Marta Alejandre, la aragonesa que ha llegado más alto

Marta Alejandre, de 37 años, es la primera y única aragonesa que ha subidos dos ochomiles, en 2008 y 2009. Vive en el Pirineo y es guía de montaña.

Marta Alejandre, en la cima del Dhaulagiri, en 2008.
Marta Alejandre, en la cima del Dhaulagiri, en 2008.

Cuando Marta Alejandre era pequeña, veía en la tele el programa 'Al filo de lo imposible'. "Mamá, de mayor quiero ser como ellos", decía. En verano iba con sus padres y su hermana a unos campamentos familiares en el valle de Pineta que organizaba la asociación de vecinos del Picarral de Zaragoza. De adolescente se apuntó a un club de montaña. Empezó a viajar por el mundo sumando metros y experiencias. Su amor por la montaña fue creciendo, la altura de sus retos también. Y en 2008 se cumplió su sueño: alcanzó la cima del Dhaulagiri (8.167 metros).

Marta Alejandre, 37 años, es la primera y única aragonesa que ha escalado un ochomil. Lo ha hecho dos veces y una casi. En 2007 se quedó a 200 metros de la cima del Broad Peak (8.047). "Veía la cima, pero iba muy justa de fuerzas para afrontar la vuelta y no quise arriesgar". En 2008 hizo historia en el Dhaulagiri, en una expedición impulsada por el Gobierno de Aragón y liderada por Carlos Pauner. Y en 2009 volvió a conquistar otro ochomil, el Gasherbrum I (8.068 metros), con el veterano montañero Carlos Soria. Después de ella, ninguna otra lo ha intentado.

¿Qué se siente a 8.167 metros? Marta lo contó así en mayo de 2008, días después de escribir una página en la historia del alpinismo aragonés: "Llegamos a la cima del Dhaulagiri un grupo de cuatro personas. La primera que alcanzó la cumbre fui yo. Estaba sola. Había una luz de atardecer preciosa. Buen tiempo para lo que había hecho dos horas antes, cuando alcanzó cima Carlos, con una fuerte tormenta con viento. La primera idea que me vino a la cabeza fue '¡lo he conseguido!'. Han sido muchos meses de trabajo, desde el Broad Peak en 2007. Era culminar en un instante el último tiempo de mi vida. Luego me acordé de la gente más cercana a mí, de todo el mundo que había colaborado para que estuviera allí. En la cima me sentí una privilegiada, poder ver la Tierra desde ese punto, para muchos, inalcanzable... ".

Después tocaba bajar, el descenso fue "largo y muy duro". Y luego vino el impacto mediático y las celebraciones. "La vuelta de un ochomil es brutal. Son días de celebración y de mucha felicidad. Estaba feliz porque estaba viva. Estaba superagradecida por la vida que tenía, por mi familia, mis amigos. Me sentía privilegiada por vivir en el primer mundo. Cuando ya has pasado esos momentos de euforia, te quedas vacía. Cuanto más fuerte es el viaje exterior, más profundo es el interior", reflexiona Marta, que solo tenía 27 años cuando vivió esa experiencia, muy joven para la media de los grandes alpinistas.

Marta le quita importancia a la gesta y al récord. "Ser la primera es absolutamente circunstancial. Me siento afortunada por haber tenido la oportunidad de vivir esa experiencia. El Gobierno de Aragón buscaba a una mujer en ese momento. Surgió la oportunidad, me lo propusieron y lo aproveché. Pero nunca me he sentido diferente. Soy una persona más. Considero que es más importante lo que somos que lo que hacemos", afirma con un café en Zaragoza, en uno de los días en los que ha bajado de la montaña para ver a su familia.

La vida sigue después de los ochomiles

Tras hollar el Dhaulagiri, volvió a conquistar un ochomil al año siguiente, el Gasherbrum I, con Carlos Soria. Aunque le gustaría volver al Himalaya y tiene varios retos en la cabeza, no se han dado las circunstancias. "Organizar una expedición a una de las grandes cimas es costoso y complicado. Hacen falta patrocinadores (mínimo 10.000 o 12.000 euros), tener tiempo para el viaje, al menos un mes y medio. Hay que estar preparado física y mentalmente. Por encima de los 7.500 metros le llaman la zona de la muerte. A partir de esa altitud no se puede estar mucho tiempo. El riesgo es enorme. Si tienes un esguince y no puedes seguir, te puedes morir. Tienes que saberlo", subraya rotunda. Más de 50 alpinistas españoles (entre ellos, cuatro aragoneses) han fallecido en alguno de los catorce ochomiles del mundo.

Ahora Marta vive en Sabiñánigo, su vida sigue siendo la montaña pero a menor altitud. Es guía de montaña y monitora de esquí. También da conferencias como coach deportiva y para empresas. "Me gusta acompañar a la gente a la montaña, transmitirles lo que ha significado para mí. Hoy se vive muy rápido. En la montaña para el ritmo, ves las cosas de otra manera, disfrutas del silencio y de la tranquilidad, te conoces mejor a ti mismo", cuenta.

Lleva una vida tranquila, "sin muchos gastos ni ahorros". "La parte negativa es la inestabilidad laboral. No sé cuánto voy a ganar cada mes. No sé qué son vacaciones pagadas. Vivo al día, intensamente el presente, desde 2003. No sé si es la edad, pero ahora también pienso en el futuro y me planteo opciones", afirma, sin dejar de pensar en la montaña.

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