Isuerre y Bureta

Isuerre, con 31 vecinos, uno de los pueblos más pequeños de las Cinco Villas, es todo un ejemplo en el cuidado de su patrimonio. Recientemente estrenó en su templo parroquial un nuevo altar labrado en piedra, obra de un artesano local, Miguel Puyal. Unas 200 horas se invirtieron en tallar y labrar esa mesa de altar. Una iniciativa de la asociación cultural local Pintaso, cuyos miembros se pusieron en marcha ante el deterioro de la iglesia. Cada vecino ha hecho lo que ha podido.

Hasta hace poco más de tres décadas, en muchos pueblos se afrontaban en común trabajos destinados a mejorar los servicios o el patrimonio de las comunidades. Se llevaron a cabo reparaciones de caminos, calles o infraestructuras de pueblos o la restauración de iglesias, ermitas y edificios. Muchos vecinos aportaban su trabajo, cuando terminaban su larga jornada laboral en el campo, y los ayuntamientos y las instituciones buscaban ayudas económicas para disponer del material y de los medios imprescindibles. Era antes de que imperase cierta alegría económica en las administraciones públicas y de esa especie de institucionalización de la cultura de ‘todo con subvención’.

Recientemente se recordaba en las páginas de HERALDO el caso de Bureta. Se encuentra en el Campo de Borja, cerca de la localidad de Ainzón. En su plaza, junto a la iglesia parroquial, está la casa-palacio de los Condes de Bureta. Una familia cuya personalidad más conocida es, sin duda, la condesa María de la Consolación Azlor y Villavicencio, heroína de los Sitios de Zaragoza. Frente a otras ramas de la nobleza española que tanto desapego han mostrado hacia sus propiedades patrimoniales y documentales en Aragón, como por ejemplo la casa de Alba, lo de Bureta es un ejemplo de gente que lucha por conservar sus raíces. Se conserva el rico archivo de la familia, con más de 13.000 documentos, algunos de ellos decisivos para profundizar en el conocimiento de los Sitios de Zaragoza y en la figura del general Palafox.

La familia del actual conde ha restaurado el palacio –con su museo, su casa rural y cafetería-restaurante– y lo sacan adelante con su propio trabajo al frente del conjunto. Ha habido, también, un empeño por dotar al pueblo y a la comarca de un elemento valioso que, de otra manera, se hubiera deteriorado progresivamente.