El ¡basta ya! de la psiquiatría

El anuncio del cierre de la unidad de Psiquiatría del Militar ha sido la gota que ha colmado la paciencia de quienes sacan adelante la salud mental en Aragón. Profesionales que luchan por sus pacientes y sienten cómo es la cenicienta de la Medicina en nuestra Comunidad.

Carmelo Pelegrín, Valero Pérez y Carlos Iglesias, jefes del Servicio de Psiquiatría en San Jorge, Clínico y Obipo Polanco; Ana López, presidenta de Asapme, que acoge a las familias de enfermos; Alfonso Pérez Poza, presidente de la Sociedad Aragonesa y Riojana de Psiquiatría, y su vicepresidente, Carlos Marcos.
El ¡basta ya! de la psiquiatría
Oliver Duch

Piden lo mismo que funciona con eficiencia en el resto de las Comunidades Autónomas y, sobre todo, la creación de una dirección general de Salud Mental en el Gobierno de Aragón. Alguien que organice soluciones y prioridades en un área en la que están implicados no solo factores médicos sino también, y muy especialmente, sociales, humanos, de dignidad. Como dice Valero Pérez, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico de Zaragoza, "un director de orquesta que organice la partitura con sus músicos, que planifique con ellos y acabe con la política de palos de ciego" que denuncian los profesionales que se realiza desde hace años. El anuncio del cierre de la unidad de Psiquiatría del Hospital General de la Defensa (Militar) adscrita al Miguel Servet ha unido a los psiquiatras en un ‘basta ya’ ante lo que consideran un abandono reiterado a sus necesidades más básicas: camas para los enfermos, atención urgente a los primeros episodios de enfermedades que cogidas en sus inicios ahorrarían mucho dolor al paciente y dinero a la administración; una unidad de pacientes refractarios (enfermos mentales que no responden a los tratamientos habituales, asociados al consumo de drogas); psiquiatras infantiles que redirijan las necesidades de una sociedad cambiante; residencias para enfermos no autónomos que dignifiquen su vida y las de sus familiares, alerta ante el aumento de las depresiones... Modelos de trabajo habituales en otras Comunidades.

Peticiones sobre una mesa con una sola voz por la Salud Mental en Aragón, en la que se destacan los grandes avances hechos en la Psiquiatría, la gran implicación de sus profesionales, pero la necesidad de dar un salto cualitativo en su organización. Son, además de Valero Pérez, Carlos Iglesias, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Obispo Polanco de Teruel; Carmelo Pelegrín, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital San Jorge de Huesca; Alfonso Pérez Poza, presidente de la Sociedad Aragonesa y Riojana de Psiquiatría (SARP), y psiquiatra del Miguel Servet; Carlos Marco, vicepresidente de la SARP; y Ana López, directora de la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (ASAPME). Porque, como indica Ana López, "para hacer un diagnóstico de una enfermedad lo primero es hacer un análisis, explorar la situación del paciente y todo su contexto y en la salud mental no sólo hablamos de una actuación médica o biomédica, hablamos de la exclusión social que causa tanto trastorno como lo demás. Hay una falta de coordinación entre los dispositivos sanitarios y todos los agentes implicados en la salud de la persona, servicios sociales, y sin ese apoyo es imposible que se doten de recursos asistenciales. Si no existe ese análisis que tiene que tener esa dirección se dan palos de ciego, y se actúa por ocurrencias y no por evidencias". Para Carmelo Pelegrín, es un problema que se arrastra casi desde que se hicieran las transferencias, porque "no hemos tenido una buena dirección y vas a cualquier Comunidad y hay un director que suele ser un psiquiatra, apoyado por un psicólogo y familiares, un consejo asesor. Aquí no hemos tenido una planificación, ni un plan de atención a discapacitados con trastorno de conducta, ni para trastorno de conducta grave, ni para patología dual, ni para el suicidio".

El cierre previsto para el próximo día 12 de la unidad de Psiquiatría del Hospital Militar ha colmado un vaso cargado gota a gota durante más de 15 años y que puede estallar ese mismo día, "porque se colapsará el sistema de Urgencias del Servet, porque habrá 5 o 6 enfermos sin cama en la sala de observación y las familias esperarán 5 o 6 días para que el paciente la tenga", dice Alfonso Pérez Poza.

