Recaudación sin inversión

La DGA bate récord de recaudación hasta septiembre, pero la inversión solo llega al 25%.

El consejero de Hacienda, Fernando Gimeno.
El consejero aragonés de Hacienda, Fernando Gimeno
Cortes de Aragón

El Gobierno de Aragón ha batido un récord de recaudación fiscal en lo que va de año. En cambio, la inversión pública solo llega hasta septiembre al 25% de lo presupuestado para todo el año. Aunque no son magnitudes comparables, sí que guardan relación. Mejorar el capítulo de ingresos de unas cuentas públicas debe servir para invertir en mejoras que garanticen el desarrollo de la Comunidad.

Los ingresos fiscales de la DGA en los tres primeros trimestres del año están cerca de los 2.700 millones de euros por la cesta de impuestos directos e indirectos y las tasas. Las previsiones se están cumpliendo con creces incluso en los derechos reconocidos de los impuestos propios y cedidos que gestiona directamente el Gobierno de Aragón. El de Patrimonio ya ha superado la propia estimación para todo el año, ya que los 46,9 millones suponen un 104% más. Pero este incremento en la recaudación –relacionado con la mejora de la economía y con el aumento de la presión fiscal– no se ha traducido en el crecimiento de las inversiones públicas, sino que solo una mínima parte se ha destinado a hacer realidad la retahíla de equipamientos y servicios anunciados cuando se aprobaron las cuentas.

Sabido es que las inversiones no tienen nombres y apellidos, como ocurre con los gastos sociales, no están comprometidas, como sucede con otras partidas presupuestarias tal que el pago de los intereses de la deuda; por eso, resulta más fácil aplicarles un recorte. Sin embargo y según los expertos, son los gastos que más contribuyen al crecimiento futuro siempre que cubran carencias y sean eficaces. El crecimiento de la inversión pública es una de las condiciones necesarias para que una economía sostenga su ritmo de crecimiento a medio plazo. Dependiendo de los destinos de la misma, puede ser también el fundamento de la modernización económica, del aumento de la capacidad competitiva y, a la postre, del bienestar de la población.