Heraldo del Campo

Estas ovejas no son de Felipe, son de María

Las ganaderas españolas se han hecho visibles. Han creado una red, en la que ya están integradas 150 (de ellas, una decena de aragonesas) para darse apoyo y colaboración. Pero también para reivindicar. Y lo hacen (y lo cantan) por internet.

Maite Mengod, ganadera de la localidad turolense de La Puebla de Valverde, con su rebaño de ovejas y cabras.
Maite Mengod, ganadera de la localidad turolense de La Puebla de Valverde, con su rebaño de ovejas y cabras.
M. M.

Son biólogas, geólogas, periodistas... e incluso fueron bailarinas o cantantes. Pero sobre todo son ganaderas y pastoras de extensivo. Hasta hace apenas dos años eran invisibles, ni siquiera entre ellas tenían conocimiento de la existencia de las demás. Ahora se han hecho incluso famosas. Son Ganaderas en Red, un colectivo que nació en 2016 -utilizando los enlaces de comunicación que ofrece internet- para intercambiar experiencias, conocimientos y, por supuesto, reivindicaciones. Un colectivo que, entre otras muchas actividades, decidió que la música era la mejor forma de explicar quiénes son, qué hacen, dónde están, por qué se dedican a una profesión tan dura y masculinizada y qué quieren.

Para su presentación en sociedad (virtual) eligieron el archiconocido tema de Luis Fonsi ‘Despacito’, sobre cuyas notas llamaron la atención de la sociedad realizando un vídeo con el título de ‘Mujeres al viento’. Ahí, ellas mismas, su trabajo y su familia toman la pantalla para recordar que, «además de urbe, hay mundo rural». Y como lo que querían es que «veas lo que es una ganadera», pidieron al espectador: «Deja que te cante como un corderito, todas mis virtudes y mis sambenitos».

No esperaban tal repercusión. Pero su iniciativa tuvo cientos de miles de descargas. Les llegaron incluso ofertas para cantar en programas televisivos -que rechazaron porque no quieren espectáculos, ni platós ni maquillajes que distorsionen su imagen real-. Su versión ha sido traducida a varios idiomas y su proyecto ha despertado interés entre ganaderas de otros países, incluso del otro lado del Atlántico.

Viendo el éxito, repitieron la experiencia musical con un nuevo vídeo más reivindicativo que convierte el ‘Shape of You’ de Ed Sheeran por un ‘Libres al fin’ en el que denuncian las «irracionales» trabas burocráticas. En su nueva versión cantan (y bailan) que «su trabajo no es fácil, el día es largo y agotador», denuncian que se les «imponen problemas y mil normas ilógicas con artes de lobo feroz», pero advierten de que Ganaderas en Red «somos mujeres con mucha fuerza y valor». La música les ha dado visibilidad, pero su iniciativa es mucho mayor. Ganaderas en Red es un grupo de apoyo, de colaboración y proyectos conjuntos y es una plataforma de reivindicación con la que pretenden poder decir sin causar sorpresa que «estas ovejas no son de Felipe, son de María, de Maite, de Judith...» o de esas otras 150 mujeres ganaderas que (de momento) ya forman parte de esta red que se ha extendido por toda España.

Judith Ballarín atiende nuestra llamada con el balido de sus ovejas de fondo. Reconoce que se ha puesto a hacer una faena detrás de otra y se ha olvidado de que habíamos quedado. Y aunque insistimos en que podemos hablar en otro momento que tenga un hueco más libre, nos explica que siempre hay algo que hacer, así que decide en ese momento hacer un pequeño alto en el trabajo para atendernos. Tiene 27 años y, a pesar de su juventud, ya lleva más de siete convertida en ganadera de extensivo. Cuenta que no tenía pensado ser pastora. Lo era su padre y antes lo había sido su abuelo, pero ella, que en algunas ocasiones ayudaba a su progenitor con los animales, estaba centrada en sus estudios de grado superior de forestal.

La decisión de su padre de vender el rebaño con la jubilación le hizo cambiar el chip y aun sabiendo que «para mi madre fue el peor día de su vida, ella quería que continuase con una carrera», detalla, anunció que sería ella la que se encargaría del ganado. «Tenía 19 años y cuando fui consciente de que si mi padre se jubilaba, las ovejas con las que yo había crecido tan feliz iban a desaparecer de mi casa, decidí quedármelas». Ahora, con su pareja, Sergi, se ocupa de 1.400 animales, con los pasa el invierno en Altorricón (Huesca) y trashuma en verano hasta los pastos cercanos al Aneto.

Reconoce que es una profesión dura, incluso solitaria, en la que el trabajo no da tregua y que se hace más difícil por los bajos precios, los problemas burocráticos y los sobresaltos sanitarios. Y si además eres mujer, es invisible. Pero lo dice con esa voz alegre con la que se intuye una perpetua sonrisa en los labios que tiene aquel que es feliz con lo que hace. «Esto te tiene que gustar, porque por obligación es imposible», matiza.

