Tercer Milenio

Ciencia ciudadana

Ruidos, contaminación, accesibilidad... en mapas hechos entre todos

Solemos mirar un mapa cuando nos vamos lejos, pero hay otros mapas de lo cercano, construidos colaborativamente, que ubican problemas o trazan rutas accesibles.

La planta de fresa que cuida desde Navidad Ana Estévez ha servido de biosensor para trazar el mapa de la contaminación en el proyecto Vigilantes del Aire.
La planta de fresa que cuida desde Navidad Ana Estévez ha servido de biosensor para trazar el mapa de la contaminación en el proyecto Vigilantes del Aire.
Toni Galán

Le buscaron un buen sitio en su balcón, la regaron, observaron día a día cómo crecía, cuidaron de ella en sus casas durante meses. Hoy, una hoja de esa plantita de fresa se encuentran en el Laboratorio de Paleomagnetismo de la Universidad de Burgos. El balcón, la maceta, la planta y cuidadores como Ana Estévez se han convertido en Vigilantes del Aire, un proyecto que encara su recta final con el objetivo de elaborar un mapa de la calidad del aire en España, empleando plantas de fresa como estaciones de medida de la contaminación ambiental. La Fundación Ibercivis, junto a 17 embajadores, repartió 5.700 plantas y ha recibido muestras de las plantas que cuidaron en sus ventanas 2.700 voluntarios.

Nuestra hoja llegó hasta los investigadores por correo postal. En el laboratorio burgalés, un equipo científico del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) analiza la acumulación de metales en la superficie de las hojas. Deliberadamente, se ha evitado la intermediación de la tecnología que, por razones de edad, nivel económico o educativo, cobertura del lugar de residencia... puede alejar a ciertos públicos que un proyecto como este incluye. Porque está al alcance de todos "llevarse a casa una maceta de planta de fresa y colaborar con la ciencia solo con cuidarla, un formato atractivo y sencillo", indica Mari Carmen Ibáñez, coordinadora de Vigilantes del Aire. "Quisimos romper esa tendencia que deja apartados de la ciencia a ciertos sectores de la población y que colaborar en la captación de datos fuera muy fácil, muy humano, regando y cuidando una planta". Con la ayuda de la API de Google Maps, cada dato –cada planta– se georreferenciará para dar lugar al mapa de la contaminación del aire por metales pesados. Creado gracias a la colaboración ciudadana. Así, sobre un mapa colaborativo, hecho entre todos, acaban cada vez más proyectos de ciencia ciudadana.

Los expertos hablan de "efervescencia geográfica", facilitada por las nuevas tecnologías. Pero, allá por 1835 y sin saberlo, fueron pioneros de la ciencia ciudadana miles de oficiales de astilleros, marineros, capitanes de puerto, personas que confeccionaban tablas de las mareas locales, topógrafos costeros, militares profesionales y observadores aficionados que, en dos semanas, reunieron casi un millón de observaciones y dieron lugar a un mapa de las mareas del Atlántico.

Geoinquietos

 Porque, ayer y también hoy en día, "parece que hay mapas para todo, pero no es así". Lo dice Miguel Sevilla, investigador del IPE e integrante del grupo de Mapeado Colaborativo-Geoinquietos Zaragoza. Por eso sus inquietudes les llevan a impulsar "mapas que puedan servir a colectivos desfavorecidos, ya sean personas con movilidad reducida o áreas que no tienen una cartografía básica asequible, para facilitar la llegada de ayuda humanitaria en países desfavorecidos". Son conscientes de que "la cartografía y los mapas que se consumen de forma masiva están en manos de unas pocas y grandes compañías tecnológicas (pensemos en Google Maps). Estos mapas responden al mercado, a las actividades lucrativas y, lo que es peor, los datos que suministran, aunque pueden parecer de libre uso, son privados, tienen copyright y no pueden usarse fuera de los términos cerrados de su licencia".

Open Street Map, una base de datos espacial colaborativa, la ‘Wikipedia de los mapas’, es la mayor plataforma cartográfica global de licencia libre. En la pandemia, la comunidad de Open Street Map ha trabajado en etiquetar voluntariamente comercios esenciales y en la inclusión de horarios durante los confinamientos.

Un milhojas

En el grupo de Estudios en Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza escriben que, realmente, "todo el mundo controla su propio entorno y es experto en geografía en la medida en que esta es su escenario de vida y necesita conocerlo para desenvolverse". El catedrático Ángel Pueyo explica que ahora se aborda el estudio del territorio de forma flexidimensional, "porque cada uno tiene su propia vivencia de la realidad y hace que vivamos como en un milhojas de realidades que conviven sobre el mismo espacio, y tenemos que ser sensibles a esa realidad múltiple y compleja". Expresar en los mapas esa superposición "es lo más interesante que tenemos que abordar desde la academia, los gestores públicos y la ciudadanía".

