Bielsa: cinco disfraces para tres días de fiesta

Ni el frío ni el riesgo de nieve han podido con una de las citas más importantes del año en el Pirineo oscense: el carnaval de Bielsa.

Bielsa: cinco disfraces para tres días
Bielsa: cinco disfraces para tres días
José Fernando Meliz

Aunque desconocida, existe una norma no escrita que la mayoría de los habitantes de la localidad oscense de Bielsa cumplen a rajatabla: la de lucir cinco atuendos diferentes de viernes a domingo. “La tradición marca que llevamos uno el viernes por la noche, otro el sábado por la tarde que se vuelve a cambiar de nuevo por la noche y, finalmente el del domingo por la tarde y otro por la noche”, explica José Fernando Meliz, concejal de cultura de Bielsa.

Una tradición que respetan y mantienen los vecinos de Bielsa independientemente de su edad, si bien es cierto que varían en cuanto a originalidad y número de cambios. “Hay gente que solo se busca un par de trajes pero desde los niños hasta las personas de 80 años salen disfrazadas, aunque sea con un simple sombrero. Nos lo tomamos muy en serio”, asegura Meliz.

Además, en una edición en la que el frío amenazaba con afectar a la afluencia, afirma que, lejos de lo previsto, “juraría que este año hay más gente que el año pasado”. Con el paso del tiempo, los trajes más famosos de la cita –madamas, trangas, onsos o amontatos, entre otros- dan paso a otros conjuntos más comunes como piratas, reos o príncipes y princesas. “Salí de tranga hasta los 30, ahora tengo 42 pero me sigo disfrazando cinco veces”, explica Meliz. Este año los modelos elegidos por su cuadrilla han sido muy dispares: bañista, luchadores medievales, mujer, personajes de granja y príncipe azul.

Por su parte, la gente joven del pueblo ha trabajado durante meses para preparar sus trajes tradicionales, como Ana Gistau, de 19 años, que será junto a su hermana mayor una de las 30 madamas de esta edición: “Salimos de madamas en las dos rondas, el sábado y el domingo por la tarde. El resto de temáticas son esquimales, buscando a Wally y ladrones”.

Pero sin duda, el de madama ha sido el más laborioso de preparar. “Llevo saliendo desde los 16 y en teoría podemos hasta los 26 o 27, como las trangas. Aunque son dos trajes parecidos, siempre intentamos cambiar los colores de la falda o de los hilos que siempre han de ser muy coloridos ya que celebramos la llegada de la primavera”, añade la joven. Y aunque en la actualidad la confección corre a cargo de madres y abuelas, asegura que esta tradición no se perderá. “Cuando nos toque aprenderemos, no queda otra”, asevera.

Desde las 14.00 del sábado, tanto ella como su hermana, Cristina, comenzaban con los preparativos para, en torno a las 16.00, ser recogidas en la puerta de su casa por uno de los mozos solteros del pueblo, las trangas, en su caso ataviados con pieles y cuernos de macho cabrío, dentaduras de patata y con sus rostros pintados de negro con hollín y aceite. Algo que, a pesar de los años, continúa despertando muchos nervios. “De pequeña me daban pánico, como a los niños ahora. Para nosotros esta tradición es un orgullo y nada más quemar a Cornelio ya estás pensando en los del año siguiente”, reivindica.

Precisamente, Olivia, a sus dos años, es una de las jóvenes vecinas de Bielsa que no lleva muy bien eso de las rondas de las trangas. “El año pasado era muy pequeña y no se enteró mucho pero este año será diferente, a mí de crío también me daban mucho miedo pero luego íbamos detrás para que nos persiguieran”, recuerda su padre, Pedro Solans, vecino de 39 años.

En su caso, la paternidad ha cambiado la forma de vivir los carnavales para su familia, pero no el sentimiento que despierta, cada año, la llegada de esta gran fiesta. Además, asegura que desde hace una semana el ambiente entre los vecinos ya era festivo: “todo el mundo andaba de aquí para allá con los preparativos y las últimas compras. Mi madre se ha pegado semanas con los dos trajes de madama que le han tocado este año. Llegabas a casa y estaba cosiendo”, bromea.

“No es disfrazarse”

En su caso, su familia ha preparado tres disfraces: de Popeye, bebés y copos de nieve, otro de los trajes tradicionales de esta celebración. “Esto no es disfrazase, es la fiesta mayor, es diferente… hay que verlo”, asegura el vecino de Bielsa. Su mujer, Laura Sanz (31), natural de Zaragoza, llegó a la localidad oscense por trabajo y ahora es una más del pueblo.

“Es una celebración emotiva y muy importante para la gente de aquí, siempre me decían que era algo diferente y que tenía que verlo con mis propios ojos”, recuerda. “Al final, con el paso del tiempo, lo acabas sintiendo como algo tuyo, sobre todo por la pequeña”, concluye.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión