Un paseo por las diez tiendas más antiguas de Aragón

Algunos de estos comercios abrieron sus puertas al público hace más de 200 años. Hoy todavía muestran la pasión por el trabajo bien hecho y el saber hacer de sus antepasados.

Confitería Micheto (1770).
Confitería Micheto (1770).

¿Cuáles son las tiendas y comercios más antiguos de Aragón? ¿A qué se dedican y dónde se encuentran? ¿Cuál es la clave para mantener tu negocio abierto al público generación tras generación? En este reportaje les ofrecemos un paseo por las que podrían ser las diez tiendas más antiguas de nuestra Comunidad Autónoma y, algunas de ellas, de España. El comercio que ocupa el primer puesto del ranquin es la Confitería Micheto, que ostenta, además, el título de la tienda más antigua de España. Sita en el número 10 de la calle Luis Guedea de Calatayud, Miguel, Mª Cruz y Mabel encabezan la octava generación de pasteleros de su saga familiar en el corazón de una ciudad con cuidada tradición comercial y repostera. Fundada en 1770, en 1926 sería nombrada proveedora de la Real Casa de Alfonso XIII, gracias a su conocido bizcocho que hoy mantiene la receta original.

Cuentan con una amplia variedad de productos entre los que se encuentran merengues, turrones y pasteles, entre otros. “Calatayud siempre ha sido cabecera de comarca cuando la gente no podía permitirse el lujo de viajar hasta la ciudad para comprar. Hoy hemos logrado sacar parte de nuestro negocio al exterior, con presencia en El Corte Inglés, el Asador Donostiarra o el Txistu de Madrid”, explica Miguel Micheto. El pastelero asegura que, para ellos, se trata de un verdadero orgullo y una responsabilidad, aunque no ha sido un camino afable: “Está todo muy complicado y no tenemos apoyo ni ayudas suficientes. Si la cosa sigue así, los pequeños autónomos y las empresas familiares iremos desapareciendo poco a poco”.

El segundo establecimiento más antiguo de Aragón se encuentra también en la localidad bilbilitana, se trata de la tienda de ultramarinos José María de la Fuente y CIA, fundada en 1803 y ubicada en la calle Rúa de Dato. “Con los años hemos ampliado nuestra actividad con productos de mercería, bisutería, perfumería y de regalo”, afirma Ramón de la Fuente, que representa a la séptima generación al frente del comercio. En su opinión, son los pequeños comerciantes los que mantienen vivas las calles de una ciudad como Calatayud, a pesar de las dificultades a las que se enfrentan como la competencia del comercio electrónico o la despoblación. “Para nosotros es un gran orgullo ya que contribuimos al crecimiento de nuestra ciudad ofreciendo un servicio único”, asevera.

Ya en Teruel, nos encontramos con la mítica Casa Ferrán, fundada en 1820 y asentada en un conocido edificio modernista. Actualmente Luisa Ferrán encabeza la sexta generación de la saga familiar que regenta la que podría ser la tienda textil más antigua de España y probablemente de Europa. En su caso, aseguran que la clave de su éxito radica en su capacidad de adaptación al momento: “Para mí es un orgullo pensar que tras 200 años seguimos manteniendo nuestro espíritu. Somos parte de la historia de la ciudad y eso la gente lo valora mucho”, concluye.

En la provincia de Huesca, concretamente en Barbastro, nos encontramos con la casa Albert & Artero, fundada en 1843. La tienda, ubicada en la calle General Ricardos, se dedica a la venta de artículos textiles y mercería. Enrique Albert Artero encarna la séptima generación de esta empresa centenaria. En su opinión, la clave para mantenerse cara al público año tras año tiene que ver con “el trabajo constante, la seriedad y un poco de suerte”, afirma: “Hemos pasado de todo, una guerra y la posguerra, las dos guerras mundiales que afectaron a las importaciones… ha habido tiempos peores y mejores, pero seguimos aquí”. “Este local está en el ADN de nuestra familia, todo gira en torno a esto. Desde niños nos criamos en la tienda y es algo que llevas dentro”, añade. ¿Sobre el futuro? También incierto: “tal y como están los tiempos no se pueden hacer previsiones”.

De vuelta a la capital turolense nos encontramos con otro de los emblemas de la ciudad, la confitería Casa Muñoz, fundada en 1855 por Cayetano Muñoz, que originalmente se dedicaba a la fabricación de cirios y velas. Con el tiempo, comenzó a elaborar dulces y turrones que vendía junto a su esposa, Juana Civera, en un pequeño local situado en el centro urbano de Teruel. Hoy, cinco generaciones después, son Fernando, Rosa María y Florencio Muñoz Rodríguez quienes están al cargo de este exitoso negocio junto a un integrante de la sexta generación, Florencio Muñoz Guajardo, tataranieto de su fundador.