En Aragón hay, de momento, 108 camas para ingreso en Psiquiatría. De ellas, 21 en Huesca y 12 en Teruel, provincias que cumplen con el ratio indicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de una cama por cada 100.000 habitantes, pero que no se llega en el Hospital Clínico, que tiene 20 para una población de 350.000 personas; y 24 en el Royo Villanova. En el Miguel Servet hasta ahora había 19, más las 12 en el Hospital de la Defensa, y con su cierre quedarán en 30 con la nueva planta de Psiquiatría, en la que se han invertido 2.5 millones de euros y que abrirá este mismo mes. A ello se une el cierre de parte de la planta en el Clínico donde están la Unidad Psicosomática –de referencia desde 1977–. También tiene la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria Infanto-Juvenil –de referencia para todo Aragón–; y la única sala de psicomotricidad, a lo que añade Pérez que "ahora la Unidad la van a poner en un espacio pequeño y que limita toda posibilidad de ampliar la planta de hospitalización de Infanto-Juvenil, la única disponible para ese uso en nuestra Comunidad Autónoma. Tenemos 6 camas para todo Aragón y con una pequeña obra tendríamos 10, las máximas que podemos porque estas unidades son complicadas de manejo".

Aun destacando todos los grandes avances realizados durante años en Salud Mental, hay un largo listado de necesidades que no se han puesto en marcha, quedando Aragón en el furgón de cola de la Salud Mental en España "cuando fuimos pioneros en el mundo al introducir un servicio de Psiquiatría dentro de un hospital general, en el siglo XVIII, en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, el Provincial", dice Valero Pérez, que indica que "se hizo un plan 2002-2010 en el que participamos todos los profesionales con mucha ilusión y que se ha incumplido sistemáticamente". Además, y en paralelo, explica que "como no tenemos suficiente espacio en el Clínico propuse un programa de asistencia a domicilio muy eficiente, económicamente hablando, y alineado con las propuestas asistenciales más vanguardistas, y siempre me encuentro con la barrera d que nunca hay dinero". "Y ahora han salido plazas, sin criterio –dice Pérez Poza–, sin un plan riguroso". "Siete de psicólogos con contratos de 6 meses", añade Carlos Iglesias, "sin saber dónde van y sin contar con nuestra opinión". Pérez Poza añade que la aministración ni siquiera ha empezado en cuestiones como las drogas o las hospitalizaciones parciales. Ahora que hay un recurso hecho, el Militar, con profesionales, que no cuesta tanto dinero, qué sentido tiene cerrarlo".

Iglesias indica que el cierre de camas afecta a todos "porque durante años ha habido mucha carencia de camas de agudos, no solo en Zaragoza, que ha obligado a enviar con frecuencia pacientes a Teruel y a Huesca a ingresar, a veces sin la familia", con lo que eso supone. Incluso han tenido que ser desviados a otra Comunidad. Pero también hay un problema de equidad, porque, dice Pérez Poza, "un paciente que va al Clínico y se queda sin cama podrá ser desviado, pero si es del área del Servet se quedará días en el área de Urgencias". "Y es absolutamente inhumano", responde Pelegrín.

Una de las mayores peticiones es la necesidad de poder diagnosticar rápido, porque la clave está en la atención en primeros episodios, dice Ana López, "porque cuanto antes intervenimos mejores pronósticos tenemos, y más compromiso del entorno, es un momento clave. Además, uno de los procesos más traumáticos en los primeros episodios, para quien está en un brote psicótico, es acudir al hospital , y la mayoría de las veces va en contra de su voluntad. Urgencias es de lso ligares más estresantes, les da terror, lo que incrementa la angustia, el sufrimiento del enfermo, que rechaza ir. Se generan situaciones violentas en casa y hay que llamar a las Fuerzas de Seguridad para trasladar al paciente, y a veces es necesaria una orden judicial para que sea atendido en algo a lo que tiene derecho". "Somos de las pocas Comunidades que no tiene un programa de primeros episodios", para Pérez Poza. "La administración siempre dice que no hay dinero, y que la Salud Mental es fundamental pero nunca se concreta, aunque sí hay dinero para otras cosas", y denuncia que ahora han contratado traumatólogos por las tardes "para hacer peonadas, pagándoles más y no digo que no haya que hacerlo, pero justo con toda esta polémica... Porque desde 2005, el 50% de los residentes formados en Aragón trabajan fuera".

