La población de mosca negra se reduce drásticamente en el Ebro y el Gállego

Solo una de las cuatro prospecciones realizadas este verano ha dado positivo

El Ebro, antes y después.
La población de mosca negra se reduce drásticamente en el Ebro y el Gállego

Los últimos análisis realizados en los ríos Ebro y Gállego confirman una drástica reducción de la población de mosca negra. Solo una de las cuatro prospecciones realizadas entre junio y julio por el Instituto Municipal de Salud Pública del Ayuntamiento de Zaragoza ha dado positivo.

Las muestras recogidas hace mes y medio en el cauce del Gállego revelaron "una pequeña cantidad" de estos insectos, hallazgo que, según fuentes del área de Medio Ambiente, obligó a realizar el correspondiente tratamiento.

La toma de julio dio negativo, por lo que no se prevé que haya problemas en las próximas semanas. La situación actual nada tiene que ver con la vivida en 2017, año que terminó en Aragón con más de 28.500 atenciones por picaduras de insectos. Entonces fue necesario verter cientos de litros de larvicida natural para minimizar su reproducción.

Se utilizó, como suele hacerse en estos casos, un producto que afecta únicamente a las larvas de mosca y mosquito, una alternativa ecológica que tuvo que aplicarse en el entorno de Juslibol, de la pasarela del Voluntariado, del puente de Piedra y del azud ante el elevado número de insectos.

La presencia de la mosca negra terminó por exasperar a las decenas de personas que paseaban cada día por la ribera y su entorno, zona en la que se produjeron gran parte de las mordeduras.

Causas y afecciones

El cambio registrado en los últimos meses obedece a dos factores. El primero es el nivel del río: el Ebro discurre a unos 50 metros cúbicos por segundo a su paso por Zaragoza, un caudal no excesivamente bajo para estas fechas que hace que la luz no incida tanto en el fondo, factor que frena la proliferación de macrófitos.

También influye la avenida extraordinaria de abril. La fuerza del río, que superó los 2.000 metros cúbicos por segundo, arrastró las algas en las que se reproduce este insecto. Al destrozar su hábitat, su presencia es testimonial si se compara con 2017 o 2011, año en que se registró uno de los mayores picos. Esto ha hecho que el Ebro haya recuperado su aspecto habitual y no luzca verde como ocurría hace ahora un año.

Los expertos, en todo caso, insisten en no bajar la guardia, de ahí que no se descarten nuevas prospecciones en las próximas semanas en el entorno de Zaragoza.

En la ribera, la reducción de la población de mosca negra se percibe de forma desigual. Luis Eduardo Moncín, alcalde de Pradilla, asegura que este año "no está habiendo problemas ni quejas por parte de los vecinos", también acostumbrados a ‘batallar’ con el mosquito tigre. "Otras veces hemos tenido que realizar tratamientos en la piscina, pero este verano no ha hecho falta", dice.

La diferencia respecto a 2017, que estuvo marcado por la sequía, "se nota". "Al estar al lado del río nos afecta especialmente. Hasta ahora todo ha ido bien, aunque, al descender el nivel del río, quizá haya más de cara a las próximas semanas", razona.

Los vecinos de Villafranca, en cambio, sí notan las picaduras. "Aquí sigue habiendo. Ha habido que tratar la piscina como todos los años", apunta su alcalde, Roberto González. La explicación, dice, está en que debido a la crecida "ha habido agua acumulada en los campos prácticamente hasta junio". "No está siendo un año de especial incidencia, pero sí que hay. La gente se queja", asevera.

Las consecuencias

Los últimos datos de Sanidad revelan que hasta principios de julio se habían atendido 9.390 consultas por picaduras de insectos, un 43,8% menos que en el mismo periodo del año pasado. Las mordeduras de mosca negra pueden provocar reacciones alérgicas de gravedad y pueden tardar en notarse, ya que liberan un analgésico, un anticoagulante y un vasodilatador para extraer la mayor cantidad de sangre posible.

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