Voces anónimas que nos cuidan

En 1986 nace la Red Nacional de Radio de Emergencias (REMER) formada por radio aficionados que aportan sus equipos y parte de su tiempo en pro de la seguridad ciudadana.

Voces anónimas que nos cuidan
Voces anónimas que nos cuidan
C. I.

Son los aragoneses mejor comunicados. ¿Por qué? Porque en caso de emergencia o de que ocurriese cualquier desastre natural, serían los únicos ‘civiles’ capaces de comunicarse con cualquier persona del mundo. Se trata algunos de los aragoneses que forman parte de la Red Nacional de Radio de Emergencias (REMER), que cuenta con más de medio centenar de personas en la provincia zaragozana.

Precisamente este sábado, el subdelegado de Gobierno de España, José Abadía, reconocía en un acto en la Delegación del Gobierno de Aragón su buen hacer, solidaridad y vocación de servicio, con la entrega de diplomas a 15 miembros de la agrupación, algunos con 25 y 30 años de dedicación.

La REMER nace en 1986 de la mano de la Dirección General de Protección Civil, con el objetivo de configurar un sistema provincial de respaldo ante una posible caída de los sistemas de comunicación habituales. “Como miembros, aportamos no solo nuestro tiempo, sino equipos propios de radio y vehículos”, indica Antonio Maestro, quien a sus 67 años lleva en la red desde su fundación. “Somos un grupo de radioaficionados que formamos parte de una red jerarquizada con el objetivo de actuar en caso de una situación de emergencia”, resume.

Una gran responsabilidad, pero también un gran honor para sus integrantes. “Todo empezó tras mi paso por la Armada cuando hice la mili donde permanecí en el equipo de comunicaciones. Allí me aficioné y cuando dispuse de medios adquirí mi primera emisora que me costó más de 300.000 pesetas”, recuerda.

Lo que comenzó con un sencillo equipo de baja frecuencia, un Yaesu FT 707, y casi por mera curiosidad, le serviría para preparar el examen oficial de la Dirección General de Comunicaciones y, tras conseguir la credencial, entrar a formar en la red en los años 80. “El perfil es algo técnico, ya que aparte de la afición, es importante controlar el manejo, la legislación y tener conocimientos de electricidad y electrónica. Y eso que hoy no se pide el morse”, explica Maestro.

Entre algunos de los episodios en los que ha intervenido en todo este tiempo –“afortunadamente han sido pocos”, señala- sin duda, uno de los más importantes fue el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza que tuvo lugar el 11 de diciembre de 1987. “Tuvimos que establecer el enlace por radio con la Delegación a través de una red paralela a las oficiales. También nos ha tocado en alguna inundación y sobre todo ejercicios locales en simulacros”, indica. “En realidad, si no falla nada no tenemos por qué entrar, pero estamos siempre pendientes por si hace falta”, reconoce.

“Si todo falla, si todo se cae, nuestra red permite que todo funcione. Uno de nosotros, tan solo con una batería de coche, un hilo de cobre y una emisora puede dar la vuelta al mundo”, resume Maestro. Y es que, la telefonía es lo primero que suele fallar en caso de una catástrofe natural. Se trata de un grupo de voces anónimas que pertenecen a vecinos de nuestra ciudad, a pesar de no ser personas conocidas y, en muchos casos, tampoco reconocidas. Algunos de sus integrantes critican que el desconocimiento en torno a su labor, en ocasiones, se convierte en trabas.

Con cualquier parte del mundo

Miguel Ángel Arbiol (39) es informático y forma parte de la red desde hace 15 años. “Todo empezó gracias al padre de un amigo mío que era radio aficionado. Siempre que íbamos a su casa tenía la escucha puesta. Nos compramos un walkie de 27 MHZ, por probar”, rememora. Su primera adquisición fue un walkie VHF Kenwood. “Cuando supe de la existencia de la red no lo dudé ni un momento ya que me permitía servir de ayuda y aportar algo a mi comunidad, aunque no es un hobby precisamente barato”, resume.

Por su parte, David Loscos (42), electricista de Zaragoza, entró a la REMER hace dos años. “En España somos más de 8.000 radioaficionados, es un mundo muy bonito y realmente sentimos pasión por esto aunque a veces te sientes incomprendido”, asegura. Para llevar a cabo una de estas instalaciones se requieren unas antenas que han de cumplir unos reglamentos establecidos. “Cada vez que lo solicitas tienes que preparar un proyecto técnico que tiene que ser aprobado, sin embargo, a la gente como norma general no le gustan las antenas Es lo que suele pasar con los hobbies minoritarios”, lamenta.

Su historia con el mundo de las ondas comenzó tras su primera comunión. “Mi tío me regaló un par de walkies. Lo desmonté, empecé a hacer pruebas, y simplemente seguí investigando. Hasta hoy”, explica. Gracias a esta actividad ha podido comunicarse con radio aficionados de todo el mundo, e, incluso, con personas desde el espacio exterior. “He contactado con gente de Estados Unidos, Brasil, Australia… ¡incluso con gente de la estación espacial! Cuando lo consigues, como muestra, la persona te envía una postal a casa”, explica, mientras muestra una de sus últimas adquisiciones llegadas desde Japón.

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