Hemos cambiado muy rápido, la sociedad vive simultáneamente en el mundo físico y digital, y surge una neogeografía "que rompe los principios clásicos de la geografía académica para incorporar a los propios ciudadanos, que nos ayudan a construir el espacio geográfico", asegura. El Ayuntamiento de Zaragoza, en colaboración con la cátedra de Territorio, Sociedad y Visualización Geográfica de Unizar que dirige Pueyo, acaba de lanzar la herramienta ‘Mis mapas, mis datos’, que permitirá crear, analizar y compartir datos geográficos. En su opinión, los mapas colaborativos son actualmente "una tendencia a nivel global, la interacción con la ciudadanía resulta útil en los procesos de gobernanza". En Londres, Mapping for Change trabajó con los residentes para medir y mapear la contaminación del aire y las medidas adoptadas convirtieron la zona en un barrio de baja emisión.

Enrique Torres mide el ruido del tráfico en el centro de Zaragoza.
Enrique Torres mide el ruido del tráfico en el centro de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Un ruidómetro en tu propio móvil

Muy pronto, a mediados de julio, estará disponible en Android una 'app' con la que los propios ciudadanos podrán medir los niveles de contaminación acústica que sufre el casco urbano e ir creando el mapa de la contaminación acústica de Zaragoza. "Ninguna otra 'app' hace algo parecido, miden el ruido pero no lo incluyen en un mapa, que es lo que te visualiza el problema", destaca Enrique Torres, profesor de Informática de la Universidad de Zaragoza que, junto al estudiante Lorién López, ha desarrollado la aplicación móvil Ruidómetro

Un medidor autónomo puede saber el nivel de ruido en un punto concreto, pero difícilmente puede determinar la fuente (obras, ocio, tráfico, etc). "Mediante la toma de muestras por ciudadanos, se puede etiquetar la fuente de ruido –indica Torres–. Todos llevamos un teléfono móvil en el bolsillo, por lo que "se logra llegar a tener muchas más medidas y desde muchos más sitios. Al ser los ciudadanos preocupados por la contaminación acústica quienes reportan las métricas, es posible saber el nivel de concienciación y preocupación sobre este gran problema". 

En los últimos meses, no paran de recibir consultas en su web "de gente preocupada: muchos vecinos ahora tienen una terraza justo bajo su ventana que antes no tenían, ¿podré abrir por la noche?, nos dicen". A esta circunstancia posconfinamiento, hay que añadir los habituales ruidos asociados al tráfico y las obras.

Poder etiquetar la fuente y nivel de ruido "les permitirá plasmar su preocupación y ver que no están solos", señala el creador del Ruidómetro, convencido de que, "gracias a las métricas, hacemos las ciudades un poco más inteligentes". Con toda esta información agregada, "se elabora un mapa de zonas problemáticas y sus causas, porque normalmente quien sube métricas es quien se queja del ruido. Conociendo el problema se puede llegar a actuar y hacerlas un poco más habitables". Subir métricas es totalmente anónimo, incluso "la posición GPS es ligeramente alterada para que no se pueda determinar el sitio exacto desde donde se reportó".

Tras unos cuantos meses parado, este proyecto de ciencia ciudadana, impulsado por el Ayuntamiento y la Fundación Ibercivis, se ha reactivado al ver que la vuelta del ocio está disparando el interés por el ruido urbano. Ahora siguen trabajando en su mejora, principalmente "pensando en la eficiencia sin hay muchas personas usando un mapa a la vez", y en la 'app' para iOS. También quieren que los datos recogidos se puedan descargar en crudo para poder explotarlos científicamente.

Se puede participar mapeando olores a través de la ‘app’ Odour Collect.
Se puede participar mapeando olores a través de la ‘app’ Odour Collect.
Science for change

Un mapa que cuenta cómo huele el mundo

Cada uno de nosotros está equipada con el mejor sensor que existe para detectar olores: nuestra propia nariz y, "después de muchos años de experiencia utilizando metodologías tradicionales para la cuantificación de la contaminación por olor –sensoriales usando personal entrenado o realizando mediciones instrumentales relacionadas con análisis químicos en laboratorio o con sensores–", Rosa Arias observó que "estas metodologías no tenían en cuenta el verdadero impacto en la ciudadanía y que la ciencia ciudadana podría ser muy útil en este campo". Así surgió la idea de la ‘app’ Odour Collect, con la que las personas pueden identificar y describir olores de forma intuitiva y participativa, cocreando mapas de olor colaborativos.

Solo quedan tres meses para que termine el proyecto europeo D-Noses de la Fundación Ibercivis que coordina Arias y que, con los datos enviados por la gente, está dibujando el mapa mundial del olor. "En estos momentos, tenemos cerca de 10.000 observaciones de olor en la ‘app’ Odour Collect y más de 1.400 usuarios", contabiliza. Pese a que la mayoría de las observaciones se centran en los diez pilotos del proyecto –en siete países europeos, Chile y Uganda–, hay observaciones en los cinco continentes. "Incluso tenemos un par en la Antártida", dice la ingeniera química.

Están "muy contentas con los resultados que hemos obtenido, ya que coinciden con los estudios tradicionales de olor, cosa que valida nuestra metodología". Ahora mismo, trabajan en la creación de un estándar a nivel nacional para la monitorización de la contaminación por olor mediante ciencia ciudadana, "que será el primer estándar técnico con el concepto ‘ciencia ciudadana’ en su título".

