¿Deberes voluntarios?

Sí. Y también ‘a la carta’ o personalizados, sin notas ni castigos, divertidos, muy creativos y con el ‘aprobado’ de los padres. Este curso, el Departamento de Educación de la DGA enviará a los colegios e institutos aragoneses un protocolo para debatir cómo deben ser los siempre polémicos y discutidos deberes escolares.

Las metodologías activas y las nuevas tecnologías de la imagen y comunicación (TIC), al servicio de las tareas escolares.
Las metodologías activas y las nuevas tecnologías de la imagen y comunicación (TIC), al servicio de las tareas escolares.
Pxhere

Qué sentido tienen los deberes, hoy?; ¿son generadores de desigualdades entre el alumnado?; ¿qué papel deben desempeñar las familias en todo este asunto? Este curso 2018-19, que arrancará en breve, la DGA hará llegar a todos los colegios e institutos aragoneses un decálogo de recomendaciones para abordar el ya enquistado debate sobre los deberes o tareas escolares, que tantos ‘disgustos’ ha generado –sobre todo a las familias– en el seno de la comunidad educativa. Con la idea de propiciar el necesario consenso, la Dirección General de Innovación del Departamento de Educación puso en marcha el pasado mes de febrero el ‘Grupo de trabajo para la elaboración de un protocolo de Tareas Escolares’, coordinado por el Foro de Innovación del Gobierno de Aragón. Fruto de un proceso participativo, en el que han aportado sus reflexiones familias, inspectores de Educación, docentes y técnicos del Departamento de Educación, el documento ya está listo –se presentó al Ejecutivo aragonés el pasado mes de junio– para servir de guía a los centros, a la hora de promover debates sobre los deberes y sus metodologías, y alcanzar acuerdos con la participación de toda la comunidad educativa (docentes, alumnos y padres).

¿Deberes voluntarios?

Voluntarios y sin nota

A grandes rasgos, las conclusiones del protocolo elaborado por el grupo de trabajo recomiendan que los deberes o tareas escolares sean consensuados por la comunidad educativa de cada centro –"docentes, alumnos y familias acordarán las tareas a realizar"– y que la línea a seguir sea definida por los equipos docentes, que tendrán que poner en marcha un proceso de reflexión para llegar a acuerdos que serán recogidos en el Proyecto Educativo del Centro. Lejos de ser "repetitivas" y "mecánicas", las tareas para casa deberán ser "motivadoras" y "complementarias", "que sirvan para reforzar lo trabajado en clase, no para sustituirlo, y adecuadas en gradación, dificultad y tiempo para que las puedan hacer principalmente solos"; en este contexto, se enmarca una clara apuesta por las metodologías activas para que "el alumno sea constructor de su aprendizaje y no solo tenga que memorizar una información para un examen, sino que sepa encontrarla y ser crítico con la misma". Otras recomendaciones apuntan que, a la hora de hacer los deberes, los alumnos dispongan de un "alto grado de voluntariedad" y que hacerlos o no no influya en sus calificaciones, aunque el protocolo también incide en que, los deberes, "sí se podrán evaluar como parte del proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno, de manera que exista el necesario ‘feed back’ del docente". Es decir, que no sean calificables pero sí evaluables. Y, "como norma general", el no hacer las tareas para casa "no podrá ser objeto de consecuencias negativas para el alumnado". Para atender a la diversidad de las aulas, las tareas escolares "deberían estar personalizadas" para dar respuesta "a los intereses de aprendizaje y necesidades del alumno, pero también a las de las familias y a las del propio grupo clase". En resumidas cuentas, y de forma muy básica y simple: deberes consensuados, personalizados o ‘a la carta’, voluntarios, sin notas, que no tengan repercusión "punitiva" alguna para los alumnos, planificados en el tiempo y amparados en las siempre sugerentes metodologías activas. La polémica... está servida.

