Riodeva: un paleontólogo precoz en la tierra de los dinosaurios

De niño, se sorprendía con los fósiles de huesos de grandes animales que se encontraba en Riodeva acompañando a su padre con el rebaño. Y es que el pueblo es una mina de oro para la paleontología.

Miguel Tomás, en el parque de la plaza Mayor, el centro del casco urbano, donde los plátanos han sustituido al viejo olmo.
Miguel Tomás, en el parque de la plaza Mayor, el centro del casco urbano, donde los plátanos han sustituido al viejo olmo.
Antonio garcía/Bykofoto

Miguel Tomás aprendió antes a descubrir fósiles de dinosaurios que a sumar y restar. Desde bien pequeño, con apenas 5 años, acompañaba a su padre con el rebaño de ovejas por todo el término de Riodeva, "porque antes –explica–, en el mundo de la agricultura y la ganadería, no había nadie que se quedara en casa para hacerse cargo de los críos; hasta los abuelos trabajaban".

Y ahí fue donde se familiarizó con estas piedras en forma de hueso de animal que aparecían por todas partes, en caminos, campos agrícolas y barrancos, hasta en las tapias de los huertos, donde más de un vecino las empleó como sillar de construcción. "Comprendí pronto que eran huesos porque yo trabajaba con animales y veía, salvando la enorme diferencia de tamaño, la similitud entre los esqueletos de las ovejas y la forma de esas piedras, que salían siempre en los terrenos de arenisca y de arcillas", recuerda. Un día halló un diente de carnívoro diez centímetros de largo –que a él le pareció una terrorífica uña– que hoy se expone en Dinópolis en Teruel como una pieza única. Otro, una vértebra de un gran dinosaurio, a juzgar por las dimensiones –40 centímetros de diámetro–, que también puede verse en el parque paleontológico.

Hoy, jubilado como ganadero, pero no como agricultor, sigue observando la tierra con los ojos de aquel precoz paleontólogo. Tanto es así, que se ha convertido en colaborador voluntario de la Fundación Conjunto Paleontólógico Dinópolis –la versión científica del famoso parque turolense dedicado a la vida de los dinosaurios–, a cuyos expertos ha conducido hasta más de 30 enclaves de interés dentro de Riodeva. "Yo los he acompañado a los lugares que conozco y allí han obtenido fósiles suficientes para llenar varias cajas que ahora deben ser estudiados", explica.

Riodeva

Probablemente –reflexiona– no encontró indicios del húmero fosilizado del Turiasaurus Riodevensis, conocido como el Gigante Europeo –una de las piezas más importantes halladas en esta localidad– porque los restos de este gran saurópodo no se encontraban a nivel superficial, sino a una cierta profundidad. De lo contrario, no habría escapado a la observación de este pastor. La pieza en cuestión fue descubierta por la Fundación Dinópolis en 2003 y una réplica de este material puede verse en el espacio ‘Tierra Magna’, un lugar en el que se exponen reproducciones de dinosaurios a tamaño real.

Miguel, que también es concejal en el Ayuntamiento de Riodeva, ejerce de guía de excepción cada vez que se acerca a Titania, la subsede de Dinópolis en Riodeva, acompañando a sus amigos. Si en esos momentos hay otros visitantes que se detienen en paneles con fotografías que recogen algunos de los fósiles encontrados por él, es invitado por el personal de Titania a que explique en primera persona cómo los halló y cuál fue su impresión.

Está hecho todo un experto en descubrir icnitas o pisadas que los dinosaurios dejaron en el barro de la zona cenagosa en la que habitaban y que, gracias a que se han petrificado con el paso de millones de años, han llegado hasta nosotros. Coge su teléfono móvil y muestra decenas de fotos tomadas por él mismo recientemente de estas huellas testigo de que Riodeva estaba dominado por los grandes saurios hace 145 millones de años.

Y es que Miguel jamás se ha cansado de pisar este terreno agreste en el que nació. Habla con auténtica admiración de los Amanaderos de Riodeva, un paraje natural en el que brotan las fuentes que forman el río que da nombre al pueblo, con cascadas de agua de hasta 25 metros de altura y riachuelos que discurren entre montañas. Más abajo, estas aguas mueven un antiguo molino de grano convertido hoy en pieza de museo y antesala de un centro de interpretación sobre la flora y la fauna de la zona. "Cuando alguien ve los Amanaderos por primera vez se queda asombrado y se pregunta por qué la gente sale al extranjero en busca de naturaleza", explica.

