Un hombre del Concilio Vaticano II y de la Transición

"Codo a codo con el cardenal Tarancón, vivió la Transición Española, la mediación de la Iglesia a favor de la democracia y la separación de poderes Iglesia-Estado, en la que firmemente creía".

Retrato de Elías Yanes pintado por sor Isabel Guerra.
Retrato de Elías Yanes pintado por sor Isabel Guerra.
Sor Isabel Guerra

Este viernes falleció monseñor Elías Yanes Álvarez, un gran intelectual y obispo profundamente marcado por el Concilio Vaticano II cuya aplicación práctica desarrolló en la diócesis de Zaragoza.

Elías Yanes, D. Elías, como todo el que le conocía le llamaba, sintió la llamada al sacerdocio en su diócesis natal de Tenerife, en los años previos al Concilio Vaticano II, en un contexto eclesial español marcado por las implicaciones políticas del régimen franquista. Sus estudios teológicos en Salamanca y posteriormente en Roma le dotaron de una profunda inquietud intelectual que no abandonó en toda su vida. Lector incansable, dedicaba jornadas enteras a la lectura filosófica y teológica. Cuentan sus allegados que era capaz de leer, resumir y asimilar en un solo día un libro de 700 páginas. Donó en vida su prolija y extensa biblioteca personal al Seminario Metropolitano de Zaragoza.

Terminado sus estudios eclesiásticos regresó a su diócesis de Tenerife donde fue profesor. Su alejamiento intelectual con una iglesia proclive al régimen franquista le llevó a enemistarse con el obispo de su diócesis, y a trasladarse a Madrid donde impartió clases de Catequética en el Instituto Superior de Pastoral. En esos momentos, según contaba él, sufrió como muchos sacerdotes, una profunda crisis vocacional que superó gracias a la oración, el estudio y a su determinación por seguir siendo fiel a la llamada que recibió del Señor en su juventud.

1970 fue un año clave en la vida Elías Yanes ya que fue nombrado obispo auxiliar de Oviedo. Hay que tener en cuenta que el nombramiento de obispos auxiliares venía determinado directamente por Roma, no así el nombramiento de obispos titulares cuya terna de nombres era presentada por el Gobierno de Franco, según el Concordato España-Santa Sede, algo a lo que renunció Juan Carlos I nada más subir al trono en 1975.

Codo a codo con el cardenal Tarancón vivió la Transición Española, la mediación de la Iglesia a favor de la Democracia, la separación de poderes Iglesia-Estado, en la que firmemente creía, siendo secretario de la Conferencia Episcopal Española de 1972 a 1977. Fecha en la que sustituyó a D. Pedro Cantero, uno de los tres consejeros del Reino de España en el régimen de Franco, como arzobispo de Zaragoza.

Su pontificado en Zaragoza se resumen en la activación, puesta en marcha y desarrollo del Concilio Vaticano II en las estructuras y vida de la  diócesis cesaraugustana. Uno de los hitos determinantes de su etapa como pastor fueron los Congresos Mariano y Mariológicos de 1979, y el Sínodo Diocesano de 1985. D. Elías fue una gran amante de la Virgen, bajo la advocación del Pilar. Su rigurosidad intelectual le produjo contratiempos y adversarios, ya que siempre afirmó la “Tradición” de la devoción pilarista, pero nunca la rigurosidad histórica de la misma. Su broche de oro, al final de su etapa como arzobispo, lo pudo realizar en la plaza del Pilar al celebrar el centenario de la Coronación Canónica de la Virgen del Pilar con una peregrinación nacional al santuario mariano. Siempre terminaba sus homilías invocando a la Virgen.

Yanes compaginó su tarea como arzobispo de Zaragoza con sus nombramientos como vicepresidente y presidente de la Conferencia Episcopal Española. A él se deben la generación y desarrollo de los acuerdos Iglesia-Estado de 1979 y su aplicación en materia educativa que desarrolló con el vicepresidente del gobierno socialista Alfonso Guerra. Antes de terminar su etapa como obispo de Zaragoza recorrió toda la Diócesis en visita pastoral, inició la reforma y restauración del Arzobispado, la permuta del Seminario, así como la construcción del nuevo Seminario y Centro de Estudios Teológicos, la residencia sacerdotal para asistidos Tobías y la costosa y compleja restauración de la catedral de La Seo. Respecto al Cabildo Metropolitano Elías Yanes fue el primer arzobispo que no propuso ninguna oposición para las canonjías vacantes, sino que realizó el nombramiento de las mismas de forma directa, al igual que el resto de los nombramientos sacerdotales. También abrió un proceso participativo en toda la Diócesis para elaborar un Plan Diocesano de Pastoral que puso en marcha y desarrolló. Reformó la Curia estructurándola en delegaciones y secretariados acordes al Concilio Vaticano II y al Código de Derecho Canónico que reformó Juan Pablo II.

D. Elías era un hombre tímido en el plano general pero afable, emotivo y cercano en el corto. Su austeridad y reciedumbre le hacía ir muchas veces con dulleta (un abrigo eclesiástico que se ponía encima de la sotana) por el antiguo palacio arzobispal debido al frío. Su preocupación y determinación por los sacerdotes le hacían, conozco el caso, dar parte de sus ahorros para ayudar las familias de los mismos. Su preocupación social determinó la marcha de Cáritas Diocesana de Zaragoza y traer desde Italia la Fundación Proyecto Hombre para ayudar a mitigar los problemas de drogadicción que tanto se sufrieron en los años ochenta.

En el aspecto teológico su gran pasión fue el estudio y el acercamiento de la Trinidad, a este empeño dedicó gran parte de sus trabajos, libros y grupos de espiritualidad, así como a la Catequesis. Propuso de forma directa el nombramiento de tres obispos auxiliares (Carmelo Borobia, Alfonso Milián, ya eméritos, y a Juan José Omella, actual cardenal arzobispo de Barcelona). Creó, con todos los obispos de la provincia eclesiástica, el Centro Regional de Estudios de Estudios Teológicos de Aragón (CRETA) en donde se han formado la casi totalidad de los sacerdotes actuales. Mandó a estudiar a Barcelona, Roma y Salamanca a numerosos eclesiásticos. Puso en marcha las celebraciones de la Palabra en zonas rurales, donde seglares cualificados acuden a leer el Evangelio y repartir la Eucaristía en ausencia de presbíteros.

La Iglesia de Aragón y de España pierden con su muerte a un gran sacerdote, obispo e intelectual que destacó por su labor pastoral y humana. Consiguió como rezaba su lema episcopal “no apagar la mecha humeante” de una comunidad eclesial determinada y zarandeada por el nihilismo, el relativismo moral, y la falta de valores. D. Elías siempre decía que la Iglesia no eran los templos, las catedrales ni los museos sino todas y cada una de las piedras vivas que la forman. Esperemos que desde el cielo interceda por esta su diócesis de Zaragoza a la que tanto amaba y a la que dedicó su vida.

Enrique Ester es sacerdote y periodista

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