Aspectos como el elevado carácter de voluntariedad de los deberes han suscitado la reacción lógica de un determinado sector de familias, en concreto, de la Federación Cristiana de Asociaciones de Padres y Madres de Aragón (Fecaparagón), que, "como padres", quieren que sus hijos "aprendan y, para aprender, es necesario que tengan hábitos de trabajo" y sostienen que "realizar las tareas en casa facilita la adquisición de hábitos esenciales: esfuerzo, aprendizaje individual, capacidad de planificación, de atención e, incluso, la motivación. También, la interiorización de los conocimientos". Del mismo modo, han manifestado su desacuerdo a la hora de entender el concepto de diversidad, que "debería contemplarse de manera global, de la clase, y no particular de cada alumno para no caer en lo complicado de las ‘tareas a la carta’". Al otro lado de la balanza, Fapar, que también ha participado en este grupo de trabajo de tareas escolares y que representa a padres y madres de alumnos de la escuela pública de Aragón. Sus propuestas abogan por una escuela compensadora de desigualdades: "Hay muchas familias que no pueden ayudar a sus hijos a hacer los deberes, por lo que estos no pueden ser una prolongación de las actividades del aula y mucho menos se debe penalizar a los niños que no los hagan", según han declarado en anteriores ocasiones.

Pero ha sido el mismo proceso participativo de elaboración del documento el primero en despertar algunos recelos que cuestionan la "fiabilidad" y "seriedad" del protocolo, ya que, como apunta Miguel Ángel García Vera, presidente de Fecaparagón, en el citado grupo de trabajo podía participar "todo el que quisiera" –incluso fue reconocido por la DGA como actividad formativa para el profesorado–. "No se trata de un equipo de acreditados expertos con una opinión representativa en el tema", sino, más bien, de un "grupo de voluntarios". "De las tres sesiones que estaban previstas –afirma García Vera–, a la primera asistieron 80 personas, a la segunda unas 30 y la tercera ni siquiera se celebró", por lo que considera que el documento final que se presentará a los centros educativos se ha cerrado de forma "precipitada y sin consenso". "Pensábamos –continúa– que se iba a elaborar un proyecto para ser debatido en profundidad por toda la comunidad educativa".

Un apoyo para los centros

Desde la Dirección General de Innovación apuntan que la idea de crear este grupo de trabajo sobre las tareas escolares surgió a raíz de una jornada, organizada por el Departamento de Educación, sobre ‘Tareas escolares en el proceso de aprendizaje’, celebradas el pasado mes de diciembre en el IES Corona de Aragón de Zaragoza y llamadas a convertirse en un foro de reflexión sobre este tema. Y, a partir de ahí, se inició un proceso participativo abierto a cualquier persona interesada en aportar ideas (docentes, familias, ciudadanos…), en reflexionar sobre las tareas escolares, no solo sobre los deberes. "Hablamos –insisten– de algo mucho más profundo que incide en la metodología, en un nuevo modelo de escuela y que va más allá de si los deberes son buenos o malos". No se pretendía abrir el consabido debate ‘deberes sí o no’, se trataba de articular "un documento de apoyo –en él se analizan las diferentes normativas en España, estudios científicos, cuestiones pedagógicas y metodológicas...–, respetando la autonomía que tienen los centros educativos". En este sentido, la Lomce (Ley Orgánica de Mejora de la Ley Educativa) de 2013 recoge en su artículo 120.2 que "los centros docentes dispondrán de autonomía para elaborar, aprobar y ejecutar un proyecto educativo y de gestión, así como las normas de organización y funcionamiento del centro". El 121.5, además, plantea que "los centros promoverán compromisos educativos entre las familias o tutores legales y el propio centro, en los que se consignen las actividades que padres, profesores y alumnos se comprometen a desarrollar para mejorar el rendimiento académico del alumnado". Y ese documento, en el que deben reflejarse dichos acuerdos, no es otro que el Proyecto Educativo de Centro (PEC), cuya aprobación es asignada por el artículo 132 de la citada ley al director del centro. Conforme a la situación actual de los deberes en las aulas, el protocolo en cuestión reconoce que "aunque son habituales en la mayoría de colegios e institutos, son muy pocos los centros que disponen de una línea consensuada y pública".

El documento tampoco entra en valoraciones sobre la "pérdida de autoridad" que, supuestamente, podría suponer para el profesorado que las familias o los propios alumnos pudiesen tomar alguna decisión acerca de los deberes" –aspecto que, seguramente, dará mucho que hablar–; su objetivo, en definitiva, es "abrir un debate que ponga encima de la mesa la situación actual de los deberes y que llegue a toda la comunidad educativa aragonesa, especialmente a los centros".

