Flores y una historia para el joven Agustín Mur Sarasa

Una oscense descendiente de Tabernas de Isuela consigue -con la ayuda de las redes sociales- saber quién fue un hombre enterrado en su pueblo y cuya tumba cuida su familia.

Tumba de Agustín Mur Sarasa, en el cementerio de Tabernas de Isuela, fallecido el 31 de octubre de 1927.
Tumba de Agustín Mur Sarasa, en el cementerio de Tabernas de Isuela, fallecido el 31 de octubre de 1927.
Eshter Puisac Nogarol

El 1 de noviembre, tras volver del cementerio de Tabernas de Isuela de poner flores en las tumbas de sus familiares y de un desconocido (Agustín Mur Sarasa), la oscense Esther Puisac Nogarol decidió compartir una historia en Facebook. Su familia llevaba toda la vida cuidando la tumba de Agustín, y quería saber quién fue. Su única pista era la inscripción en la cruz: el joven Agustín Mur Sarasa muerto el 31 de octubre de 1927 a los 26 años. Las redes sociales amplificaron el relato, y a Esther le llegaron mensajes de toda España y hasta de Argentina. Casi un mes después, sorprendida por la repercusión y emocionada, ha podido completar la historia.

"Agustín Mur Sarasa nació en 1901 en Almudévar (Huesca). Era el pequeño, único varón tras cuatro mujeres (María, Raimunda, Isidora y Antonia), además de otro hermano o hermana que probablemente falleciera con pocos años. Su padre, Francisco Mur Rivera, venía del Pirineo, de Sinués. Sabía leer y escribir, que en esa época solo lo hacía una minoría. Era peón caminero, lo que ahora sería mantenimiento de carreteras, y le debieron de destinar por el entorno de Huesca capital. Periódicamente le moverían de pueblo, lo que explica que pudo conocer a su mujer, Josefa Sarasa García, en Tabernas de Isuela, el pueblo de mi familia. Una de sus hijas, Raimunda, también nació allí, pero otra lo hizo en Almuniente y Agustín en Almudévar", cuenta Esther en Facebook, tras comprobar los datos en distintos archivos.

La familia Mur Sarasa se asentó en Tabernas, donde figura en los censos de 1912 y 1923. Agustín se llevaba ocho años con Miguel Nogarol Brau, bisabuelo de Esther, y debieron de ser amigos. Agustín murió por alguna enfermedad repentina, y sus padres y hermanas lo enterraron en Tabernas. Ellos encargaron la cruz que casi un siglo después sigue intacta. Poco después murió el padre, y la madre y las hermanas se trasladaron a vivir a Huesca capital. Las cuatro hermanas se casaron y dos de ellas tuvieron descendencia. Esther ha contactado con una sobrina nieta de Agustín que le ha confirmado muchos datos, así como con una mujer que conoció a una de sus hermanas.

"Ni la madre ni las hermanas tendrían facilidad para desplazarse a Tabernas a cuidar la tumba de Agustín. Tendrían que trabajar o atender otras obligaciones. Y mi bisabuelo empezó a ponerle flores. Hasta 1936, cuando una apendicitis convertida en peritonitis enterró a mi bisabuelo con 43 años a apenas cinco metros de su amigo. Tabernas fue desalojado por la guerra y mi familia se fue a Francia unos años. Cuando regresaron, retomaron como pudieron su vida y sus costumbres. Y mi abuelo siguió poniendo flores en la tumba de Agustín, como había visto hacer a su padre", relata.

"Llegar a todas estas conclusiones en menos de un mes no habría sido posible sin la ayuda de un montón de gente que he conocido en estas semanas", apunta la bisnieta de Miguel Nogarol Brau. Dos mujeres aficionadas a la genealogía le han ayudado especialmente: María Eugenia Cavero, vecina de Quinto, y Nil S. Fernández, desde Argentina. Tiene un café pendiente con ambas algún día para conocerlas en persona y agradecerles su ayuda. A ellas y a muchos más. "Hay varias comunidades de genealogía en internet donde expertos y aficionados se ayudan en búsquedas de lazos familiares por todo el mundo. He aprendido muchísimo", señala.

Y el próximo 1 de noviembre, Esther y su familia volverán a poner flores en la tumba de Agustín Mur Sarasa. Ahora ya sabiendo quién fue. "Para mi familia y para mí ha sido estupendo poder completar las piezas que nos faltaban en esta pequeña tradición familiar, que no sabíamos muy bien por qué hacíamos. La avalancha de comentarios y la respuesta en las redes sociales ha sido también una experiencia maravillosa. La gente tiene ganas de conocer historias que hablan de cosas normales y de buenos sentimientos", reflexiona Esther.

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