De Zaragoza a la Antártida para estudiar el cambio climático

Domingo Sancho es un investigador de recursos forestales del CITA que a principios de año viajó a la Antártida para observar el cambio climático en varias especies de plantas.

De Zaragoza a la Antártida para estudiar el cambio climático.
De Zaragoza a la Antártida para estudiar el cambio climático.

Cada final de diciembre el verano llega a la Antártida. Aunque se le denomine con el mismo nombre, el concepto es diferente. "Las temperaturas suelen oscilar entre cero y cinco grados. Además hay mucho viento, por lo que la sensación térmica es inferior". Así recuerda Domingo Sancho Knapik, investigador del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA) de Aragón, la estampa que se encontró cuando desembarcó en el norte de la Antártida. Una situación muy similar a la que había dejado en España.

Este zaragozano, miembro de la Unidad de Recursos Forestales del CITA, salió el 19 de enero de la capital aragonesa para aplicar allí las técnicas que se utilizan en Aragón. "La Universidad de Concepción se puso en contacto con nuestra unidad y nos pidió ayuda para trasladar los procesos que estamos empleando aquí en las plantas antárticas", relata Sancho. "Tuvimos que adaptarlas porque nosotros las estudiamos en árboles, como la encina o el quejigo", añade. El proyecto se llama Inach RT1316 y Domingo explica que el objetivo es "observar cómo pueden responder las plantas ante el cambio climático, según cómo crecen ahora". Este estudio se lleva a cabo en la base Toski, un campamento polaco de difícil acceso.

Tras hacer escala en Santiago de Chile llegó a Punta Arenas, la zona más al sur de Chile. Allí embarcó en el Akiles, un barco militar de la armada chilena. "Durante seis días, con sus seis noches, surcamos los mares, desde el sur de Chile hasta el norte de la Antártida. Las vistas son preciosas", manifiesta Sancho. Y de ahí en zodiacs hasta la base.

Se trata de unas instalaciones con solera. "En la zona de estudio están instalados desde hace 10 años unos pequeños invernaderos con forma hexagonal. Allí crecen las plantas a 2 o 3 grados por encima de la temperatura exterior". De esta forma se puede comparar la vegetación que se desarrolla dentro y la que lo hace fuera de las cámaras. Sancho expone que así "se consigue simular el efecto del cambio climático sobre la vegetación". Su cometido concreto consistió en "estudiar el efecto en las propiedades hidráulicas, es decir, cómo se mueve el tallo con agua".

Estudió dos plantas autóctonas de la Antártida, la ‘Deschampsia antarctica’ y la ‘Colobanthus quitensis’, pero que son muy semejantes algunas que se pueden encontrar en territorio aragonés. "Son similares a las que cubren las praderas de las altas montañas, en nuestro caso en el Sistema Ibérico, en el Moncayo o en los Pirineos. No son las mimas especies, pero el efecto del cambio climático que pueden experimentar puede ser muy igual", apunta Sancho.

La información obtenida es sorprendente: "En la Antártida el inducido aumento de la temperatura multiplica las poblaciones de estas especies". Es decir, crecen en más espacio y más individuos. Extrapolado a Aragón, el efecto tal vez sea el mismo. "Se podría predecir que estas plantas en los Pirineos, por ejemplo, quizás tengan mejores condiciones si suben las temperaturas generales y estén en expansión. Pero todo es una predicción", aclara este ingeniero de montes.

"Una experiencia dura, pero bonita"

Estas son las palabras con las que Domingo Sancho responde sobre su investigación en la Antártida. "Es necesario preparar muy bien todo el material antes del viaje. Vas a un lugar donde lo que no te llevas no se puede comprar". Al margen de la producción del viaje, se juega con las condiciones: "Se puede estar allí un tiempo comprometido, además de que la climatología tampoco favorece. Por lo que no todos los días se podía salir a ver las plantas". Sancho añade que "los plazos son menores y hay que hacer más y mejor en menos tiempo".

Domingo, que cursó el máster y el doctorado en la Universidad de Zaragoza, no ha estado solo en esta expedición. En la capital aragonesa estaban siguiendo los procesos Eustaquio Gil Pelegrín, director de su tesis, y su compañero del CITA José Javier Peguero-Pina, ambos involucrados en el proyecto. "Aunque fui el único que partió desde Aragón, el equipo lo completaban un mallorquín y una catalana que conocí en el transcurso del viaje, además de seis chilenos, dos italianas y tres de Polonia".

Todos ellos han contribuido a que Sancho regresase a su ciudad natal con un buen sabor de boca. "La armada nos ha tratado muy bien, ya que ayuda bastante con la logística al instituto chileno. Nos han acompañado desde la ida en barco hasta la vuelta en Hércules". Las palabras de agradecimiento se extienden a los polacos: "El trato también ha sido fantástico con el personal de la base, con los que nos comunicábamos en inglés".

Entre Aragón y la Antártida hay más de 13.000 kilómetros en línea recta y las condiciones no son muy similares. Sin embargo, Domingo Sancho pudo comprobar que hay un viento “como el cierzo”, tal y como dice, y que las dos únicas plantas que allí crecen se pueden relacionar con las se observan en las zonas más altas de la Comunidad.

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