Los últimos artesanos del tambor

Desde el Bajo Aragón hasta el Somontano, pasando por la Sierra de Albarracín o Zaragoza, estos románticos creadores pulen en silencio los sonidos de la Semana Santa.

José Antonio Plana, en su taller.
José Antonio Plana, en su taller.
Laura Uranga

Entre aros, tornillos, bordones y parches, asoman los últimos artesanos del tambor. Son más de los que se pueda pensar, pero para conocerlos hay que introducirse en sus talleres. No acostumbran a promocionarse en las grandes superficies y, por lo general, siguen teniendo el ‘boca a boca’ como la mejor estrategia de marketing. Desde el Bajo Aragón hasta el Somontano, pasando por la Sierra de Albarracín o Zaragoza, estos románticos creadores pulen en silencio los sonidos de la Semana SantaCada cual con su estilo, cada cual con su particular forma de trabajar, pero siempre utilizando material de primera calidad.

Hoy los tambores tienen infinidad de diseños, pero el encargo universal es el que antepone la sonoridad. “Por encima de todo, la gente nos pide que suenen bien”, coinciden los luthiers, que estos días trabajan a destajo para tener preparados los instrumentos que procesionarán por todo Aragón.

En Calanda, la empresa Plana Conesa fabrica unos 300 tambores al año. Al acabar la Semana Santa se dedica a crear ‘stock’ y, a partir de octubre, comienza el montaje. "La chapa va primero. Nos viene a medida y después doblamos y soldamos”, explica José Antonio Plana, quien, tras un largo periodo aprendiendo el oficio, recogió el testigo de su padre a comienzos de esta década.

Allí, en la localidad del milagro, todavía recuerdan al tío Gasqueta como pionero en la fabricación de tambores. Después vendría Tomás Gascón -amigo íntimo de Buñuel, a quien prestaba el instrumento con el que rompía la hora- y una larga saga de artistas que termina en el propio Plana y Jesús Rocaful. Ambos son ayudados por familiares y han sabido explotar el eco de la que, probablemente, es la Semana Santa más popular de los pueblos de la Ruta.

“Los tambores de Calanda llevan la fama y a los demás nos cuesta despegar, pero, poco a poco, vamos abriéndonos hueco”, valora Aitor Pes, joven gerente de Tambores Andorra, y ensalza que a la hora de fabricar las piezas intenta ajustarse “lo máximo posible” al gusto del cliente. Instrumentos a la carta que por estas fechas son muy demandados. “En este último mes, más allá de los arreglos, tenemos un buen número de pedidos de personas que esperan hasta el final”, añade Pes, coincidiendo con el testimonio de José María Gasco.

Desde Albalate del Arzobispo, este nieto de carpintero -así le vino la afición- asegura que “la clientela cada vez espera más para llamar. De ahí que el día y la noche no tengan frontera por estas fechas. “Siempre ocurre lo mismo, con la particularidad de que aumenta el perfeccionismo. Tengo alrededor de 50 instrumentos en ‘stock’, pero siempre hay algún detalle que no encaja”, señala Gasco, que desde hace un par de años, al igual que empresas como Isarría (Albarracín) o Zarasanta (Zaragoza), apuesta por grabar con láser el nombre de los clientes o de su localidad.

Otras innovaciones están en el modelo de las cajas -las hay de latón, haya, aluminio, acero, titanio...- o de las bordoneras y sus colores. Lo que sea por diferenciar una joya que puede perdurar toda una vida. Tiempo habrá de conocerla y aprender a tocarla. Al fin y al cabo, es de lo que se trata...

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