Valero Pérez pone el dedo en la llaga: "En Psiquiatría a veces no tenemos demasiadas evidencia, pero sabemos que hacer una actuación potente en los primeros episodios, actuar cuando aparecen las primeras evidencias en esquizofrenia, trastorno bipolar… hacerlo desde la multidisciplinariedad en los dos primeros años va a determinar todo el curso de la enfermedad y de su evolución. Y lo que nos jugamos es un paciente que pueda llevar una vida integrada en la sociedad, una vida normalizada o que tenga que ir hacia una exclusión social, que es lo que ha pasado con frecuencia, que tiene que entrar en los circuitos de rehabilitación. Pacientes que además son los más estigmatizados, los de enfermedades mentales graves, apartados socialmente y que tratamos de una forma mucho más injusta desde el sistema sanitario". "Porque si no se atiende a alguien con gripe no se genera la misma alarma que una patología grave como es un cáncer a tiempo, y en Salud Mental no estamos llegando bien a lo grave, hay que buscar más recursos, porque esto sería inadmisible en cardiología, oncología…. No lo permitiría la sociedad ni el sistema sanitario. No nos están permitiendo llegar antes a estas enfermedades graves". Y Carmelo Pelegrín añade el drama que esto también supone en el mundo rural, donde hay enfermos sin diagnosticar, sin tratamiento, con mucho rechazo social.

Alfonso Pérez Poza aporta un dato importante y es esa idea de que no se logra trasmitir a la opinión pública qué es la enfermedad mental. "La gente confunde el malestar emocional con las enfermedades psiquiátricas, confunde la psicopatía con las enfermedades psiquiátricas. Muchos enfermos están trabajando y produciendo y muchas veces más que gente de patología menor. Hay de todo. Hacen mucho esfuerzo, y muchos que no tienen ese hándicap ya querrían hacer tanto como ellos". "Salud Mental no va a ser capaz de hacer frente al malestar emocional presente en nuestra sociedad de hoy y que está colapsando el sistema, porque los médicos de Atención Primaria señalan que el 40% de los enfermos que les llegan son con problemas de salud mental. El malestar emocional ni siquiera está en los códigos diagnósticos psiquiátricos, porque son esas depresiones leves, la ansiedad, ese niño que sufre en medio de un divorcio complicado, y eso no es una patología. Antes se gestionaba de otra manera". "Cuando hablamos de enfermedad mental tenemos que ver que ha habido un cambio de paradigma importante que tiene que ver en la mejora de tratamientos, en mayores recursos integrados en la comunidad en la ayuda a las familias", indica Carlos Marco. Insiste en que "desde hace 5 o 6 años en todos los congreso se está diciendo que si el primer cuadro de depresión se aborda con fortaleza y se recupera esa persona completamente, que vuelva a funcionar como era al principio, las posibilidades de recaída se retrasan mucho en el tiempo y la recaída es menos grave. Pero si no se cura bien en su inicio, las posibilidades de recaída son mayores y se cronifica la depresión para el resto de su vida, con lo eso que supone. Pedimos programas para primeros episodios, en relación con el suicidio, planificar, organizar los recursos". "Pedimos –dice Carmelo Pelegrín– planificación para hacer programas entrelazados y coordinar, con un reparto equitativo de los recursos, que sea lo mismo vivir en Fraga o en Jaca. Porque, además, en Huesca y Teruel tenemos el problema de la dispersión geográfica. Teníamos un poco la ilusión con esta legislatura de crear equipos que van a los pueblos y atenderles en primaria y se ha quedado en nada". Ahonda, también, en la idea del cambio social, porque "no es lo mismo ahora tratar a un niño que hace 20 años, porque los padres están separados y uno va contra otro y se genera ansiedad porque suspendes o por una ruptura amorosa o porque no alcanzas objetivos profesionales, amorosos… Pero en Aragón estamos tan mal que lo prioritario son los pacientes graves".

