Valdeltormo: el aceite dulce y almendrado que adoran en Israel

Alcober e Hijos, empresa puntera en el negocio olivarero aragonés, es la enseña empresarial de Valdeltormo, un pueblo que se declara humilde y destaca por el carácter emprendedor de su gente.

José Gabriel Alcober, en el despacho familiar de aceite, aceitunas y vino.
José Gabriel Alcober, en el despacho familiar de aceite, aceitunas y vino.
Laura Uranga

Lo dice José Gabriel Alcober, vallejo (gentilicio de Valdeltormo) y empresario; el suyo es un pueblo atípico en cuanto a número de emprendedores y asunción de riesgos. A las pruebas se remite, empezando por la empresa que lleva junto a su hermano Fernando, Alcober e Hijos; es una firma fundamental en el negocio del aceite dentro de la D. O. del Bajo Aragón, y líder del sector en toda nuestra Comunidad Autónoma. "Este era un pueblo pobre, sin casas señoriales ni grandes haciendas, que prosperó redoblando esfuerzos, apretándose las zapatillas. Ahora somos 300 en el pueblo y aquí se da trabajo a casi medio centenar de personas de fuera. Además de nuestra empresa, hay dos carpinterías, dos talleres mecánicos que además de las tareas habituales de reparaciones de vehículos se han metido en aparatos innovadores para la recolección, hay una cooperativa que se centra en el aceite pero que en su día también manejó viña y melocotón... también hay dos bares, Casa Foz y Casa Serapio o La Brasería, que ha reabierto Camelia con tres empleados, hay panadería, pequeñas empresas de construcción, está Proecmat que trabaja productos ecológicos)… hay mucho y diverso".

Valdeltormo tiene Alcañiz a 25 kilómetros. Una ventaja para la cobertura de servicios, y un problema para retener población. "Somos –apunta José Gabriel– lo contrario a un pueblo dormitorio; la gente se va a vivir allá cuando se casa, aunque luego trabaje aquí. También hay vallejos en otros puntos de la zona; por ejemplo, los Ibáñez son los dueños de Agromelca, empresa próspera de maquinaria en Calaceite; la primera cocinera de la Fonda Alcalá de Calaceite también era de Valdeltormo. Hay una generación que mayoritariamente tuvo carrera, los que están ahora entre los 60 y los 75 años: son los protagonistas de nuestra diáspora y están repartidos desde Galicia a Estados Unidos".

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El germen de Alcober e Hijos

La empresa comenzó en 1945. "Mi abuelo, Emiliano Alcober; veía pasar los carros de la sierra de Teruel que bajaban a Gandesa a comprar vino. Pensó que era una oportunidad vender el vino aquí, tenía viñas, y comenzó la bodega con mi bisabuelo Gabriel Foz. Para prensar el vino se usaban entonces las mismas prensas del aceite, así que también empezaron con una almazara muy pequeña. Allá por 1965, mi padre Fernando cogió el relevo, hizo los estudios de enología y la familia se consagró al olivo y al vino. La siguiente generación somos cuatro hermanos, pero solo dos estamos en el negocio familiar, mi hermano Fernando y yo".

El negocio de los Alcober ha crecido sin prisa y, desde luego, sin pausa, con una premisa clara; había que invertir más en la tecnología que en la apariencia. El aceite se lleva el 60 por ciento de la producción, la aceituna el 30 y el vino se h quedado en el 10 por ciento. "Al no haber denominación de origen aquí, cosa que sí pasa en la Terra Alta a apenas 20 kilómetros, la vid se ha ido apagando. Hace falta mucha mano de obra y aquí no hay, mientras que el olivo es muy rentable con la mecanización: además, se usa la misma maquinaria para el almendro. Hemos sido de los primeros en usar el sistema continuo, y aunque nuestra almazara tiene una estructura antigua contamos con una de las siete máquinas más modernas de España".

José Gabriel aplica la prudencia al valorar el momento de la empresa. "Llevo 35 años trabajando en el negocio familiar y nunca van bien las tres patas a la vez. Por ejemplo, este año había muy buenas perspectivas con el aceite y luego se han torcido, porque los precios bajaron un 35% en el primer cuatrimestre de este año, aunque ahora está recuperándose de nuevo. Se dice en mi familia que el aceite mancha, pero te puede dejar limpio, aunque es verdad que otras veces compensa la apuesta. Para que la fluctuación en el mercado primario nos afecte menos, ya que movemos grandes volúmenes, manejamos con idéntico cuidado la comercialización en grandes superficies a nivel nacional y la venta al detalle".

José Gabriel matiza este doble foco. "De hecho, vendemos más al cliente final; los cuidamos desde hace tres generaciones. Mucha gente nos dice que sus abuelos paraban aquí a comprar el aceite, y yo tengo claro que a mí la que me manda es la señora María, siempre le voy a escuchar. También vendemos ‘online’ a través de la página de la D. O. Bajo Aragón, y también contamos con red propia: nos preocupamos de que todo el proceso sea inmaculado. Ahora hay más competencia, pero te adaptas; nuestra identidad marca la diferencia".

Pequeños y grandes riesgos

Alcober se la ha jugado con varias decisiones. "Con la aceituna negra de mesa –apunta el empresario vallejo– hemos sido pioneros en la de regadío; son el 25% de nuestra producción, gracias a unas investigaciones que iniciamos con la Universidad de Zaragoza y continuamos luego con otras pruebas. Han ido llegando los premios; el último ha sido hace nada, por el sabor almendrado y dulce de nuestro aceite. Fue en el certamen Terraolivo de Jerusalén con el Grand Prestige Gold; este año le ha ido bien a la D. O. Bajo Aragón allí. El premio me hace mucha ilusión, porque significa que se mantiene pura la esencia de nuestro trabajo. Hacemos cuatro variedades; uno de arbequina, que no es aceituna de la zona pero en la que hemos entrado en superintensiva con seis hectáreas propias. Luego trabajamos el empeltre con aceituna tirando a verde, que no amarga ni pica; otro suave con aceituna más madura y otro sobremadurado, que recuerda al de hace medio siglo, cuando se podía recolectar hasta marzo. Tiene un sabor muy especial. No obstante, lo importante es la ética de trabajo: buscar la calidad cada día, hoy mejor que ayer, sin pensar en galardones".

LOS IMPRESCINDIBLES

Iglesia de la Asunción

Templo de mampostería y cantería, en cuya portada consta el año de 1698. El lado de la epístola fue ampliado posteriormente. Tiene dos naves de cinco tramos, de los cuales el último corresponde a la cabecera.

Conrado Guardiola

Doctor en Filología hispánica por la Universidad de Zaragoza, este vallejo ejerció durante décadas como profesor de literatura medieval en la universidad de Rutgers (New Jersey), donde se retiró en 2002. Murió en septiembre de 2017.

Museo ibero

El Centro de Visitantes de la Ruta de los Iberos del Bajo Aragón se abrió en 2007 en el semisótano del nuevo ayuntamiento local. Allí se conservan hallazgos arqueológicos de la Torre Cremá y Tossal Montañés.

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