Algunas discrepancias

Que los alumnos y familias participen en la toma de decisiones sobre las tareas escolares que deben realizar es un punto álgido de discrepancia. Para María Torrecilla, psicopedagoga, orientadora de infantil y primaria en el colegio Juan de Lanuza de Zaragoza y miembro de la junta directiva de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, el tema de los deberes genera mucha controversia, mucho ruido: "Por un lado –dice– está lo que opinan docentes y profesionales y, por otro, lo que piensan todos los demás". Que se implique en este debate a toda la comunidad educativa le parece "genial"; "pero yo –afirma– no voy a los congresos médicos a opinar sobre una determinada enfermedad. Nadie cuestiona lo que le dice el pediatra a sus hijos". Cuando se habla de reflexiones pedagógicas, de cómo se tienen que hacer los deberes, de las metodologías que se deben aplicar, sus objetivos y filosofía, la intervención de las familias "es un error", afirma la orientadora, "ya que los padres no tienen una formación pedagógica". "Evidentemente –matiza–, las familias tienen que formar parte del proceso educativo de sus hijos y su opinión debe contar y mucho a la hora de comunicarse e informar a los profesores, por ejemplo, sobre los tiempos que invierten haciendo deberes, ya que, muchas veces, el docente no es consciente del verdadero tiempo que conllevan". "Sin olvidar –concluye– que hay familias muy críticas que ni siquiera permiten a los profesores expresar lo que piensan sobre el tema".

De una opinión muy similar, con respecto a la intervención de las familias, es Toñi Morcillo, maestra de primaria del colegio público Josefa Amar y Borbón de Zaragoza, psicóloga y también miembro de la junta directiva de la misma asociación, pues asegura que "los profesionales de la educación son los que realmente saben lo que necesita cada alumno" y añade –en la misma línea que su colega– que "el debate de los deberes surge más por parte de los padres que de los profesores".

Durante sus 32 años como maestra de primaria, Morcillo ha visto cómo los padres, después de largas jornadas laborales, pasan cada vez más y más tiempo en casa, con los chavales, haciendo las tareas escolares. "¡Y yo me canso de decirles, no sin cierta sorna, que los deberes no son para ellos, que son para sus hijos!", exclama la docente. "Lo que ocurre –explica– es que, ahora, no hay esfuerzo por parte de los chicos y las familias tampoco lo fomentan demasiado que digamos. Y los hábitos de estudio y de trabajo hay que consolidarlos, aunque solo sea estudiando cada día 15 minutos en casa". "Esto es así –sentencia muy seria–. A la escuela se va a aprender, no ha pasárselo bien, aunque los docentes, con los medios que hoy tenemos a nuestro alcance, intentamos enseñarles y que aprendan de la manera más amena posible".

¿Deberes voluntarios?

Padres ‘helicóptero’

Ante la tesitura de por qué se sienten los padres tan imprescindibles en todo este proceso, Morcillo sostiene que muchos se ven obligados ha hacer los deberes con sus hijos porque si no, los niños no los harían. "Hablamos de padres excesivamente protectores;son los llamados padres ‘helicóptero’, que están sobrevolando alrededor de sus hijos las 24 horas del día para que coman, para que duerman...". "Son padres, insiste la maestra, que quitan toda la responsabilidad y toda la culpa al niño para que no se frustre". El papel de los padres, en su opinión, no es otro que el de estar pendientes. "A partir de 4º de primaria –asevera– el niño tiene que ser autónomo para hacer sus deberes, igual que lo es para comer, para jugar o para ir al cole". "Con los deberes –interviene María Torrecilla– el alumno repasa, revisa y asienta conocimientos. Y, si estas premisas se cumplen, la familia no debería tener que intervenir para nada en las tareas de los hijos, ya que su objetivo es fomentar la autonomía y la responsabilidad, no aprender más". Cuando los deberes sustituyen contenidos que no se han dado en clase, argumenta la orientadora, "algo falla", a pesar de que valora positivamente su utilidad, aunque no en el formato tradicional "repetitivo y rutinario" de hacer páginas y páginas diarias de divisiones, por ejemplo; para Torrecilla "hacer deberes también puede ser bajar a la papelería a comprar una cartulina o conocer el entorno próximo, ya que estos no solo están relacionados con los contenidos y objetivos académicos". "Marcharse a casa con un folio lleno de cuentas no sirve para nada –apostilla Morcillo–, es más, es desmotivador. "Eso no son deberes, son ejercicios de mera repetición".

