emprender en tiempos de covid

Sugoi: San Gregorio ya tiene tienda de barrio

La zaragozana Susana Velilla abrió las puertas de su negocio hace apenas un mes y medio, a punto de cumplirse un año de la llegada de la pandemia.

Susana Velilla, ante su tienda, Sugoi, en el barrio zaragozano de San Gregorio.
Susana Velilla, ante su tienda, Sugoi, en el barrio zaragozano de San Gregorio.
Camino Ivars

En unos días se cumplirá un año de la llegada de la pandemia a España. Y este fue precisamente el detonante que impulsó la apertura de Sugoi, una tienda de alimentación que abrió sus puertas el pasado 14 de enero en el zaragozano barrio de San Gregorio. “Fueron semanas muy complicadas para todos, pero para los vecinos de la zona, en la que no tenemos comercios ni tiendas de ningún tipo, fue horrible”, reconoce Susana Velilla. La tienda se ubica entre las calles Jesús y María y Cerro de las Rosas, a escasos metros del hospital Royo Villanova.

Haciendo honor a aquello de “hacer de una necesidad una virtud’, fue precisamente el hecho de no poder bajar a comprar ni una barra de pan en la zona la que le dio la idea de abrir una tienda de barrio en la que, a pesar de su reducido espacio, podemos encontrar desde un paquete de macarrones o garbanzos, a champú o gel, papel higiénico, detergente o repostería y pizzas recién hechos. “Lo que viene a ser la tienda de siempre, la de toda la vida”, reivindica. Y es que, si hay algo que ha provocado esta crisis sanitaria, es la vuelta al barrio y al comercio de proximidad.

A pesar de su juventud (46 años), Velilla luce con orgullo el título de ‘yaya’. De hecho, el nombre de su tienda, Sugoi, viene de la conjunción de las iniciales de sus tres nietos:  Susana, Hugo, de 5 años, e Izan, de 7, el cual sufre parálisis cerebral. La zaragozana se ha dedicado toda su vida al sector de la limpieza, sin embargo, hace un par de años comenzaron sus problemas de salud: “He tenido tres hernias en la espalda y me ha sido imposible seguir dedicándome a eso por lo que pensé retirarme y centrarme en el cuidado de mis nietos”, admite.

Sin embargo, durante la pandemia la idea de abrir su propio negocio comenzó a rondarle la cabeza, un sueño que, hasta ahora, jamás se había planteado. “Me apetecía crear una tienda pequeña en la que hubiera un poco de todo, pero, sobre todo, productos de primera necesidad, que es lo que echaba más en falta la gente”, reivindica.

“El primer confinamiento fue muy duro, me pilló encerrada con los dos nietos en casa y mi marido, que es vigilante de seguridad, estaba todo el día trabajando. El hecho de no poder comprar nada cerca de casa fue un gran problema y pensé que habría mucha gente en mi situación”, afirma.

Además, asegura que la respuesta del barrio ha sido inmejorable y que tanto los vecinos de la zona como los trabajadores del hospital se han mostrado muy alegres con la nueva apertura, sobre todo las personas más mayores. “Sus hijos no les dejaban ir hasta la avenida San Juan de la Peña a comprar, son casi 20 minutos solo de ida y ha habido mucho miedo. Aquí pueden venir con más tranquilidad y, de paso, se dan un ‘paseíco’”, explica la zaragozana.

Desde hacía varios meses había un local disponible en el bajo de su edificio de viviendas, por lo que, tras darle muchas vueltas, decidieron hablar con el dueño del local. “Aquí no había nada, lo hemos hecho todo de cero. Mi marido ha sido albañil toda la vida así que estuvo varios meses doblando para llegar a la apertura”, relata.

Un servicio necesario

Susana llega cada día a la tienda a las 7.30 de la mañana, donde permanece hasta las 21.00 horas. “La conciliación es muy complicada, con la casa, la familia… pero ya que me he decidido a lanzarme a la piscina tenía que hacerlo bien”, explica. E ilusión y ganas, desde luego, no le faltan, pues han invertido buena parte de los ahorros familiares en esta aventura empresarial: “Son muchos gastos, sobre todo de apertura, pero al menos podemos decir que hemos pagado la obra y la maquinaria, que es mucho”.

Por eso, a pesar de reconocer que ha sentido algo de vértigo durante todo el proceso, Velilla tan solo espera poder trabajar y que pronto llegue una solución que ataje la pandemia. Mientras tanto, un aforo de dos personas en el interior -aunque muchas prefieren esperar su barra de pan en la puerta-, gel hidroalcohólico en la entrada y el mantenimiento de la distancia de seguridad en todo momento han instalado en esta ‘nueva normalidad’. “De momento solo puedo estar agradecida con la respuesta de la gente, muchos nos dicen que vienen porque hay que apoyar a quien apuesta por el barrio. Esperamos seguir aquí mucho tiempo”, concluye. 

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