Palabras derribadas

La poética es más realista que la gramática.

Algunas palabras es mejor derribarlas que derivarlas.
Algunas palabras es mejor derribarlas que derivarlas.

A este profe perplejo le costó entender en un primer momento por qué A., de 13 años, gambiana, no conseguía pronunciar bien el concepto «palabras derivadas». Decía una y otra vez, "derribadas; eso dije, profe". Palabras derivadas o derribadas, difícil elección entre la gramática y la poética. Ya pueden imaginar con qué me quedé. Veo a A. como las chicas de su edad: feliz, compleja, dispersa, curiosa, ilusionada. Trato de verla en un futuro próximo y eso es precisamente lo que veo: palabras derribadas. Por desgracia, la poética suele ser más realista que la gramática.

A. lo tiene difícil: todos los techos de cristal se convertirán para ella en hormigón armado. Y tiene todas las papeletas para sufrir brechas aún no imaginadas de género, salud, etnia, cultura y pobreza. Sus oportunidades tienen las alas lastradas. Pero muchos profes perplejos hemos aprendido a educar en la incertidumbre, y esa es la mejor vacuna contra la indiferencia, esa grasa que se deposita en la moral de la ciudadanía y que hay que restregarse a conciencia con la ducha matinal de realidad.

Hay que recargar las palabras derribadas, porque "exclusivo" y "excluyente" vienen de "excluir". Mujeres de todo el mundo se reúnen en Zaragoza para hablar de interseccionalidad mientras escribo estas líneas; en suma, cómo impedir que tantas zaragozanas como A. no piensen que derivar la palabra "exclusión" es una mera cuestión de gramática. En tal caso, mejor derribarla.

Jorge Sanz Barajas es profesor y escritor. #Su última obra es ‘Capital del desierto’ (Sibirana)