En un reducido pero coqueto estudio de pintura, en el ático de un edificio en rehabilitación de la Gran Vía de Zaragoza, Sylvia Pennings, natural de Ámsterdam, reconoce que tiene dos hogares. "En Holanda me dicen que soy española, y aquí soy la holandesa, por el acento", confiesa. Su primer viaje hasta tierras aragonesas desde su país de origen tuvo lugar en 1989. "Vine por mi marido (Paul Knaap), es fisioterapeuta y el entrenador Radomir Antic le ofreció un contrato de un año con el Real Zaragoza.

Después de unos meses me dijo: vente, aquí se está muy bien", relata. Por aquel entonces había terminado sus estudios en Bellas Artes. "Vine porque nos gusta la aventura y viajar, fue para un año... y ya han pasado 28", apunta. La estancia se ha prolongado, entre otros motivos, por la gente. "Es muy abierta, directa, sincera… los holandeses son más cerrados, les cuesta abrirse. Allí se mira en la agenda para ver cuándo nos podemos ver, y aquí te llaman al timbre y te dicen: ¿Estás en casa? Pues baja y tomamos un café", explica con una imborrable sonrisa.

El núcleo familiar lo completan un hijo y una hija, nacidos en Aragón. Su marido Paul, a quien conoció "por casualidad" en Bélgica, ejerce en una consulta de Zaragoza y esta semana ha estado muy atento a la crecida del río Ebro, ya que tienen una finca en Alfocea. "No se ha inundado por muy poco", comenta entre cuadros y pinceles Pennings, que de momento descarta la vuelta a Amsterdam. "Siempre hemos hablado que si alguno de los dos se arrepiente y quiere volver a Holanda, lo dice y nos vamos, pero nunca hemos dicho nada, estamos aquí muy a gusto", aclara.