Como muchos otros de sus vecinos, tuvo la oportunidad en su juventud de emigrar a ciudades con gran desarrollo económico en las que poder optar a un puesto de trabajo mejor remunerado y con horario, pero no lo hizo. Y no se arrepiente. "Con 18 años, mi primo me propuso trasladarme a Barcelona, como había hecho él. Sin embargo, ahora se alegra de que no me fuera, porque me ve feliz en Riodeva", relata.

Dice que no le importa tener que trabajar, por exigencias de la agricultura, un sábado o un domingo, porque luego, a cambio, al ser jefe de sí mismo, puede coger un día de fiesta entre semana y marcharse a ver una feria a otra ciudad o bien descansar. "La gente que emigró consiguió el dinero, pero no ha estado agusto –afirma–. Yo me he adaptado a esta forma de vida y no la cambio por nada", sentencia.

Todo el pueblo lloró la pérdida del gran olmo de la plaza, víctima de la grafiosis

Los vecinos de Riodeva tienen marcado en negro en su calendario de la memoria colectiva el año 1988, cuando el gran olmo de la plaza, con un ramaje de treinta metros de altura que llegaba hasta la veleta de la torre de la iglesia, tuvo que ser talado por estar enfermo de grafiosis. "Fue como si se hubiera muerto un familiar en cada casa", subraya Miguel Tomás, el protagonista de esta historia y alcalde de Riodeva por aquellos años, mientras recorre las calles de la localidad haciendo de cicerone para este reportaje.

No fue fácil tumbar un ejemplar de árbol de tales dimensiones. "Aquello fue una odisea –recuerda–. Tuvimos que atarlo con cuerdas y tirar de ellas con dos tractores para que cayera hacia el espacio abierto de la plaza y no dañara ninguna vivienda".

Plantado a finales del siglo XIX, Miguel calcula que el olmo habría cumplido ahora 140 años, pero no pudo ser, a pesar de que desde el Ayuntamiento se intentó atajar la enfermedad por todos los medios, esparciendo por sus hojas fungicidas e incluso inyectando insecticidas en sus raíces.

El bar-restaurante de Pedro Martín e Isabel Marqués, o cómo sobrevivir en Riodeva

En un municipio de solo 150 vecinos puede parecer complicado vivir de la hostelería y el comercio, pero Pedro Martín y su esposa, Isabel Marqués, han logrado hacer de un bar, un restaurante y una tienda de alimentos –los únicos que hay en Riodeva–, su medio de vida.

"A veces, trabajo un montón de horas y pienso que esta actividad no es rentable, luego reflexiono y me digo que, al menos, da para vivir, y que mientras no aspire a ser millonario estoy tan bien aquí como en cualquier otro sitio", explica Pedro con optimismo.

La población de Riodeva se multiplica cinco cada verano, cuando los que emigraron regresan para pasar allí julio y agosto. Entonces, hay mucha vida en el pueblo y los clientes entran y salen del bar continuamente. "Pero en invierno, sobrevivimos, nada más", dice Pedro en presencia de Isabel.

Los almuerzos, no obstante, parecen salvar el negocio de este matrimonio con dos hijos en edad de estudiar cuando llega el frío. Como si de una costumbre se tratara, un buen número de vecinos repone fuerzas cada día a media mañana en el bar de Pedro e Isabel, donde los huevos fritos con panceta son el plato más solicitado

Los imprescindibles

Uvas en el balcón

Dos vides trepan vigorosas por las fachadas de otras dos viviendas adosadas ofreciendo a sus inquilinos racimos de uva negra con solo salir al balcón y extender el brazo. La pintoresca imagen llama la atención del visitante.

La Peña del Águila

Riodeva tiene en este monte todo un símbolo paisajístico. Aunque en realidad se encuentra en la localidad valenciana de La Puebla de San Miguel, su silueta, dominando el pueblo, es visible desde cualquier lugar de Riodeva.

Titania atrae turistas

La subsede de Dinópolis en Riodeva, Titania, atrae cada vez más turismo. Al calor de este recurso museístico, que recoge cómo era la vida en esta zona turolense hace 150 millones de años, se ha abierto un albergue.

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