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"La vida nómada es exigente pero ofrece libertad: no te da tiempo a cansarte de una rutina"

Poco tiene que ver el estilo de vida que muestra la oscarizada ‘Nomadland’ con el de las familias que en Aragón viven en 'roulottes', caravanas y cámpines por decisión propia u obligación.

Patricia Parra, sobre el techo de su caravana, con los mallos de Riglos de fondo.
Patricia Parra, sobre el techo de su caravana, con los mallos de Riglos de fondo.
IG/@patt_alohajuice

Escribir sobre ‘nómadas aragoneses’ encierra una contradicción interna. No puede hablarse de nomadismo y etiquetar a la vez un lugar de origen. No obstante, en la Comunidad hay un puñado de familias que no tienen un domicilio estable ni una dirección fija en la que encontrarlos. El reciente éxito en los Óscar de la película ‘Nomadland’ lleva a preguntarse qué ventajas tiene una vida nómada, si bien en el filme parece que son más las miserias y desventuras que los aspectos positivos. ¿Se puede vivir en los márgenes del sistema? ¿Cómo es el día a día en una casa rodante?

“Nosotros estuvimos tres años viviendo así: la temporada de invierno en Canfranc y el verano en Tarifa (Cádiz). Yo, como autónoma, con un negocio ‘online’, y mi pareja con trabajo fijo discontinuo. Antes tuvimos trabajos estables en la ciudad, pero no nos llenaba esa vida y decidimos arriesgar y vivir la experiencia: no esperar cada día a que llegase el fin de semana para salir con la autocaravana”, cuenta Patricia Parra, que explica que “una autocaravana es una casa con ruedas: tiene baños agua caliente, cocina, televisión, camas… Todo pero en menos espacio”.

"La caravana es una casa como cualquier otra, pero en lugar de cimientos tiene cuatro ruedas"

La pareja tuvo al principio una Volkswagen California, pero se quedó pequeña “y enseguida cambiamos por una autocaravana integral para tener mas espacio”. “La experiencia nos encantó, no la descartamos de nuevo en un futuro, pero hace un par de años encontramos trabajo en Canfranc, que era donde queríamos establecernos y crear una familia. Hemos tenido un bebé hace un año”, comenta la joven, que -eso sí- no se resiste a escaparse con la caravana a recónditos lugares de España o Francia “cada vez que tenemos oportunidad”.

En España siempre han existido los trabajos itinerantes como los de vendedores ambulantes por los pueblos, churreros en sus furgonetas tuneadas, camioneros que fueron tan aplaudidos durante la pandemia o representantes de compañías que viajan de ciudad en ciudad. Acaso el ejemplo más claro sea el de los feriantes que, si bien acostumbran a tener un domicilio fijo, pasan más de seis meses en la carretera, acomodándose como pueden en sus vehículos que suelen ser mitad atracción de feria mitad casa con ruedas. Su temporada comienza para Semana Santa y hasta que no pasa el Pilar no descansan, aunque este año pintan bastos. “Todavía no está claro que vaya a haber fiestas este verano”, explican los feriantes, tras recibir la suspensión de los Sanfermines como un jarro de agua fría.

Ángel Barata, presidente de los feriantes, junto a alguna de las atracciones.
Ángel Barata, presidente de los feriantes, junto a alguna de las atracciones.
Laura Uranga

“En Aragón somos unas 75 familias de feriantes y yo te diría que el 50% vivimos de forma permanente en el tráiler”, cuenta Ángel Barata, presidente de la Asociación Provincial de Industriales Feriantes de Zaragoza. Son lo que llaman ‘tráiler-vivienda’ y, de hecho, algunas de estas 'roulottes' alcanzan los 80 y 90 metros cuadrados, que son bastante más que la superficie de un piso medio. “Yo he llegado a ver jacuzzis, saunas y hasta un gimnasio dentro de estas caravanas. No se echa nada de menos, en mi caso tengo dos habitaciones, cocina equipada hasta con secadora, baño completo… Y puede crecer conforme se le añaden petacas. Es mi vivienda habitual y tengo un apartado de correos para recoger las cartas en mi localidad de origen”, cuenta Barata. Eso sí, el no tener una hipoteca no lo considera una ventaja porque “estos vehículos son caros y tengo que pagar letras durante media vida”. La casa rodante de Barata es de segunda mano pero cuesta unos 16.000 euros. “Las hay mucho más caras, sobre todo las americanas, porque allí hacen auténticas virguerías”, explica.