Para Rosa Arias, que es también fundadora y CEO de Science for Change, la colaboración ciudadana tiene mucho que aportar porque "la contaminación por olor es un problema de tipo local que afecta especialmente a las comunidades cercanas a una industria o actividad emisora". Por eso, "obtener datos directamente desde el punto de vista de las personas afectadas, del receptor de esta contaminación por olor, permite cuantificar y poner sobre el mapa el verdadero impacto que tienen estas actividades, a la vez que se monitoriza y objetiva el problema". 

Además, D-Noses se propone situar la contaminación por olor en el debate público "y los mapas colaborativos pueden ser una pieza clave para ello", asegura Arias. "Queremos demostrar entre todos el problema y promover nuevas regulaciones que protejan a la ciudadanía afectada, ya que en nuestro país este tipo de contaminación no está regulada". 

Proyecto sobre calidad del agua #RíosCiudadanos, el primero en utilizar ‘CitMApp’
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Cómo añadir un mapeado a tu proyecto

Cada vez más proyectos de ciencia ciudadana están vinculados a la toma de datos sobre el terreno, sobre un punto geográfico concreto. Algunos desarrollan aplicaciones específicas para que los voluntarios las instalen en sus teléfonos móviles, así que si uno participa en varios, debe descargarse varias 'apps'. ¿Por qué no crear una plataforma común que facilite la recogida de datos georreferenciados para varios proyectos de ciencia ciudadana? Desde el colectivo Mapeado colaborativo-Geoinquietos Zaragoza, junto con la Fundación Ibercivis, han creado ‘CitMApp’, una aplicación para dispositivos Android, libre y de código abierto que permite la recogida de datos en tiempo real y favorece la puesta en marcha de análisis científicos para proyectos de ciencia ciudadana. Así, es el ciudadano quién puede crear rápida y fácilmente su propio proyecto de ciencia ciudadana y hacer mapeado de lo que le interese. El proyecto sobre calidad del agua #RíosCiudadanos de IPE-CSIC ha sido el primero en utilizar ‘CitMApp’

Mapa de probabilidad de que existan residuos bajo las zonas construidas actuales.
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Tras la huella industrial de un barrio

Vecinos de La Almozara que conocieron el origen industrial del barrio y vieron cómo se transformaba, cómo desaparecían los hornos de sulfúrico y se creaban zonas verdes en lo que habían sido paisajes industriales, se unieron hace tres años en el proyecto ‘Conociendo la herencia de contaminación ambiental de La Almozara’. Promovido por las asociaciones vecinales Ebro y Aljafería, su objetivo era conocer hasta qué punto persisten los desechos contaminantes, analizar cómo han interaccionado con los suelos naturales del barrio y si han provocado su contaminación. Colaborativamente, realizaron inspecciones visuales en busca de las huellas granates de los residuos, tomaron y analizaron muestras, en colaboración con geólogos profesionales. Finalmente, se realizó una cartografía de cambios de las propiedades magnéticas, siguiendo el rastro de los metales pesados mezclado con los materiales naturales del barrio.

Mapa con información de accesibilidad.
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Movilidad urbana en silla de ruedas


Hoy que todo está geolocalizado y parece que existen mapas para todo, podemos consultar una ruta para recorrer en transporte público o en coche, pero no en silla de ruedas. En los mapas no aparecen bordillos ni semáforos ni anchura de las aceras. Hace unos años, desde el grupo Arquitecturas Open Source de la Universidad San Jorge, Carlos Cámara puso en marcha Zaragoza Accesible, un proyecto de mapeado colaborativo para crear mapas de movilidad peatonal urbana para personas con diversidad funcional. Los voluntarios de sus ‘mapping parties’ participaban midiendo aceras y analizando pavimentos y bordillos para trazar esas rutas accesibles. Esta labor ha dado lugar a varios trabajos de final de estudios en el departamento de Geografía de Unizar, codirigidos entre otros por Cámara y Miguel Sevilla, centrados en los barrios de Las Torres y San José y el Campus de San Francisco.

Mapatón humanitario celebrado hace unos años en la universidad.
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Rellenar vacíos cartográficos en un mapatón


Hay poblaciones del mundo que no aparecen en los mapas, lo que dificulta la posibilidad de actuar en una emergencia al no disponer de un mapa fiable de la zona. Para ponerle remedio, 14 sedes de toda España se sumaron en 2019 al mapatón humanitario coordinado por los geógrafos de la Universidad de Zaragoza y Médicos Sin Fronteras. Estas iniciativas forman parte del proyecto Missing Maps, que pretende mapear de forma colectiva las partes del mundo más vulnerables a las crisis humanitarias. El objetivo: rellenar algunos de los vacíos cartográficos actuales y documentar poblaciones olvidadas que necesitan asistencia médico-humanitaria. En los mapatones (que podían ser presenciales hasta 2020), los participantes, siguiendo instrucciones y con guías de apoyo, recogen y apuntan datos de una determinada área seleccionada a partir de sucesivas y potentes ampliaciones de imágenes vía satélite.

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