Para Ana López, su obsesión "es la dignificación de los pacientes, ofrecerles una vía de capacitación, no solo en su enfermedad sino en sus competencias personales para favorecer su inclusión social, que es tanto laboral como de su entorno y vida personales. En el ámbito laboral por primera vez este año ha habido programas en el Inaem de inclusión laboral en empresa ordinaria por parte de la administración pública y lo hemos gestionado desde Asapme. Han sido para 70 personas con esquizofrenia, la mayoría en programas de formación. Hemos conseguido también 9 inserciones laborales en empresa ordinaria, pero en empleo protegido mediamos 70 contratos laborales. Hay un buen abordaje psiquiátrico, buenos cuidados y unos programas que facilitan la incorporación al mercado laboral". Ana López ahonda en ello al reflexionar sobre la visión que la sociedad tiene de las personas con enfermedad mental, por su estigma social.

Pero uno de los mayores problemas son los llamados enfermos refractarios, "de los que ahora nos encontramos con un porcentaje cada vez mayor", dice Carlos Iglesias, enfermos mentales con diagnósticos graves, consumo de drogas, trastorno de personalidad asociado, que en número no son muy elevados, pero que consumen muchos recursos. "Son enfermos –explica Alfonso Pérez Poza–, que siempre están relacionados con la droga y con el aumento del suicidio. Son varones jóvenes, de 18 a 35 años, pobres".

El último informe europeo sobre drogas dado a conocer esta pasada semana se destaca el aumento del consumo de la heroína, datos a los que Pérez Poza añade el abuso de los opiáceos en las Unidades del Dolor, y "los ingreso por Urgencias por drogas se suceden. No hay ningún psiquiatra trabajando en drogas en el Servet", y apunta hacia el Plan Nacional sobre Drogas para poder trabajar sobre ello, como en otras comunidades. "En Huesca tenemos un psiquiatra tres días a la semana, pero no un psicólogo en esa unidad", dice Carmelo Pelegrín, "y en Monzón no podemos dispensar metadona porque el sitio donde está la unidad no es el adecuado. La Salud Mental en Aragón es, ciertamente, la cenicienta de la Medicina en Aragón".

Carlos Iglesias recuerda que desde hace tiempo se viene advirtiendo a la administración sobre el problema de los enfermos refractarios y Valero Pérez que hay una Comisión Autonómica de Ingresos que se reúne mensualmente, "donde estamos los jefes de servicio y coordinadores de sector, donde llevamos años, unos 20, llorando, pidiendo cambios por la escasez de recursos, la falta de gestión por la falta de rigor en la planificación, las listas de espera o la unidad de refractarios". Alfredo Pérez Poza reflexiona sobre la necesidad de explicar que "no todos los trastornos mentales graves necesitan una intervención social. Hay muchos que están incorporados en un trabajo normal, no protegido, en la sociedad normal. Hay muchos psicóticos, muchos TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) graves que están integrados en la sociedad, trabajando no en empleos protegidos, sino entre nosotros y con normalidad. Hay jueces, médicos, periodistas… de todo y la sociedad debe saberlo". A lo que Ana López añade: "La prevención es fundamental, hay que mirar el futuro, tenemos que trabajar en prevención y en la sensibilización social. Hay que explicar bien que no todos los pacientes están para ingresar, que necesitamos recursos, porque son seres humanos que sufren y necesitan respeto y dignidad, y y en ella está también la autonomía máxima del paciente y de sus familias, la posibilidad de que puedan vivir los mas graves en miniresidencias, que no existen en Aragón a pesar de haber un borrador hecho hace tiempo; y en pisos tutelados, insuficientes".

Así, reitera Carmelo Pelegrín que "queremos una dirección de Salud Mental porque tenemos un componente social que otros, como por ejemplo los cardiólogos, no tienen, porque debemos coordinarnos con otros, con los servicios sociales, porque son pacientes que necesitan trabajo protegido, ocio… Necesitamos estar diferenciados, y somos austeros en nuestras peticiones, porque ahora lo prioritario son las camas". Y todos coinciden en que "si pudiéramos organizarnos en un plan de actuación a 5 años vista, por ejemplo –dice Valero Pérez–, no habría ningún problema para ponernos de acuerdo en las preferencias de trabajo".

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