La "vida de película" de Ariadna tras pasar por un centro de menores

Ariadna Ballesteros, 18 años, cuenta su experiencia en un centro de menores de Huesca. Ahora estudia y vive emancipada en Zaragoza.

Ariadna, oscense de 18 años que ha vivido en un centro de menores y ahora estudia en Zaragoza.
Ariadna, oscense de 18 años que ha vivido en un centro de menores y ahora estudia en Zaragoza.
P. F.

"Cuando tenía 12 años no me imaginaba ningún futuro", asegura Ariadna Ballesteros Pérez, oscense de 18 años que ahora estudia 1º de Bachillerato en la Escuela de Artes de Zaragoza y vive en un piso de emancipación del Gobierno de Aragón. A los 12 años ella ya había sufrido un entorno familiar de drogas, enfermedades mentales, malos tratos, abandono... "Mi vida es de película", dice ahora, tranquila, madura.

Las primeras escenas de esta película transcurren en Huesca, donde nació Ariadna. Sus padres estaban separados y ella vivió una infancia de mudanzas por España según los trabajos o los cambios de su madre. "Cada año o año y medio nos mudábamos, y yo siempre era la nueva en los colegios. Lo pasaba fatal, siempre he tenido problemas para adaptarme", afirma.

La situación de su madre empeoró (elipsis en su película) y ella se fue a vivir con su abuela paterna a Sasa del Abadiado, una localidad a unos 12 kilómetros de Huesca. "Mi abuela Pilar me ha cuidado mucho y es una de las personas más importantes de mi vida. La quiero mucho", subraya. El servicio de Menores seguía desde hace años el caso de Ariadna y decidió en 2016 que sería mejor su ingreso en un centro de menores de la ciudad de Huesca, ya que su abuela era mayor y no podía hacerse cargo de ella y para facilitar sus estudios en un instituto de la ciudad.

"No quería ir al centro"

El sistema de protección de menores intenta mantener a los menores en su entorno familiar siempre que sea posible. Otra alternativa, sobre todo para los niños de menor edad, son las familias de acogida. Y cuando la situación no lo permite, los menores son derivados a residencias o pisos tutelados. En Aragón en estos momentos hay 495 menores viviendo con sus familias con una intervención de los educadores en sus hogares; 187 viven en familias de acogida, y 308 en centros residenciales.

El servicio de Menores decidió trasladar a Ariadna a uno de los dos pisos tutelados que hay en Huesca. "Yo no quería ir, quería quedarme con mi abuela. Tenía mucho miedo, pensaba que sería como los centros o las cárceles que vemos en las películas. Lo veía como un castigo. La gente piensa que estás en un centro porque has hecho algo malo. Yo no había hecho nada malo", reflexiona.

En los centros de menores se intenta que los chavales tengan una vida lo más parecida posible a un entorno familiar, con la presencia permanente de un educador. Los menores van al colegio o al instituto, y en el piso deben colaborar en tareas de limpieza y cocina. Son centros abiertos y se les permite salir unas horas por la tarde y más el fin de semana, siempre que cumplan con las normas. Mientras, los educadores trabajan con ellos y sus familias para facilitar el regreso a casa, si es posible, o darles herramientas de autonomía y prepararles para la vida adulta. El día a día es complicado porque son chavales que han vivido experiencias muy duras. Y porque en los centros de menores conviven chicos con perfiles muy diversos.

El piso en el que ha vivido Ariadna hasta marzo, hasta que ha cumplido los 18 años, tiene capacidad para 8 plazas, aunque en varias ocasiones se ha superado ese número y algún menor ha tenido que dormir en un sofá en el salón. Los educadores de los dos centros de Huesca han denunciado la falta de recursos para poder atender adecuadamente a los menores. Y piden un cambio de modelo para que no tengan que convivir en el mismo espacio los chicos atendidos de urgencia (algunos con graves problemas de conducta o consumos de drogas) con los que llevan residiendo un tiempo y llevan una vida más o menos normalizada.

"Mi vida en el centro ha ido a temporadas, dependiendo de los compañeros y de mi propia situación. Yo he sido complicada. Ha habido temporadas tranquilas y otras de caos. He tenido compañeros que consumían drogas en el piso, uno con brotes psicóticos, otra con depresiones, otra con traumas víctima de abusos, ha habido robos, fugas, autolesiones...", enumera.

Ariadna ha vivido en el centro casi dos años, desde junio de 2016 hasta el pasado mes de marzo. "Ahora echo la vista atrás y reconozco que a mí me ha ayudado mucho. He pasado etapas malas y otras muy buenas, he sido feliz. Si lo aprovechas bien, el centro es una ayuda. A mí me ha salvado la vida. No sé qué hubiera sido de mí si no hubiera ido ahí. No habría estudiado. Ahora tengo planes y estoy construyendo mi futuro", cuenta con una sonrisa en la puerta de la Escuela de Artes, donde cursa 1º del Bachillerato Artístico.

Nueva vida en Zaragoza

La duración de la estancia en los centros de menores varía, en función de sus circunstancias personales y familiares. Algunos vuelven con sus familias pasado un tiempo y otros permanecen ahí hasta que cumplen los 18 años, como Ariadna. Después, para algunos chavales que están integrados, son autónomos y estudian o trabajan, la DGA ofrece unos pisos de emancipación.

En marzo Ariadna se mudó del piso de Huesca a uno de emancipación en Zaragoza. Ahora comparte piso con otras dos chicas que han pasado por centros de menores y se está adaptando a su nueva vida. "Antes vivíamos con un educador las 24 horas del día y ahora tenemos que organizarnos nosotras solas. Me dan una cantidad mensual (300 euros) para el alquiler, comida, ropa y otros gastos. Si te organizas bien, llega", apunta.

Cada mañana se cruza la ciudad en autobús para ir a las clases en la Escuela de Artes. "Al principio me costó un poco acostumbrarme a la ciudad. Ahora ya voy conociendo las calles y los autobuses. Los fines de semana voy a Huesca, allí tengo a mis amigos y visito a mi familia. Voy a ver a mi abuela y estoy recuperando la relación con mis padres. También voy al centro a ver a mis antiguos compañeros", cuenta.

"Antes me daba vergüenza contar que vivía en un centro de menores. Temía las preguntas: por qué, qué has hecho... Ahora lo cuento y quiero que se sepa. Estamos en un centro por muchos motivos, por circunstancias de la vida. Crecemos más rápido y vivimos más cosas que otros chicos de nuestra edad. Pero también salimos adelante y tenemos sueños". Ella quiere terminar el Bachillerato y después hacer un ciclo superior de realización audiovisual. En el futuro le gustaría estudiar alguna carrera relacionada con comunicación o cine. "Cuando era pequeña decía que mi vida era de película...", recuerda.

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