San Pedro de Siresa, la cuna más desconocida de Aragón

En este hermoso templo prerrománico, situado en el municipio de Hecho, se fraguó la historia de esta tierra antes de que se constituyera en reino; su sobriedad no hace sino realzar la belleza que atesora.

Siresa, en 'Aragón es extraordinario'
Esplendor en la sencillez; interior de la iglesia del monasterio de San Pedro de Siresa
Laura Uranga

Gema Fondevila es guía turística en todo el municipio Hecho. En su programa de visitas se halla una auténtica joya patrimonial del Pirineo, la iglesia del Monasterio de San Pedro de Siresa (dos kilómetros al norte de la cabecera del municipio, en dirección Selva de Oza) desde hace unos cuantos años. "Donde ahora están las casas del pueblo de Siresa estaban antes el claustro, los dormitorios, la biblioteca… una historia cuyo estudio ha sido siempre controvertido. De hecho, al principio se analizaron las características del templo y se tendía a situarlo en el románico, en el siglo XI; las ventanas son en arco de medio punto, típico del estilo, y el techo de la nave principal es de bóveda de medio cañón, y además presenta planta de cruz latina".

Sin embargo, había expertos en desacuerdo, sobre todo por dos rasgos del románico que no se cumplen en esta iglesia. "En primer lugar, es muy grande para lo que se estilaba en la época; además, como la gente era analfabeta, los monjes se servían de pintura en ábsides y paredes, amén de muchas esculturas, para enseñar a la gente, y aquí no hay nada de eso", apunta Gema.

Pruebas documentales

Unos legajos llegados desde Córdoba arrojaron luz a la incógnita. "San Eulogio, mártir cordobés, trataba de pasar la frontera por aquí para buscar a sus dos hermanos en la zona de Baviera; se alojó en diferentes monasterios en el camino, y cuando regresó a Córdoba escribió a los diferentes abades para agradecerles el trato recibido. Siresa recibió la suya, la misiva se conserva y por eso sabemos que el monasterio existía a principios del siglo IX; se piensa que correspondía al arte carolingio, un prerrománico, y que el monasterio pudo ser un referente a nivel europeo, con una población de hasta 150 monjes y una biblioteca impresionante. Los aragoneses se sorprenden mucho de la importancia que tuvo en la historia de esta tierra".

En Siresa se reivindica la plaza como sede de los orígenes de Aragón. "Fue condado 200 años antes de ser reino, hay que recordarlo -apunta Gema- y como tal nació en estos valles. Tras estos inicios tan potentes, llega una fecha que cambia todo: el año 932, con la llegada del caudillo árabe Almanzor, que destruyó Siresa y buena parte del valle en una de sus ‘razzias’. Había que reconstruir el monasterio, que ya no tuvo el grado de esplendor de sus inicios; de hecho, en un documento del siglo XIII se revela que la iglesia sigue en un estado semirruinoso. En ese siglo, los obispos de Huesca enviaron una ayuda económica para fines reconstructivos, y se cree que fue entonces cuando pudo llegar una de las joyas que conserva la iglesia: el cristo de Siresa".

Una figura distinta

El cristo, con más de dos metros de altura y hecho en madera de nogal, lleva muy poco tiempo de vida pública. "Se encontró hace apenas 25 años -aclara Gema- en el transcurso de unas excavaciones en el absidiolo sur. Se toparon en el suelo con una especie de nicho, y ahí estaba el cristo, al que se le habían cortado los brazos para que cupiese; al colgarlo de la pared, se volvieron a colocar, claro. Ese nicho pudo hacerse en la guerra de la Independencia, cuando los franceses arrasaron muchos pueblos y saqueando iglesias; lo colocaron ubicado al sur, donde menos humedades iba a sufrir, y quizá por eso conserva la policromía original. Fue un albañil quien lo encontró al levantar la losa que le tapaba la cara; se dio un susto inmenso".

El cristo tiene muchas peculiaridades. "Para empezar, los pies separados, rasgo típico de los cristos de cuatro puntas. Además, se cree que procede de la transición del románico al gótico, porque tiene detallismo en el esternón, las costillas o los rizos de la barba. El paño de pureza que exhibe, de hecho, es típico de la segunda mitad del siglo XIII, con una sola rodilla al aire. Y no es una crucifixión, sino un descendimiento de la cruz, con el brazo derecho doblado. Además, en estos años se tallaban escenas completas, con José de Arimatea, San Juan, la Virgen… no hay que descartar que aparezcan un día, aunque también existe constancia documental de un incendio en la sacristía en el siglo XIV, que pudo hacer desaparecer estas figuras. Hay otros cristos similares, como el de Asín de Broto o el que quemaron en Benasque justo antes de la Guerra Civil, o el de Mig Arán en Viella".

Siresa y su historia contada sin estridencias

La leyenda del Grial

Gema hace referencia a la estancia del icónico cáliz en Siresa. "El Grial ha estado por todo el mundo; de hecho, hay documentados unos 250 de ellos -bromea- y no se sabe cuál es el auténtico, aunque hay favoritos para ese título. Uno de esos favoritos es el que se conserva en la catedral de Valencia, que es el mismo que estuvo por aquí. Se cuenta que en el siglo III, con el inicio de la persecución a los cristianos en Roma, el papa pidió a su tesorero que pusiera a buen recaudo las posesiones de la iglesia".

Ese puesto estaba ocupado entonces por San Lorenzo, oscense, que se lo llevó a casa de sus padres. En esa casa estuvo guardado más de tres siglos, hasta la llegada de los musulmanes, que obligaron a un nuevo escondrijo. Los obispos subieron a la montaña, y lo fueron moviendo: Yebra de Basa, San Adrián de Sasabe en Borau, la catedral de Jaca, el pueblo de Bailo y aquí en Siresa.

Cuando un objeto así se guarda mucho tiempo en un sitio, se le atribuyen normalmente propiedades mágicas. Siresa no fue una excepción, y Gema guarda para los visitantes un relato de película que tiene incluso una sorpresa final. Hasta aquí podemos leer: no procede el ‘spoiler’.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es Extraordinario'.

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