Está claro que las dos profesionales de la educación abogan por unas tareas escolares enriquecedoras y creativas para los alumnos, basadas en la investigación, tanto individual como en equipo, sustentadas por las metodologías activas y, si es necesario, echando mano de las nuevas tecnologías, aunque Morcillo discrepa con respecto a la afirmación de que los deberes deben servir para afianzar y no para ampliar conocimientos. "Si la escuela tiene que atender a la diversidad –puntualiza–, mi alumnado es diverso: tengo 25 diversidades en el aula o varios grupos muy diferentes". "Al alumno que está por encima del resto, ya sea por edad o por altas capacidades, por ejemplo, no puedo dejarlo solo con lo que damos en clase, porque se me aburre". "Además, conviene no olvidar lo que en psicología denominamos la ‘zona de confort’. Y está claro que si no sales de esa zona, si no te esfuerzas, no hay aprendizaje, solo hay rutina". Por supuesto, siempre hay deberes más homogéneos para todos, pero "cuando trabajas por proyectos, cada grupo necesita un tipo de trabajo diferente, acorde a sus características y necesidades". Insiste, además, en que los maestros llevan toda la vida personalizando los deberes y que "hace ya 40 años", su maestro no le mandaba a ella las mismas tareas que sus compañeras. "Hoy mandamos a cada alumno lo que sabemos que necesita, si tiene que repasar el cálculo, pues el cálculo; la velocidad lectora...". Y eso son deberes personalizados. "¡No hace falta que nos lo recomiende nadie!", exclama.

Deberes ‘a la carta’

Acabamos de introducirnos en el resbaladizo terreno de los deberes personalizados o ‘a la carta’. "Por supuesto –asiente Torrecilla–, deberes individualizados y personalizados, pero igual que debe ser la educación". Aunque, por lo general, "solemos pedir mucho –dice–, sin tener en cuenta el actual sistema de ratios y la formación de los docentes". También recalca que hay niños que no alcanzan los estándares, que necesitan refuerzo "y no puedes mandarles lo mismo que a los de altas capacidades". "Son mundos paralelos", afirma. A pesar de que es complicado y complejo llegar a todos los niños y a todos sus intereses, Torrecilla afirma que lo realmente importante es que "todos, a lo largo del curso escolar, encuentren una satisfacción plena".

Si los deberes deben tener reflejo en las notas de los alumnos o no es otra cuestión. Y peliaguda."En teoría –afirma Torrecilla–, no tiene sentido que cuenten para nota, hay muchas formas de medir los estándares de aprendizaje, pero, al igual que la actitud, pueden influir. Aunque nunca hasta llegar a ser motivo de suspenso". La orientadora recuerda que es muy difícil que todos los niños puedan hacer lo mismo y que hay familias que no pueden ayudar a sus hijos. Añade, además, que nunca se castiga a un niño "por venir con los deberes sin hacer un día" pero que si la situación se prolonga en el tiempo... "Cuando esto sucede, algo pasa y, entonces, hay que buscar una solución". Los deberes implican una responsabilidad, "igual que en casa con las tareas: poner la mesa, arreglar su cuarto", esa es la línea.

"¿Y qué pasa con el que sí hace los deberes?", replica Morcillo. "Por lo general –siempre hay excepciones, claro–, ningún chaval, por iniciativa propia, quiere ponerse a trabajar,prefiere estar con la ‘play’, la tablet o el smartphone". "De hecho, si algún día no les pongo deberes para casa, aplauden todos como locos". Y se muestra mucho más tajante:"Si un alumno viene diez días al trimestre sin las tareas hechas, conmigo, tiene la evaluación en el aire, aunque me saque un nueve en el examen. Porque, si no, ¿dónde esta la evaluación continua? En su clase, desde luego, los deberes son un indicador más de la evaluación.

