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La falta de relevo obliga al clero a multiplicarse en Aragón: "Vienen años de un vacío enorme"

Las diócesis aragonesas tienen 767 curas para 1.327 parroquias, aunque algunos se encargan de más de 15 pueblos. Hay localidades que solo pueden tener una misa cada mes y medio.

Jaime Urbizu, de 28 años, durante su misa en Muel. Además es el párroco de Mozota, Mezalocha y Villanueva de Huerva.
Jaime Urbizu es el párroco de Muel y atiende también a Mozota, Mezalocha y Villanueva de Huerva.
Toni Galán

Julián Sepúlveda atiende a 21 pueblos de la zona de Benabarre. “Pero cinco están deshabitados y solo voy una vez al año”, matiza. Este cura colombiano se tiene que multiplicar para llegar a todas sus parroquias. En estas fechas de Semana Santa ha habido que pedir ‘refuerzos’ y hacer encaje de bolillos. Durante el resto del año hay localidades a las que las misas solo llegan una vez al mes, a pesar de que cuenta con la ayuda de una religiosa y de varios seglares que incluso llegan a oficiar celebraciones. “La gente lo entiende, ve que no podemos llegar a todos sitios”, afirma este sacerdote.

Su caso ejemplifica la situación del clero en Aragón, especialmente en las zonas rurales. En la Comunidad hay actualmente 767 curas para 1.327 parroquias, pero hay que tener en cuenta que muchos de ellos no se encargan directamente de la atención de las iglesias, ya que pertenecen a comunidades religiosas. La falta de relevo generacional agudiza este problema, que irá a más si continúa la sequía de vocaciones.

En el mundo rural los curas sufren “una sobrecarga enorme de trabajo”, como admite Javier Pérez Mas, delegado del clero en Zaragoza, en contacto con sacerdotes de las seis diócesis aragonesas. La falta de medios humanos hace que el servicio “pierda calidad en la atención a la gente”, ya que los sacerdotes “están en muchos sitios y en ninguno”.

Los datos de noviembre de 2020 dicen que en la diócesis de Jaca los curas atienden una media de 4,2 parroquias cada uno. Le siguen las de Huesca (3,2 parroquias por sacerdote), Barbastro-Monzón (3), Teruel-Albarracín (2,3) y Tarazona (1,6). En realidad, las medias son superiores, ya que en todas estas diócesis hay curas que no atienden parroquias. En la Archidiócesis de Zaragoza hay 381 sacerdotes para 278 parroquias, aunque la situación es muy diferente entre la capital y el resto de la provincia. 

José Antonio Calvo, portavoz del Arzobispado, cree que "si la ecuación es el número de sacerdotes por el número de parroquias, la situación es muy difícil y constituye un reto llegar a todas"; pero añade que "si la ecuación es el número de sacerdotes por las personas y familias católicas, no estamos tan mal”.

En el entorno rural hay lugares en los que físicamente no se llega. Paco Cabrero es sacerdote en Campo (Huesca) y los pueblos de su entorno. En su ‘sede central’ hay misa todos los domingos a las 12.00, pero en otras localidades tienen que conformarse con una al mes. Y eso que cuenta con la ayuda de varios animadores de la comunidad, una figura bastante extendida en la diócesis de Barbastro-Monzón para que personas seglares puedan llegar adonde no llegan los curas.

Estos voluntarios ofician las conocidas como celebraciones de la palabra, unos actos prácticamente idénticos a las eucaristías en los que -pese a no ser curas-, los animadores dan homilías y reparten la comunión, con unas formas que han sido consagradas por el sacerdote titular en una ceremonia anterior. En esta diócesis hay 66 animadores, más que curas operativos para atender a las parroquias. 

Previamente han recibido una formación específica, y semanalmente se descargan el subsidio litúrgico; es una especie de guión elaborado por el párroco titular con oraciones, moniciones, lecturas u homilías, “aunque luego cada uno puede meter su sello personal”, afirma Cabrero, que es el coordinador de los animadores de la comunidad. Esta figura no es única en Aragón, ya que en zonas como Daroca también hay seglares que realizan labores de apoyo similares.

La falta de vocaciones está detrás de este problema. Actualmente en el Seminario hay 12 personas de todo Aragón cursando alguno de los seis años que necesitan para ser ordenados sacerdotes. Son menos de la mitad de los que fallecen de media anualmente. En algunas diócesis la media de edad es de 72 años, cuando la fecha teórica de jubilación está en los 75. En algunos casos, el retiro se pospone si el estado de salud y ánimo del sacerdote es el adecuado.

José Antonio Calvo, vicerrector del Seminario, observa que “las vocaciones no son meteoritos que caen del cielo”, sino que para que surjan es necesario que exista “una vida cristiana en las familias”, algo que ahora no abunda. Este sacerdote reflexiona que el modo de vida actual no favorece que la religiosidad pueda entrar en los jóvenes: “El ritmo social es muy grande, es vertiginoso. Con las redes sociales y las nuevas formas de comunicación hay mucha oferta y cada persona puede encontrar un colectivo a su medida. Esto hace que la Iglesia tenga una dificultad grande para entablar una relación personal con los jóvenes”. Con los mimbres que hay, cree que es importante que exista “un clero unido” que “acuda a las parroquias” y que “estimule la vida cristiana” en las comunidades.

Pérez Mas, delegado del clero en Zaragoza, admite que “a día de hoy no hay relevo”. Para intentar dar la vuelta a esta situación, cree que la Iglesia “debe ser proactiva”, en vez de “estar de retirada”. Aunque esto sucediera y florecieran las vocaciones, asume que vienen “años de un vacío enorme”. Por eso, cree que los recursos humanos actuales deben centrarse en “actividades que sean de interés para las personas del siglo XXI”. Pérez Mas habla de “una pastoral más misionera” que dé prioridad “al trabajo con las familias” y a los encuentros con toda la sociedad, “no solo con los que vienen a misa los domingos”.

Mientras tanto, Julián Sepúlveda, el cura de Benabarre, seguirá desdoblándose para llegar a sus 21 pueblos. Llegó hace tres años de Colombia y estará “hasta que manden los superiores”. “Cuando llegué, me tocaron ocho pueblos. Al año siguiente ya eran ocho más. Es una pena no llegar a todos los sitios como nos gustaría, pero es lo que hay”, asume.

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