El Buste: el pueblo entre dos tierras que volvió a nacer allá por 1972

Ese año, dos aviones del ejército estadounidense se estrellaron en el municipio cuando regresaban de unas prácticas; la colisión se produjo a escasos metros de las casas de algunos vecinos, y murieron sus cuatro tripulantes.

José Antonio Gil, junto al dibujo de piedra que recuerda el lugar del accidente de aviación.
José Antonio Gil, junto al dibujo de piedra que recuerda el lugar del accidente de aviación.
Nora Bermejo

La localidad de El Buste se encuentra repartida entre las comarcas de Tarazona y el Moncayo y Campo de Borja, aunque oficialmente pertenece a la primera. Sin embargo, los teléfonos fijos tienen prefijo borjano, los habitantes acuden a Borja para cuestiones médicas o necesidades relacionadas con la Guardia Civil, y los niños también van allí al colegio.

La distancia de El Buste con Tarazona y Borja es muy similar; sin embargo, hay un detalle que inclinó tradicionalmente la balanza de la preferencia hacia la segunda por parte de los busteños; la carretera borjana era mucho mejor hasta que hace unos años arreglaron la vía turiasonense. Ahora, los vecinos se acercan indistintamente a estos dos municipios para sus quehaceres diarios.

La orografía de El Buste está marcada por un monte rocoso que otorga al entorno un paisaje singular y llamativo. Esta montaña tiene una marca luctuosa: se trata de la elevación contra la que se chocaron dos cazas F4 Phantom D del ejército estadounidense el 14 de marzo de 1972, pertenecientes al escuadrón táctico 23, un suceso que marcó para siempre al pueblo y sus habitantes. "Era temprano, sobre las nueve de la mañana y oímos un ruido terrible", recuerda José Antonio Gil. Los aviones regresaban a la Base Aérea de Zaragoza después de hacer unas prácticas en Las Bardenas, y estos dos aparatos no pudieron evitar la colisión.

Ese día el pueblo volvió a nacer, ya que si el accidente hubiese sido diez metros más abajo, se hubiesen chocado de lleno contra las casas. "De la explosión, algunos animales se reventaron por dentro, y uno de los motores cayó dentro del patio de una vivienda", relata Gil.

Los vecinos enseguida se acercaron al lugar de siniestro para ver lo que había pasado; allí se encontraron con un espectáculo dantesco. "Había trozos de avión cayendo por todos lados… muy desagradable", señala el busteño. Los cuatro ocupantes de los cazas murieron.

Es un hecho que ha marcado a El Buste, y son muchos los que siguen preguntando a los más mayores por sus recuerdos de esa jornada trágica. En el punto del accidente, muy cerca de la ermita de San Roque, se hizo un dibujo con piedras cuando recientemente hubo que reparar el asfaltado del camino: la silueta de dos aviones está grabada en el suelo, una metáfora de la huella indeleble que ha dejado el accidente en la memoria de quienes fueron sus testigos directos. En una macabra coincidencia, 1972 (en este caso, en octubre) fue también el año del famoso accidente aéreo del equipo de rugby Old Christians en los Andes, documentado en la película ‘Viven’ (1993).

Referencia en la escalada

Ese monte rocoso, tristemente famoso desde ese momento, es en la actualidad un destino destacado para los aficionados a la escalada deportiva de toda la zona. "Tenemos 54 rutas de escalada", explica el alcalde, José Ángel Villalba.

Hay dos zonas bien diferenciadas en la montaña. La cara norte aparece sobre la propia localidad, y resulta ideal para la práctica del ‘boulder’ (técnica que consiste en escalar rocas de poca altura sin cuerdas), además de contar con un buen número de vías equipadas en muchas de las peñas; por otra parte, está Peña Higuera, con orientación sur.

Hace unos años se puso en marcha una pista de parapente, que actualmente está en desuso. Sin embargo, otro deporte se fija en El Buste como escenario de interés: el ciclismo. "Continuamente llegan ciclistas al pueblo, todas las semanas", asegura Villalba. Y es que el acceso en alto y sinuoso es un desafío para los ciclistas del entorno.

Parece que la moda del senderismo también ha alcanzado al municipio, ya que los vecinos han detectado igualmente un aumento considerable de los caminantes que llegan al pueblo con el mirador del Puntal como destino final de su ruta.

Los veranos, más animados

Como ocurre en todos los pueblos, la vida se anima con la llegada de los meses estivales. "Tenemos 73 vecinos censados, pero en verano se triplica la población", dice el alcalde. Dos familias tienen cuatro niñas de edades variadas, "y se acaban de casar otros dos vecinos", señala Villalba.

"Mi madre nació en El Buste, pero cuando tenía 11 años la familia se fue a vivir a Tarragona. Yo venía a pasar los veranos, siempre me ha gustado el pueblo y aquí conocí a mi marido", recuerda Sonia Fernández, que tiene dos niñas pequeñas y apostó por "una vida rural, sin estrés". El caso de Raquel Villalba es diferente, porque tanto ella como su marido son de la localidad. "Decidimos quedarnos en el pueblo y aquí vivimos con nuestras hijas de 13 y 11 años", cuenta. Son edades más complicadas, porque las niñas empiezan a ser más independientes. "Tengo que andar con el coche por las niñas, para que se junten con los amigos, pero en un cuarto de hora estás en Borja. El coche es obligatorio en sitios como éste, eso sí", señala esta vecina.

Para dar alternativas de ocio a los busteños más jóvenes, el Ayuntamiento habilitó recientemente un espacio con dos futbolines, un billar, una mesa de ping pong y una diana. Los niños están así más entretenidos los días en que no pueden jugar por las calles del pueblo debido al frío o al mal tiempo. En verano, las piscinas son el escenario donde se comparten más momentos. El resto del año, la plaza junto al bar es el punto que concentra la vida en el pueblo, cuando el arte de la conversación o una partida de cartas son la mejor opción para pasar el rato.

LOS IMPRESCINDIBLES

Ermita de San Roque

Este enclave alberga la mayor parte de las celebraciones religiosas de la localidad, con varias romerías en honor al patrón del municipio. Se encuentra situada a unos cien metros de distancia del casco urbano.

Balcón de El Buste

El mirador del Puntal o Balcón de El Buste ofrece unas vistas privilegiadas de la comarca y toda la ribera del Ebro. Visita obligada para caminantes, y también para los numerosos ciclistas que se acercan al pueblo.

El lavadero

El pueblo conserva el antiguo lavadero del año 1945. La pila se ubicó en la que era la ermita de Santa Bárbara, un templo medieval. Antes de su instalación, las mujeres lavaban de rodillas justo al lado de esta zona.

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