Cuarenta y cinco escuelas de menos de siete alumnos luchan por sobrevivir en Aragón

La despoblación hace que tres de cada diez colegios de la Comunidad no lleguen a los 20 escolares. Padres, docentes y pedagogos defienden que este modelo ayuda a la innovación y al arraigo de los niños.

La profesora de la escuela de Azanuy, Belén Ara, con los cinco niños a los que da clase este curso.
La profesora de la escuela de Azanuy, Belén Ara, con los cinco niños a los que da clase este curso.
Rubén Coll

Nueno (Huesca) recuperó su escuela después de 36 años en el curso 2016-1017 con seis alumnos y ya se ha tenido que ampliar para los 21 niños que acuden a ella. La de El Pobo (Teruel), en cambio, solo funcionó cuatro días el pasado septiembre, después de que los padres de tres de los alumnos residentes en el lugar decidieran llevarlos al centro educativo de la localidad en la que trabajan. El pueblo se ha quedado por primera vez sin colegio.

Es la cara y la cruz del modelo educativo aragonés, que apuesta por mantener los colegios abiertos con solo tres estudiantes para luchar contra la despoblación y articular un territorio en el que también ha hecho estragos la baja natalidad. Este curso, 45 escuelas con seis o menos alumnos luchan por sobrevivir. Contribuyen así a que los niños se eduquen donde viven y fomentan ese arraigo que en el futuro les puede llevar a desarrollar su proyecto de vida en una pequeña población.

Casi la mitad de ellas, 22, se concentran en Teruel, mientras en Huesca hay 12 y en Zaragoza, 11. Según datos del Gobierno aragonés, a lo largo de esta legislatura se han mantenido un centenar de estas escuelas que estaban abocadas al cierre.

El desierto demográfico en que se ha convertido un tercio de Aragón vacía las aulas. Se refleja también en que 196 colegios de la Comunidad cuentan este curso con menos de 20 estudiantes, lo que supone tres de cada 10. Además, tres de cada 20 no llegan a la decena de matriculados.

Solo hay siete escuelas con tres niños en toda España y dos son turolenses, las de Alba del Campo y Bello. Aragón ostenta así la ratio más baja para mantenerlas abiertas, siempre que estén de acuerdo las familias y el Ayuntamiento. Castilla y León acaba de empezar a aplicarla y este curso ya tiene cinco. En otras regiones la ratio mínima es de 5 (La Rioja), 6 (Galicia) u 8 (Cataluña).

Cuando una escuela unitaria llega a 11 niños se forma un segundo grupo con su correspondiente maestro. Antes se desdoblaba la unitaria cuando había 14 alumnos. Si llegan a 14 estudiantes, a su plantilla se suma a media jornada un maestro más. Hay que contar además a los especialistas (como los de Música o Educación Física) que suelen rotar por varios de los pueblos que integran un Centro Rural Agrupado (CRA).

Aunque la escuela rural tiene sus debilidades, para familias, profesores, sindicatos y pedagogos, entre otros colectivos, sus ventajas hacen decantarse la balanza claramente a su favor. La falta de estabilidad del profesorado y los inconvenientes para su acceso a la formación permanente, la complejidad para organizar servicios como el comedor y el transporte y la dificultad para mantener la escolarización en los sitios más pequeños son sus principales fragilidades. El hándicap de la socialización, ya que al ser pocos niños las relaciones sociales se reducen, también está presente.

"Es un laboratorio pedagógico"

¿Y los argumentos a favor? "La escuela rural ha sido el laboratorio que ha regenerado e innovado el sistema educativo general", defiende Víctor Juan, profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad de Zaragoza y director del Museo Pedagógico de Aragón. Pone ejemplos como el programa ‘Leer juntos’, que nació en Ballobar, las tablets con las que experimentaron por primera vez en España los chavales del Colegio Rural Agrupado de Ariño-Alloza y el caso mediático de Alpartir.

Para este gran conocedor de la escuela rural, una clave de su éxito está en el grado de implicación de los maestros "que no son aves de paso". "Es el ambiente pedagógico ideal para hacer proyectos propios contando con la colaboración de los padres y que los niños sean felices", asegura.

Desde la Asociación Psicopedagógica de Aragón, su presidente, Juan Antonio Planas, recuerda que la región que mejores resultados obtiene en el informe Pisa es Castilla y León, donde uno de cada tres colegios es escuela rural. "Al compartir aula, los niños pequeños aprenden mucho por imitación, es lo que se llama aprendizaje cooperativo y colaborativo", apunta.

La necesidad de contar con un profesorado estable la pone sobre la mesa Alfonso Zafra, responsable de CSIF Educación en Aragón. Actualmente, el 30% de las plazas docentes están ocupadas por interinos, un porcentaje que en el medio rural se eleva al 80%. Muchos maestros cambian cada año, lo que también preocupa a los padres. Este año por primera vez, Educación ha sacado puestos en 40 centros con movilidad de maestros, de modo que los docentes, de forma voluntaria, podían elegirlos para permanecer al menos tres años. Se han adjudicado un total de 164 de estas vacantes de larga duración.

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