En máximo riesgo

La despoblación pone en riesgo la supervivencia de una parte del territorio.

La comisionada del Gobierno frente al Reto Demográfico, Isaura Leal (en el centro), ha presidido la reunión en Madrid con alcaldes y presidentes de diputación.
La comisionada del Gobierno frente al Reto Demográfico, Isaura Leal (en el centro), presidió la reunión en Madrid con alcaldes y presidentes de diputaciones locales.
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No por repetido este problema apunta hacia su solución. Su gravedad es máxima y los riesgos mayúsculos para Aragón. Uno de cada cinco municipios de la Comunidad se encuentra en riesgo de desaparición y tres de cada cuatro (543) tienen menos de 500 habitantes. La realidad en tan cruel como compleja y exige de un nuevo enfoque de las políticas autonómicas y de una financiación acorde a la exigencia. El tiempo apremia y corre en contra del interés general de Aragón

La rotundidad de las cifras deja escaso margen para la interpretación. El diagnóstico, a su vez, también está claro y la enfermedad, pese a los muchos esfuerzos, no está controlada. La despoblación, entendida como uno de los grandes males del Aragón rural, pone en riesgo la supervivencia de una parte del territorio que ya se encuentra en un acelerado proceso de desertización. A la falta de habitantes se suman el envejecimiento y la dispersión de la población, tres variables que entremezcladas componen un dañino combinado que arrastra hacia el olvido a una gran parte del territorio. Las diferentes medidas emprendidas, tales como la Directriz de Política Demográfica y contra la Despoblación, que incluye hasta un total de 380 acciones, se están mostrando insuficientes para frenar una fuerza devastadora que ignora que el medio rural tiene un futuro por delante. Garantizar esta visión exige, en cualquier caso, un modelo inversor y presupuestario que está muy alejado de los números que se han venido gestionando hasta la fecha. La coordinación de los diferentes actores y de todas la políticas, tal y como reclaman los afectados, no solo es urgente, sino que requiere de un abierto cambio de mentalidad política que aún no se ha visto plasmado. Renunciar al medio rural, rechazar esta parte indisoluble de la Comunidad, implica negar la naturaleza misma de Aragón.