Gallur, dechado de amor a la música popular

El dance, las bandas y las rondallas, con numerosos nombres propios, han marcado el devenir cultural de un municipio que tiene en Luis y Alicia, de los Navascués, a unos portavoces ejemplares.

Luis y Alicia, de la Rondalla Navascués, junto al monumento a los danzantes de Gallur.
Luis y Alicia, de la Rondalla Navascués, junto al monumento a los danzantes de Gallur.
Noeli Barceló

En la ribera del Ebro, Gallur puede presumir de un brillante pasado industrial, de su huerta y su agricultura. La azucarera de Gallur transformó la remolacha cultivada en toda la zona desde 1899. Poco después nacieron empresas productoras de aceite, harineras y papeleras. Desde el siglo XIII se sabe que existió un puente sobre el Ebro y en 1902 se construyó el Puente de Hierro, que hoy constituye su imagen más representativa. Fue, además, la cabecera del ferrocarril a Sádaba que unió las Cinco Villas con el Valle del Ebro. Hoy en día, Gallur esgrime las privilegiadas comunicaciones con las que cuenta y una notable infraestructura industrial como las mejores bazas para relanzar su economía.

No obstante, Gallur presume también del empuje de sus vecinos y del amor que tradicionalmente han demostrado por la música y la cultura popular. El dance, Fiesta de Interés Turístico y una de las principales señas de identidad locales, se bailaba ya en la segunda mitad del siglo XIX. El momento para disfrutarlo llega en las fiestas de San Pedro y San Antonio acompañado de la caja, las dulzainas y las torderas, que advierten del paso de la procesión por los lugares destacados.

En 1930, Gallur contaba con dos bandas municipales de música, aunque hay constancia de que más de un siglo antes ya existía actividad en este sentido. La Coral Santa Cecilia y la Escuela Municipal de Jota constituyen otros brillantes exponentes musicales en una villa que ha contado siempre con grandes cantadores, bailadores y excelentes músicos. Como ejemplo cabe citar que la Rondalla de Gallur, dirigida por Francisco Navarro ­–el tío Francho– obtuvo el primer premio en el primer Certamen Oficial de Jota Aragonesa de las fiestas del Pilar de Zaragoza, celebrado en 1886.

La Rondalla Navascués

Este grupo es un buen ejemplo de tradición familiar y cuna de grandes aficiones. Alicia y Luis, actuales responsables de la formación, son la quinta generación en una familia que ha vivido para la música. "Desde mi bisabuelo Lino Navascués, mi abuelo Luis Navascués Vicente y mi padre Luis Navascués Cortés. Nosotros somos cuatro hermanos y tres hemos seguido la tradición. Después nuestros hijos, y los que se han ido incorporando a la familia, como mi marido o el de mi hermana", explica Alicia. Luis enfatiza la importancia de aquellos integrantes de la familia que no han formado parte de la rondalla pero que han sido fundamentales por su papel , "como mi madre y que han sido los que se han ocupado de los niños cuando eran pequeños, los que nos han impulsado a prepararnos y nos han sabido valorar más. Mi madre me dio el empujón para que yo pasara de la jota a la lírica y siempre nos ha apoyado en todo".

Ambos subrayan que disfrutan de la música desde un plano de aficionados. "Estamos aquí porque nos gusta y no pretendemos vivir de esto, disfrutamos en los ensayos y entendemos que la jota es del pueblo y tiene que servir para que el pueblo disfrute. Nosotros somos artesanos de la música y hacemos este trabajo con todo el cariño". Compartir las raíces familiares representa un aliciente añadido. "Disfrutamos juntos. Mi padre está muy orgulloso". Cada uno tiene un papel definido en la rondalla. "A mí me consideran como director, Alicia se ocupa más de la comunicación y Jesús está al frente de la técnica, con las partituras", apunta Luis que además de pertenecer a la rondalla familiar colabora con otras formaciones. "Estar en esta familia es un orgullo pero además a los que nos gusta vivir la música con intensidad como es mi caso, el de mi sobrino Héctor o el de mi cuñado Jesús Jaca, colaboramos con otros grupos aunque signifique multiplicar las horas de dedicación". "Solo en Gallur hacemos unos siete conciertos al año. Además apoyamos a la Escuela de Jota que es la cantera, y donde mi marido el profesor de la rondalla", detalla Alicia, señalando que "casi todo que nos proponen lo hacemos de forma altruista".

