Más muertes en la carretera

La muerte de dos jóvenes en la autovía de Huesca confirma el repunte de los accidentes de tráfico en Aragón.

Mueren dos personas en un accidente en la A-23 a la altura de Almudévar
Mueren dos personas en un accidente en la A-23 a la altura de Almudévar

Queda un mes y medio para que acabe el año, pero Aragón ya casi se puede apuntar su primer gran borrón en las estadísticas de accidentes de tráfico: con los dos jóvenes fallecidos ayer, ya son 57 las personas que han muerto en las carreteras aragonesas en lo que va de 2018, solo uno menos que los 58 de todo el año pasado. Esta constante cascada de víctimas constituye un grave problema social que requiere decisiones políticas contundentes y creíbles.

Dos vecinos de Huesca perdieron la vida ayer en un accidente en la A-23 a la altura de Almudévar. Solo tenían 23 años de edad cada uno. Con ellos, el balance desde principios de 2018 en las carreteras aragonesas es muy negativo: ya son 57 muertos. De mantenerse esta trágica tendencia, este año podría terminar siendo uno de los peores de la presente década.

El director general de Tráfico, Pere Navarro, que ha regresado al cargo después de los éxitos de su etapa anterior (2004-2014), ha vuelto a insistir en presentar descarnadamente los resultados de los accidentes, en explotar la apelación a la responsabilidad del conductor y en incrementar la dureza de las sanciones, especialmente las vinculadas al uso del teléfono mientras se conduce. Efectivamente, se debe incrementar la presión contra el alcohol, las drogas y el uso del móvil al volante. Pero hay que erradicar otras causas de los accidentes; causas que han sido enunciadas y denunciadas con insistencia en los últimos años. A los males estructurales (el mal estado de las carreteras secundarias y también el del parque de automóviles) hay que sumar la notable caída en la tensión y en el interés por hacer cumplir las normas de velocidad y de respeto de las señales. Hay que aumentar la presencia de guardias civiles vigilando las carreteras. El número de agentes ha caído notablemente desde 2012. Todo es relevante en la imprescindible tarea social de reducir el número de muertes.