No es fácil quedar con Rosa Avellanet, bióloga y licenciada en Producción Animal, que hace 10 años decidió dar un vuelco a su vida y volver al medio rural. Se trasladó con su marido hasta Orós, un pequeñísimo municipio de Huesca cercano a Biescas, donde instalaron una explotación ganadera de razas autóctonas -400 ovejas churras tensinas, 50 cabras pirenaicas, cerdos y burros de la raza asnal catalana, pavo oscense y gallina de Sobrarbe- que le hace estar todo el día «muy liada». Una valiente apuesta no solo por las dificultades de rentabilizar un negocio en extensivo, sino también por la falta de apoyo institucional y de los consumidores hacia un ganado con valor añadido. No fue un arrebato repentino. Su pasión por la ganadería estaba en sus genes. Su familia siempre se había dedicado a la trashumancia hasta que decidieron salir del pueblo para instalarse en Tarragona.

Un trabajo que se complica

Y resulta también tarea complicada contactar con Maite Mengod. Hay que encontrar el momento en el que su móvil está operativo, porque «aquí en la masía tengo mala cobertura», explica, dejando así claro los problemas que añade a la profesión un medio rural la mayoría de las veces olvidado por los servicios y las conexiones. Pero su insistencia y disposición -por algo es ganadera de ovino en un pequeño municipio a las faldas de la sierra turolense de Javalambre- hace posible que pueda explicarnos que fue la tradición familiar la que encaminó sus pasos. Porque a los 19 años decidió que debía dejar de ser una ‘ayuda’ para convertirse en titular de una explotación de 2.000 ovejas y 100 cabras de la que es propietaria junto con su padre y su hermano en el municipio turolense de La Puebla de Valverde.

Maite reconoce que la ganadería es dura. Pero la complica mucho más una exigente burocracia «con la que echas el jornal del día, porque ir a la OCA (oficina comarcal agroambiental) es enredarte en un papeleo que te hace perder horas y horas. Y como cometas un error, la sanción es importante». La complica también unos precios «que están como hace 20 o 30 años», cuando los costes de producción se han disparado, matiza. Y la complica, especialmente para los que quieren incorporarse, un sistema de ayudas anclado en el pasado, que cobran aquellos que ni siquiera tiene ya ovejas y que, como explica Maite, impide el relevo generacional.

Estas preocupaciones y reivindicaciones son las que Judith, Maite o Rosa comparten ahora con móvil en mano. Hasta hace bien poco no se conocían, incluso se sentían «bichos raros» hasta que entraron a formar parte de Ganaderas en Red y descubrieron que, como ellas, hay al menos otras 150 mujeres -las que ya forman parte de este colectivo- con las que se han enredado en un proyecto en el que están integradas ya alrededor de una decena de ganaderas y pastoras aragonesas.

«Apoyo mutuo»

«En Aragón no conocía a más ganaderas y ahora he visto que existen e incluso que las tengo cerca», explica Judith, que destaca el vínculo creado con esta red, en la que «tengo amigas incluso sin conocerlas personalmente».

«Es una red de apoyo mutuo», destaca Maite, que detalla que «en cuanto tienes alguna duda o problema, ya sea sanitario, de precios, de normativa, lo ponen en conocimiento e inmediatamente tienes respuesta de las compañeras».

Estas tres ganaderas aragonesas conocieron la iniciativa por casualidad. «Unas compañeras catalanas me pidieron participar en un vídeo y cuando les dije que me sentía un bicho raro me explicaron que había una red formada por 25 ganaderas y que si quería formar parte. Imagínate, 25 me parecieron una barbaridad y ahora ya somos 150», señala Judith.

A Maite le habló de la iniciativa una compañera. Siguió el proyecto por Facebook y comprobó que «compartía intereses y me permitía estar comunicada y conocer gente» por lo que decidió ser una más. Por eso, les gustaría que sus testimonios animaran a otras muchas ganaderas a formar parte de esta iniciativa que comenzó a rodar en noviembre de 2015 durante la primera edición de ‘Territorios Pastoreados’, unas jornadas en las que «unas pocas participantes’ fueron conscientes de a pesar del importante papel que la mujer ha desempeñado a lo largo de la historia en el pastoreo y la ganadería, era totalmente invisible.

Visibilidad

Así que decidieron salir a la luz. Con el apoyo de la fundación Entretantos, de las que algunas formaban parte, organizaron un encuentro en Madrid, al que acudieron 20 mujeres. Fue el embrión de Ganaderas en Red, una comunidad virtual, pero muy real -conectada permanente por Facebook, Whatsapp o Slack-.

No solo hablan, rompen su aislamiento y comparten sus preocupaciones, que también. Además, han desarrollado unos quince canales temáticos en los que resuelven los problemas sanitarios de su ganado o analizan la puesta en marcha de nuevos proyectos comunes, entre ellos una página web para la venta de productos por internet.

Pero esta iniciativa, que ya ha recibido prestigiosos premios, quiere que la voz de las ganaderas se oiga. Y se escuchen sus reivindicaciones, que hablan, entre otras cuestiones, de participar en espacios de toma de decisiones, de la necesidad de políticas que faciliten la supervivencia del medio rural o de la igualdad en el trabajo e incluso en los sistemas de manejo (sacos de piensos o maquinaria adaptadas a mujeres sin un coste mayor).

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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