En cuanto a la que podría ser la tienda más antigua de la capital aragonesa, nos encontramos con Fantoba, fundada por los hermanos Fantoba en 1856, ubicada en la calle Don Jaime. Hoy, Ivana Molina se encentra a cargo de la afamada pastelería conocida como ‘La flor de almíbar’, en la que cuentan con más de 1150 referencias entre las que destacan sus turrones, mazapanes, frutas de Aragón o el guirlache. “Nuestro objetivo es endulzar la vida de los zaragozanos. La persona que entra aquí se va con un producto completamente artesanal y 100% personalizado”, explica Molina, que asegura que entienden la pastelería como un arte: “nuestros productos tienen alma”. A escasos metros se encuentra la administración de ‘Lotería del Rosario’ que abrió sus puertas en 1860. Además, es conocida por muchos como ‘El rincón de la suerte’.

De nuevo en Teruel, nos topamos con una saga de farmacéuticos con una larga historia comercial de la mano de la Farmacia Mariano Giménez, fundada en 1863 en su capital. Además, en su sótano han habilitado un pequeño museo que ofrece un recorrido por la historia de la profesión en la segunda mitad del siglo XIX. Al frente del establecimiento se encuentra la quinta generación de la familia, encabezada por Mariano Giménez Zuriaga. Y en la misma provincia, en Valderrobles, nos encontramos con “la tienda más completa del bajo Aragón” según su actual dueño, Raúl Ber Aubá, perteneciente a una familia con tradición comercial desde 1868, cuando su antepasado, Salvador Zapater Moliner, fundó Casa Falgás.

En origen comenzó como una ferretería, pero hoy, prácticamente se puede encontrar de todo: desde recuerdos para turistas, a elementos de perfumería, menaje, floristería, jardín, bisutería y ferretería, hasta pequeños electrodomésticos. “Si alguien vienen y no hay solución para lo que necesita, se le busca”, asegura Ber, que encabeza la quinta generación de la familia. “Es un honor haber salido adelante con un comercio en el medio rural. Yo quería quedarme en el pueblo y he podido hacerlo, para mí es un regalo”, asegura.

Finalmente, el broche de oro del ranquin de comercios más antiguos de Aragón lo protagoniza la panadería Auré, de Zuera, fundada en 1875 por Don Martín Auré. En su obrador, ubicado en la calle Mayor desde el inicio de sus tiempos, tradición y modernidad se han unido en una saga pastelera que alcanza ya su quinta generación con Mari Carmen Auré y su hijo, José Antonio. Para ella, es un privilegio contar con una tradición familiar como la suya: “permanecemos a base de sacrificio y una fe inquebrantable en los valores que nos han transmitido generación tras generación”.  Y aunque asegura que se forman parte de una especie en extinción, hoy ya piensa en el futuro, ya que acaba de nacer su primer nieto, Javier. “Nada más nacer miramos las manos del bebé. Son especiales, son manos de pastelero. Para mí, mantener algo así es más importante que todo el oro del mundo”, explica.

Otra tienda que va camino de cumplir el siglo y medio con las puertas abiertas es  La Confianza, en Huesca: abrió sus puertas en 1871

Carácter personal y familiar

Desde la Cámara de Comercio de Zaragoza llevan años reconociendo la labor de estas empresas que han sido capaces de perdurar en el tiempo a pesar de las complicaciones. “Consideramos que es un mérito muy loable ya que van mucho más allá del espíritu comercial. Destacan por su carácter personal y familiar”, indica Natalia García, jefa de Servicio de Comercio y Turismo de la Cámara. “El gran reto al que se enfrentan es el adaptarse a un mercado tan complicado y competitivo como el actual. Sin duda, lo importante es tener una buena base y, sobre todo, no perder la esencia”, destaca.

En su opinión, el pequeño comercio es el que da vida a las calles de las pequeñas y grandes ciudades. “Algo que no debemos perder”, apunta. Por eso, desde la Cámara de Comercio de Zaragoza ponen a disposición de estas empresas familiares una serie de herramientas y cursos gratuitos sobre diversas materias –como comunicación y publicidad, redes sociales o e-commerce-, así como una bolsa de traspasos para quienes no quieran seguir con sus negocios.

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