"Ahora no estamos gente ni para poder echar la partida"

Valdehorna, en el Campo de Daroca, ha perdido en dos décadas a más de la mitad de sus vecinos. No tiene tienda y el médico solo pasa consulta una hora a la semana

Benjamin Lavilla, el actual regidor, y Fabián Lavilla, que fue alcalde durante dos décadas.
Benjamin Lavilla, el actual regidor, y Fabián Lavilla, que fue alcalde durante dos décadas.
Macipe

El silencio resuena por las calles de Valdehorna, en el Campo de Daroca. Es otoño, el escaso sol de la tarde apenas se deja ver en una jornada nublada y las viñas que rodean al pueblo ya no tienen fruto. Tampoco hay gente. Valdehorna es uno de esos ejemplos que deja a su paso el avance de la despoblación: en 1996 contaba con 62 habitantes, hoy son solo 30 los empadronados. En la última década ha perdido 16 inscritos, el 50% tiene más de 65 años y no hay ningún niño.

Estos son los números, y la traducción es sencilla: "Una vez que termina el verano, el rato de más movimiento es cuando las mujeres mayores vienen al bar a echar la partida de cartas y les pones el café", apunta Ramón Ibáñez, natural de la localidad, jubilado y que, como pasatiempo, gestiona el bar del pueblo. Con la llegada del frío cada vez quedan menos vecinos, hasta que en marzo o abril vuelve a repuntar la afluencia.

"Antes el alumbrado era malo, no teníamos agua y las calles eran de tierra. Ahora están encementadas, hay buena iluminación y suministro de agua. Pero falta la gente, ahora no estamos ni para echar la partida". Así lo resume Fabián Lavilla, de 82 años, que fue alcalde durante dos décadas y ahora es uno de los residentes que resiste en la localidad a estas alturas del año. "El médico viene los miércoles y la enfermera, los martes. Una hora cada uno. Nos tratan y atienden muy bien", subraya.

Cuando él estaba al frente del Ayuntamiento había hasta 72 vecinos, con la agricultura y ganadería como principales actividades. Ahora en la alcaldía, que funciona en régimen de concejo abierto, está un familiar suyo, Benjamín Lavilla, de 62 años, que se dedica al campo y vive con su padre. "No tenemos tienda, y el panadero de Daroca hace mucho tiempo que ya no sube", señala.

En su caso, de la cuadrilla de media docena de amigos, todos se fueron a estudiar fuera y ya no volvieron. "Sí que hay más gente los fines de semana y sobre todo en verano", remarca Benjamín. "Para las fiestas seremos más de 200", puntualiza Ramón Ibáñez.

"Aquí ya no se tienen hijos, la gente joven se va y la vieja se muere", sentencia Fabián Lavilla. Para recoger los medicamentos, tampoco pasa ningún farmacéutico: "Los jueves bajamos a Daroca en una furgoneta subvencionada en la que pagamos poco más de un euro, vamos a las nueve y nos recoge sobre la una".

En el caso de Ramón, al regentar el bar como entretenimiento, se ocupa de él en semanas alternas, más conforme se acerca el buen tiempo. "Ahora, además del café, solo da para poner alguna cerveza contada a los que vienen del campo", cuenta. Él salió del pueblo siendo muy joven: "Mis padres emigraron en 1954, y de pequeño vas viniendo; pero ya de mayor, cada vez menos. Mi hermana siempre dice que antes no quería venir y ahora no salgo".

Hasta el bar se acerca Adoración Monge, de 76 años, antes de dar su paseo vespertino por las cercanías del pueblo. Residente en Valdehorna, es natural de Torralbilla, de donde salió una vez que se casó con su marido. "Cuando vine, este pueblo estaba lleno y el mío también, ahora están vacíos", resume.

"Me siento muy a gusto aquí y estoy entretenido", resume Ramón. Lo dice mientras recorre el patio de las antiguas escuelas, que cuando se cerraron en 1975 pasaron a ser iglesia, al haber un derrumbe en el templo, y que desde 1988 hacen las veces de bar. Y allí apura la tarde Ramón, cuidando las plantas que adornan la entrada del lugar que un día acogió el futuro del pueblo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión