “un nuevo aviso” que les lanza el río.

Aguas abajo, aunque en la margen contraria del río, en Pradilla de Ebro la sensación también era de alivio. El medidor que el lunes rozaba los 8 metros de altura del nivel del río ya estaba por los 6,60 en la mañana de este martes. De la hoguera con la que se calentaron los vecinos que hicieron guardia por la noche (casi todos) ya no quedaban ni las cenizas.

José Alcusón, junto a la mota de Pradilla de Ebro.
José Alcusón, junto a la mota de Pradilla de Ebro.
Vitrián

Poco antes de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se presentara en el pueblo, sus vecinos se confesaban “mucho más tranquilos”, como señalaba José Alcusón. “El nivel baja despacio, pero esto ya es otra cosa. Hemos vivido todos estos días con mucha incertidumbre, porque se decía que la riada venía muy gorda y viendo lo que pasó en 2015...”, añadía. El desalojo del pueblo estuvo preparado, y poco falto para que llegara a ejecutarse. Sin embargo, las potentes motas y las pruebas que se han hecho para aliviar el agua parecen haber funcionado. “Esto se tiene que mantener y ampliar para futuras ocasiones”, señalaba este vecino. Su primo, Santiago Alcusón, también en la zona, coincidía en “los nervios” que se habían vivido. “Y eso que estamos acostumbrados… Pero por la noche aquí no durmió nadie, no había manera”, señalaba.

Los cascos urbanos se han salvado esta vez. No lo han hecho, en cambio, los campos, con miles de hectáreas anegadas a la espera aún de evaluación. En el caso de las explotaciones ganaderas, la mayoría también ha conseguido salvar sus explotaciones. En Novillas, el ganadero David Alcalde, que durante varias horas pensó que había perdido a cientos de sus ovejas, pudo entrar a darles de comer con el alivio de saber que todas estaban bien.

En esta granja de Remolinos utilizaron la medida más alta de la crecida del Ebro en el 2015 para levantar un terraplén y así, salvar a los animales.

En Remolinos, Rubén Muñoz también respiraba aliviado por sus 1.500 cabezas de ganado, principalmente vacas. En 2015 perdió a 350 de ellas, ya que el agua entró más de un metro de agua en su explotación. Este año ha podido mantenerlas a salvo gracias a una mota que levantó él mismo, y por la que fue sancionado por la CHE “con 10.000 euros y la obligación de quitarla”. Sin embargo, él desobedeció y la dejó: “Si la quitamos, se me ahogan todas sus vacas y desaparecemos de aquí”, criticaba.

Muñoz, que lleva 35 años a orillas del Ebro, apuntaba que hasta 2003 “nunca había entrado agua, ni con mota ni sin mota”. “Si no limpian los ríos, los pueblos vamos a desaparecer. Antes se sacaba la madera del cauce, se limpiaba con respeto y estaban los ríos limpios. Ahora todo tan lleno de islotes que ya ni se sabe por dónde va el río. Cada vez hay que hacer más altos los terraplenes para que no entre agua”, apuntaba.

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