Quitando un poco de hierro al asunto, Morcillo puntualiza que las tareas que se mandan para casa, las de repaso, no se califican, pero que cuando se pide al alumno algo más elaborado, "una tarea de investigación", por ejemplo, el resultado tiene que evaluarse. Evidentemente, "no es lo mismo el que ha hecho el trabajo deprisa y corriendo, en un par de horas, que el que se lo ha tomado realmente en serio y te trae a clase hasta una presentación, hecha con ‘Prezi’, para el resto de sus compañeros". "¡Hay que reconocer el esfuerzo de los alumnos!". Que los padres puedan intervenir en la toma de decisiones sobre lo que el docente pueda o deba evaluar parece una alternativa poco tranquilizadora. "Estamos llegando a un punto tal –se lamenta– que todo el mundo se siente con derecho a hablar y a opinar sobre educación y lo que hacemos los maestros. Y, en este caso concreto, desde luego, la calidad de la educación no se mide por los deberes".

¿Deberes voluntarios?

Desigualdades y estatus social

Retomando el hilo sobre las tensiones que genera entre padres e hijos la sobrecarga de tareas escolares y las desigualdades sociales que provocan –no todas las familias pueden pagar academias y profesores particulares–, Morcillo esgrime que esa circunstancia no implica que los hijos "no tengan que trabajar y que esforzarse". "Si los padres no les pueden ayudar, para eso estamos los maestros –defiende–. Es nuestra obligación". "A lo mejor –añade– si no tuviéramos que enseñar tantísimas cosas en las escuelas, todo sería de otra manera".

Hay otro aspecto un tanto preocupante, pero también muy debatido, que la maestra del Josefa Amar y Borbón no quiere dejar pasar por alto: lo contraproducentes que pueden llegar a ser las controvertidas actividades extraescolares."Si un niño necesita repasar un poquito en casa, porque es de aprendizaje más lento, por ejemplo, y tiene tres actividades extraescolares, de una hora cada una, mal asunto". "Tengo alumnos de 6º –ejemplifica–, que llegan a casa a las nueve de la noche, después de hacer frente a una jornada laboral mas larga que la de sus padres (la escuela, el inglés, la informática, el fútbol...), y son incapaces de ponerse a resolver una triste multiplicación porque llegan literalmente reventados". Pero, ¿qué empuja a los padres a ‘machacar’ tanto a sus hijos? ¿A qué obedece esta obsesión, tanta competitividad? Morcillo responde:"Hoy, el estatus social de muchos, muchísimos padres se mide a través del número de actividades extraescolares que realizan sus hijos. Y, lamentablemente, esto es así"; sin olvidar que luego "son estos mismos padres los que más protestan y se quejan cuando los chavales llegan con algún trabajo para casa".

Beneficiosos o no, el ya encendido debate sobre los deberes, lejos de apagarse, se aviva en las aulas y en el seno de las familias, lo que en tiempos como los que corren, marcados por la innovación educativa y las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), no deja de parecer un contrasentido, una especie de anacronismo un poco arcaico, por no decir rancio, para una escuela del siglo XXI. María Torrecilla asiente y zanja el tema:"Los docentes que andan a vueltas con las nuevas metodologías, están fuera ya de este debate, que debería haber quedado superado hace ya mucho tiempo".

Los escolares spañoles, presionados por los deberes

Otro de los aspectos que se analizan en el protocolo elaborado por el grupo de trabajo de tareas escolares, impulsado por el Departamento de Educación del Gobierno de Aragón, tiene que ver con las horas semanales que los alumnos dedican a realizarlas en sus casas.

Según los datos contemplados, con más de seis horas semanales, España es el quinto país de la OCDE en tiempo dedicado a los deberes escolares; y el informe PISA de 2009 indica que, a partir de cuatro horas semanales, los deberes tienen una incidencia insignificante en el rendimiento escolar. Además de esas seis horas semanales que los escolares de 15 años dedican en nuestro país a los deberes, PISA 2012 cifra en diez las horas semanales que invierten en actividades curriculares, ya sea con sus familias, tutores personales, academias…

Otra de las valoraciones se centra en un informe de la OMS, según el cual, el 70% de las chicas y el 60% de los chicos españoles de 15 años dice sentirse "presionado por los deberes". "Son unos datos –puntualizan los autores del protocolo– que, sin duda alguna, nos tienen que llevar a reflexionar e intentar encontrar una solución a una situación que puede afectar a la salud de muchos de nuestros alumnos". "Si trabajamos con los datos de OCDE o PISA –concluye el texto–, debemos tener bien presente que estos están referidos a alumnos de 15 años. Esta es una edad donde ciertos deberes escolares podrían comprenderse mejor que en etapas anteriores, como la educación primaria o incluso la educación infantil".

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