El concurso literario que Cervantes ganó en Zaragoza

Diez años antes de la publicación del Quijote, Miguel de Cervantes participó en un certamen organizado en la capital aragonesa para celebrar la canonización de san Jacinto.

El concurso literario que Cervantes ganó en Zaragoza
El concurso literario que Cervantes ganó en Zaragoza
Archivo Heraldo

De la vinculación de Cervantes con Aragón y las referencias a esta tierra en el Quijote se ha hablado largo y tendido, se han escrito varios libros y ha sido objeto de numerosos estudios. Por todo ello, tampoco es desconocido el dato que sitúa al autor y a una de sus composiciones en la capital aragonesa a finales del siglo XVI.

En el año 1595, el convento de Santo Domingo convocó un concurso literario para celebrar la canonización de san Jacinto. En aquel certamen participó el barbastrense Pedro Leonarno de Argensola, fraile agustino y poeta, hermano de los destacados poetas e historiadores del Siglo de Oro Bartolomé y Lupercio.

Tal y como recoge el profesor Antonio Pérez Lasheras en su texto ‘‘Dos soles’ que proyectan luces’, publicado en la revista ‘Casas de Aragón’, Pedro Leonardo de Argensola fue “poeta en latín y castellano” y “compitió con el mismo Cervantes en el Certamen poético en honor de San Jacinto celebrado en Zaragoza.

Aunque no se sabe con certeza si Miguel de Cervantes (1547-1616) estuvo alguna vez en Zaragoza o en Aragón, lo que sí es probable es que ganó aquel concurso celebrado por segunda vez en el convento de Santo Domingo con una glosa a san Jacinto.

Sobre la relación de aquellas justas literarias figuran los siguientes versos: "Miguel Cervantes llegó / tan diestro, que confirmó / en el Certamen segundo / la opinión que le da el mundo, / y el primer premio llevó.".

La glosa de Cervantes a san Jacinto es la siguiente:

"El cielo a la Iglesia ofrece

hoy una piedra tan fina,

que en la corona divina

del mismo Dios resplandece.

Tras los dones primitivos

que en el fervor de su celo

ofreció la Iglesia al cielo,

a sus edificios vivos

dio nuevas piedras el cielo.

Estos dones agradece

a su Esposa y le ennoblece;

pues de parte del Esposo

un Jacinto el más precioso

el cielo a la Iglesia ofrece.

Porque el hombre de su gracia

tantas veces se retira,

y el Jacinto al que le mira

es tan grande su eficacia,

que le sosiega la ira.

Su misma piedad lo inclina

a darlo por medicina;

que en su juicio profundo

ve que ha menester el mundo

hoy una piedra tan fina.

Obró tanto esta virtud

viviendo Jacinto en él,

que a los vivos rayos dél

en una y otra salud

se restituyó por él.

Crezca gloriosa la mina

que de su luz jacintina

tiene el cielo y tierra llenos,

pues no mereció estar menos

que en la corona divina.

Allá luce ante los ojos

del mismo autor de su gloria,

y acá en gloriosa memoria

de los triunfos y despojos

que sacó de la victoria.

Pues si otra luz desfallece

cuando el Sol la suya ofrece,

¿qué más viva y rutilante

será aquesta, si delante

del mismo Dios resplandece?"

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