Paradoja de la modernización: menor consumo del agua, más gasto para los regantes

A pesar de la sequía sufrida durante los últimos años, el consumo de agua por hectárea en el campo aragonés ha disminuido un 17% en los últimos diez años. Y es que según los datos de la Encuesta sobre el Uso del Agua en el Sector Agrario (EUASA), difundida por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de hectáreas de regadío ha aumentado un 8% en los últimos diez años, hasta superar las 416.000 hectáreas; mientras que el consumo total se redujo un 10% hasta los 2.018 hectómetros cúbicos. Es decir, que mientras que la superficie regada ha aumentado, el consumo de agua ha disminuido.

“La modernización de los regadíos y la mayor eficiencia de las técnicas tradicionales están detrás de estos números”, señala Andrés del Campo, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE). Y es que en el conjunto del país esta reducción también se ha dado, en concreto, se ha conseguido disminuir un 15% el consumo de agua por hectárea.

A pesar de la buena noticia que suponen estos datos, Del Campo apunta una consecuencia que ha tenido esta modernización para los agricultores: “Estas instalaciones consiguen un uso más eficiente del agua, pero tienen un coste energético que con el método tradicional no se tenía”. Y es que tanto el regadío por aspersión como por goteo, que suponen un 44% y un 9%, respectivamente en Aragón, tienen un alto coste energético que se ve agravado por “falta de legislación”.

“El problema son los costes fijos de la electricidad, ya que debemos tener contratada la potencia máxima y pagarla todo el año, cuando tan solo utilizamos esa potencia diez días en julio”, explica el presidente de Fenacore. “Además, los regantes de uso estacional son los más perjudicados, ya que tienen contratada la luz todo el ejercicio y solo la utilizan seis meses al año”. Por este motivo, Del Campo pide que se legisle para poder pagar una tarificación especial con unos costes fijos más acordes durante los meses en los que no se riega y razona: “Nosotros estamos haciendo un esfuerzo en nuestras instalaciones para hacer un uso más eficiente del agua, ya que estas técnicas lo permiten, y asumimos el coste de la infraestructura”.

Asimismo, reconoce que gracias a estas tecnologías el agricultor gana calidad de vida. “Puede poner en marcha la instalación en su campo estando a miles de kilómetros, lo que da una mayor libertad al agricultor, que no suele tener horario”, anota el presidente de Fenacore, que considera la implantación de la modernización “un éxito”.

“Sin regadío, más despoblación”

Por este motivo, alega que en las zonas donde el regadío tiene una menor presencia, la población rural se marcha. Y pone como ejemplo el hecho de que de las 15 provincias españolas en las que la población está disminuyendo de una forma más acelerada, 13 de ellas es donde menos se encuentra explotado el regadío, según datos proporcionados por Fenacore. Entre ellas, se encuentra Teruel, donde este supone el 8% de la superficie cultivada, concretamente 30.661 hectáreas. En cambio, en las provincias de Huesca y Zaragoza, que también están sufriendo despoblación, pero de forma menos acuciante, el regadío supone el 41% y el 26% de la superficie cultivada, respectivamente, es decir, 197.597 hectáreas y 96.383 hectáreas.

“La mejor vida del agricultor junto con el hecho de que tiene una mayor regularidad en la producción hacen que estas zonas atraigan más a la población”, detalla Del Campo, que indica a su vez que una hectárea de regadío produce lo mismo que seis hectáreas de secano.