Hay tradición

Pocas familias en Gallur carecen de un vínculo con la jota o con la música en general. No hace demasiados años la rondalla de los Navascués convivía con la dirigida por José Murillo y con la de Pilar Heredia. "De Gallur ha salido gente con mucha calidad como María Antonia Martínez, con muchos premios en concursos. Ahora hay media docena de componentes de la banda que son profesionales destacados, hay una charanga espectacular, El Cachondeo. Tenemos un director de la banda gallurano, que es un orgullo. El gran ambiente musical hace posible establecer colaboraciones como la del concierto de Navidad en el que se unieron coral, banda, rondalla y escuela baile".

Esther Borao, ingeniera industrial, fotógrafa y modelo: de Gallur a Silicon Valley

"Nosotros creamos el mundo en el que queremos vivir". En los últimos años, los proyectos en los que se ha involucrado Esther Borao han conseguido el reconocimiento internacional, compitiendo con los presentados bajo el amparo de poderosas universidades estadounidenses. Junto a sus compañeros de la asociación Makeroni Labs, ha creado diferentes proyectos que unen el carácter social con el artístico. Su diseño estrella responde al nombre de Ojo de Horus. "Permite controlar objetos a través de la mirada. Se pensó para que los astronautas pudieran hacer determinadas cosas cuando están en ingravidez. Gracias a este proyecto estuvimos en Dubái compitiendo contra las grandes universidades americanas por un premio de un millón de dólares", explica. Han desarrollado también un cinturón para invidentes, que funciona mediante una cámara que reconoce y sitúa los objetos.

Su trabajo en el programa televisivo de ‘El hormiguero’ con el equipo del llamado ‘Hombre de Negro’ convirtió su rostro en popular. "Esto despierta mucha curiosidad, siempre me preguntan por el programa y me ha abierto más puertas". Su última apuesta es hacer llegar a las jugueterías a la saga ‘The Ifs’, "una familia de robots que fomenta el desarrollo de la creatividad en los niños mientras aprenden y se divierten jugando; con estos aparatos se demuestra que la tecnología puede ser divertida para los pequeños. "Entre los tres y los siete años, los niños no aprenden a programar porque no saben leer. Ahora podrán hacerlo con este juguete, que pretende que los niños del presente estén preparados para los trabajos del futuro".

Las fiestas de Gallur

Esta ingeniera industrial especializada en robótica y automática, que ha trabajado también en el mundo de la moda –como modelo primero y como fotógrafa después– nació en Gallur hace treinta años. Es en Gallur donde mantiene sus raíces, a pesar de que su trabajo le ha llevado a viajar por todo el mundo y vivir en distintas ciudades. Fue pregonera en su barrio. "Aproveché para hablar de mi experiencia, sobre todo a los niños, para motivarles a que trabajen en lo que quieran; solo hay que ponerle ganas y no tener miedo a lanzarse", dice.

Cuando se ve tanto mundo es fácil experimentar la sensación de no tener una casa. "La mía está en Gallur. Cuando vuelvo, estoy mis amigos de siempre". Si tiene que recomendar algo de su pueblo, Esther se queda con las fiestas. "El día de la víspera es genial. Un día entero de fiesta, desde el almuerzo a la noche; eso no se puede vivir en cualquier lugar".

LOS IMPRESCINDIBLES

Iglesia de San Pedro

Data del XVIII y es de estilo neoclásico aunque conserva elementos de la anterior iglesia barroca del XVII. La torre tiene de planta cuadrada y se levantó en 1944; se le añadió un cuerpo más entre los años 1992 y 1993.

El Dance

Fiesta de Interés Turístico, es famoso por la rapidez y fuerza que caracterizan su ejecución. Se representa durante las fiestas en honor a San Antonio y a San Pedro (13 y 29 de junio, respectivamente). Se mantienen los Dichos al Santo.

El Puente de Hierro

Estructura de hierro pintado en verde, tiene cuatro arcos y se apoya sobre tres pilares. Se construyó en 1902 para sustituir el paso de barca y el puente posterior. Básico en el encierro, uno de los actos más esperados de las fiestas.

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