Hay que presionar

El Gobierno de Aragón debe presionar para conseguir que el cierre de la térmica de Andorra no suponga un hundimiento demográfico.

Un momento de la reunión de ayer en el Pignatelli.
Un momento de la reunión de ayer en el Pignatelli.
Oliver Duch

Tras conocerse la decisión de Endesa de cerrar la central térmica de Andorra en 2020, era obligada una reunión como la que ayer presidió en el Pignatelli el presidente aragonés. La DGA, los ayuntamientos afectados y los sindicatos deben preparar una estrategia conjunta para hacer frente a un cierre que, si efectivamente se produce, puede ser letal para la comarca andorrana si no se toman medidas compensatorias suficientes y eficaces.

En conversación telefónica, la ministra Teresa Ribera aseguró ayer a los representantes sindicales que no autorizará el cierre de la central si Endesa no presenta un plan de acompañamiento. Pero esas palabras no bastan de ninguna manera para tranquilizar a los trabajadores ni a los ciudadanos de Andorra y Ariño ni a las instituciones aragonesas. La amenaza que pende sobre la comarca andorrana afecta en el fondo a toda la Comunidad, que tiene que hacer frente al grave problema de la despoblación y ve cómo su territorio y sus gentes pueden recibir un golpe fatal. Hay que ser conscientes de que la lucha para evitarlo será difícil y exigirá presionar de manera decidida en varios frentes. El principal, desde luego, serán las negociaciones entre el Gobierno de Aragón y el central, que tendrán ocasión de comenzar en la reunión de la comisión bilateral del próximo lunes. Pero también será necesario que Endesa comprenda que no puede desentenderse de su responsabilidad con un territorio en el que ha obtenido importantes beneficios durante muchos años. Hay que explorar a fondo la posibilidad de retrasar el cierre. Y, al mismo tiempo, hay que trabajar para hacer realidad alternativas de actividad económica y empleo en la comarca de Andorra que impidan que el cierre, cuando llegue, se convierta en un hundimiento demográfico. No es justo ni puede admitirse que la transición ecológica aseste un nuevo mazazo al Aragón rural o, en general, a la España interior.