"Hay 'roulottes' y caravanas de mucho lujo:
las he visto con sauna, jacuzzi y gimnasio"

En cualquier caso, el espíritu nómada de los feriantes es por obligación, porque su profesión así lo exige. Cuando se trata de una decisión personal la cosa es diferente aunque el nomadismo requiera la misma exigencia. “Mucha gente, con furgonetas Camper, me pregunta cómo es esta vida y yo siempre digo que, antes de comprar un vehículo mayor, prueben la experiencia y hagan su balanza personal. Es una decisión complicada, es un cambio muy grande”, entiende Parra, que durante mucho tiempo ha ido mostrando su vida rodante a través de Instagram. "No tengo un instagram sobre #vanlife porque creo que hay mucho postureo al respecto en cuando a fotos bonitas que nos gustan a todos, a mí incluida, pero no son reales o factibles a la hora de vivir de verdad de esta manera", explica la joven. "La mayoría de estampas de Instagram de #vanlife son de gente que sale de escapada o vacaciones, pero no que viva realmente en la caravana".

Parra, en su oficina, en el interior de la caravana.
Parra, en su oficina, en el interior de la caravana.
IG/@patt_alohajuice

“Lo mejor de la vida en autocaravana es la libertad, no te da tiempo a cansarte de una rutina, conoces muchos lugares, y también muchísima gente interesante que vive de la misma manera”. Lo peor de la experiencia no es el exiguo espacio (“te adaptas enseguida”) sino “el estigma negativo de algunas personas hacia la gente que viaja o vive en furgoneta”. De hecho, la joven comparte una de las reflexiones de Frances McDormand cuando rodó ‘Nomadland’: al vivir en caravana uno se da cuenta de la cantidad de accesorios y cosas superfluas, que realmente son prescindibles. “Aprendes a vivir con menos cosas materiales para dejar sitio a más experiencias reales, y aprendizaje personal. ¡No sabes cuántas cosas vendí en Wallapop y Vinted al tomar la decisión de la vida nómada!”, comenta.

"Aprendes a vivir con menos cosas materiales para dejar sitio a más experiencias reales"

Otra modalidad de una vida con menos ataduras que durante los años de la crisis del ladrillo se extendió muchísimo era la de vivir en los cámpines. En el de Zaragoza se pueden alquilar bungalós para estancias largas -hasta un máximo de once meses- que salen bastante más baratos que los pisos en cualquier distrito urbano. Las instalaciones junto a Rosales del Canal cuentan con 70 de estas cabañitas, la mitad de las cuales se dedican a estas largas estancias. Algunos usuarios aseguran que, aunque siempre temporal, se trata de una buena fórmula para disponer de un techo porque no hay que pagar meses y fianzas por adelantado ni firmar un contrato para el que en muchas ocasiones exigen un avalista. “Es mucho más fácil que alquilar un piso y, además, nos podemos ir en cualquier momento”, explican.

ANDREEA POPESCU ( ESTUDIANTE QUE RESIDE EN EL CAMPING MUNICIPAL
Andrea Popescu, estudiante de intercambio, en un bungaló del Camping de Zaragoza.
Heraldo

En menos de 30 metros cuadrados, los bungalós tienen una o dos habitaciones, cocina, baño e incluso televisión de plasma y wifi. Los precios varían pero si se garantiza una estancia mínima de tres meses están entre los 380 y los 530 euros mensuales. En el campin viven desde estudiantes de Erasmus que han preferido compartir espacio en una zona verde con canchas deportivas y piscina hasta trabajadores, cuyas empresas les van moviendo cada ciertos meses a distintos destinos conforme se van acabando obras de la construcción. Insisten desde la Asociación de Cámpines que se trata solo de una residencia temporal dado que la normativa de Aragón no permite permanecer más de once meses en las mismas instalaciones, tanto si se trata de un bungaló (considerado un bien móvil) como de una caravana o tienda de campaña.

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