La crisis de Venezuela duplica las acogidas en Aragón y alerta a las organizaciones sociales

Cruz Roja Zaragoza ha atendido a más de medio centenar en el último semestre, un dato que dobla los registros anteriores

Ángel Hernández, Evelyn Mayoral, Marianela Salas, Géminis Sierra y Yoel Delgado, esta semana en el paseo de la Independencia
Ángel Hernández, Evelyn Mayoral, Marianela Salas, Géminis Sierra y Yoel Delgado, esta semana en el paseo de la Independencia
José Miguel Marco

La grave crisis socioeconómica que atraviesa Venezuela ha provocado un auténtico éxodo. Cientos de miles de venezolanos han abandonado sus casas ante la escasez de alimentos y medicinas y la hiperinflación que sufre el país, que esta semana ha estrenado el bolívar soberano, una nueva moneda que resta cinco ceros al bolívar tradicional y que está causado una enorme confusión.

En España, los venezolanos se han convertido en los principales solicitantes de asilo. Según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, solo en 2017 pidieron protección internacional unos 10.350 y aún quedan más de 13.400 solicitudes por resolver. En Aragón hay 1.409 censados, de acuerdo con el padrón continuo del Instituto Nacional de Estadística. No obstante, la comunidad venezolana sostiene que el dato real es "dos o tres veces superior", ya que hay decenas que no están empadronados y que, por tanto, no figuran en las estadísticas.

Organizaciones como Cruz Roja Zaragoza no dan abasto. Solo en los últimos siete meses ha atendido a alrededor de 60, una cifra que duplica los valores habituales. "Cada vez llegan más, vienen de un día para otro, casi siempre de noche, porque tienen que salir de allí corriendo", confirma Nuria García, responsable del proyecto de Integración de Inmigrantes. Son personas, explica, que cruzan el Atlántico "sin apenas recursos", ya que al irse de Venezuela "venden todas sus pertenencias para poder salir adelante en España".

El colectivo les deriva a atención urgente, donde les proporcionan alimentos y medicamentos. "La mayoría vienen solo con su pasaporte. También les dirigimos al plan de empleo, en el que trabajan en temas de formación e incluso se les ayuda a montar un negocio", añade. En este caso, el idioma no es una barrera. Tampoco el nivel de estudios. "Vienen médicos, abogados, policías... Gente de un buen estatus y con un nivel de estudios alto. También vienen muchos estudiantes. Con el tiempo, es posible que logren homologar sus titulaciones", indica García.

Muchos llegan a Zaragoza "como turistas". "En estos casos, lo que hacemos es derivarlos a organizaciones como la Fundación Cepaim, que se encarga de la primera acogida. Es ahí cuando solicitan la protección internacional", afirma. Otros, en cambio, acceden desde Madrid. "La mayoría vienen con miedo a que la Policía les trate igual que en Venezuela. Están asustados por que no saben qué va a pasar con ellos. Ahí es importante la labor psicológica: hay que explicarles que aquí las cosas funcionan de manera diferente", señala la responsable del proyecto de Integración de Inmigrantes.

Entre el 70% y el 80% de la población que atiende actualmente Cruz Roja procede de Venezuela. "Antes no era así, venía sobre todo gente de Marruecos. Las historias que cuentan te estremecen. Hay gente que llega sola, matrimonios que dejan allí a sus hijos... Varía en función de sus circunstancias económicas", apunta.

Evelyn Mayoral, presidenta de la Asociación de Hispanos Venezolanos en Aragón, vive en Zaragoza desde hace aproximadamente 20 años. En estas dos décadas ha ayudado a "muchísimos" compatriotas. "El incremento ha sido y es impresionante. Mi madre, por ejemplo, tuvo que venirse el 10 de junio por que no tenía medicamentos y no conseguía comida. Su calidad de vida había desmejorado un 100%. Su situación era alarmante, ha venido prácticamente en estado de desnutrición", asegura. Para ella, no poder ayudar a todos "es un dolor". "El cambio de moneda hace que sea muy costoso. Para ellos, es muchísimo dinero. Me da mucha pena. Han pisoteado la dignidad de los venezolanos", asevera.

Marianela Salas lleva seis años en Zaragoza y diez en España. En Venezuela era directora de un laboratorio clínico, pero la persiguieron y la echaron "por no ser chavista". A Aragón trajo la Asociación Cultural Feria de la Chinita, con la que pretendía hacer cultura y que los niños "no olvidasen sus raíces". Las peticiones de ayuda, sin embargo, le obligaron a reorientar su actividad. "No podía decir que no. Emigrar ya de por sí es duro, es una decisión que te marca", recalca.

"Va a seguir llegando gente"

Ambas creen que en los próximos meses "seguirá llegando muchísima gente". "Los que están aquí harán sacrificios inhumanos para conseguir algo de dinero y traerse a sus familiares", apunta Mayoral. Lo peor, añade Salas, es "cómo se recuperará socialmente Venezuela". "La mayor parte de la gente preparada no volverá", afirma. Mayoral, por su parte, sostiene que "se han perdido dos generaciones". "Se ha corrompido la idiosincrasia del pueblo venezolano. La gente ahora es egoísta, cuando nunca habíamos sido así. El gen de la felicidad se ha quedado por el camino", lamenta

"Ganas dinero, pero no te alcanza para nada"

Géminis Sierra huyó de Venezuela hace un año, aunque a España llegó hace apenas dos meses. "Decidí irme por que la situación era inaguantable. Trabajaba por mi cuenta a través de internet y ganaba algo de dinero en dólares, pero aún así no me alcanzaba para nada. Nunca conseguías comida y las filas en los mercados eran infinitas. Tenías que recurrir al mercado negro y pagar cinco, seis o siete veces más", resume.

Sus primeros meses fuera los pasó en Trinidad y Tobago, pero la situación política –el Gobierno de Trinidad es afín al de Venezuela– hizo que tuviera que cambiar de destino. Allí conoció a Yoel Delgado. "En mi país era cocinero. Un día, en una manifestación me reconoció un grupo paramilitar y me amenazaron con hacerme desaparecer", relata.

Ambos, acogidos temporalmente en Zaragoza, cuentan que la situación en Venezuela se ha vuelto insostenible. "No hay seguridad. No podías hacer algo tan simple como estar en la calle con el teléfono en la mano y a las 18.00, los pocos comercios que había cerraban por inseguridad", cuenta Sierra. Desconectar, no obstante, ha sido imposible. "Allí tengo a mi madre, mis abuelos... La inflación es horrible. Todos los días suben el precio de los productos. Ahora, con el cambio de moneda, hay comercios que ni siquiera han abierto. Lo han vendido como una solución mágica, pero en realidad lo que están haciendo es empeorar el problema", dice.

Ángel Hernández también vive ahora en Zaragoza. "Llevo tres años en España. Vine directamente aquí porque tenía familia. En Venezuela llevaba la gerencia de una estación de radio. Estaba bien entre comillas, pero nos abrieron un expediente administrativo. Nos seguía de cerca el órgano que regula los medios de comunicación y no podíamos hacer nuestro trabajo", manifiesta.

Antes, su día a día estaba marcado por los cortes de luz, la falta de un transporte público adecuado... "El Estado del que yo soy pasó 90 horas sin suministro. Imagina la situación que se vivió en los hospitales... Tampoco hay siempre agua potable o efectivo para comprar comida", apunta.

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