Saber leer el momento

La DGA supo el pasado jueves leer la gravedad del momento que vive el conflicto laboral en Opel. Apoyándose en su peso institucional, actuó como mediador y logró sentar a las partes. Aún quedan otros muchos asuntos en los que ceder e intervenir.

Jugar un papel mediador, sin nada que ofrecer salvo la constatación del delicado momento por el que atraviesan unas negociaciones, tiene sus riesgos. El pasado jueves, el Gobierno de Aragón contribuyó, reclamando responsabilidad a la dirección y a los trabajadores de la planta de Opel en Figueruelas, a la recuperación de unas conversaciones quebradas. La urgencia hizo, igualmente, que el presidente Javier Lambán, a quien se le pueden criticar varias de sus últimas actuaciones, elevase el tono de una desgastada Administración regional que suele mostrarse más madrastra que madre. El éxito inicial de esta intervención, que será completo cuando la planta recupere la plena normalidad, reside en la ‘auctoritas’ con la que se condujo la institución autonómica. No cabe duda de que este tipo de mediaciones no son más que una de las muchas obligaciones de un Gobierno correctamente enfocado hacia el interés general, pero son múltiples los ejemplos, alguno reciente como el vivido en Zaragoza en el conflicto del bus urbano, que demuestran que no siempre se acierta.

El paso al frente del Gobierno regional entrañaba sus peligros, en especial en el ámbito reputacional del presidente y de la consejera de Economía, Marta Gastón. ¿Se imaginan lo que hubiera ocurrido si el Pignatelli no hubiera logrado sentar a la dirección y los sindicatos? No cabe duda de que la abrupta ruptura de la mesa de conversaciones y lo mucho que se juega Figueruelas obligaban a retomar el diálogo –el planteamiento de PSA es firme y todo hace indicar que no le temblará el pulso si cree necesario tomar ciertas decisiones–, aunque también, tal y como había ocurrido en el pasado, se hacía importante el concurso de la visión de un tercero que apelase a la responsabilidad de las partes.

No es la primera vez que el Gobierno de Aragón media en un conflicto de esta naturaleza. En el año 2006, los por aquel entonces consejeros de Economía, Eduardo Bandrés, y de Industria, Arturo Aliaga, se pusieron manos a la obra para evitar que la planta de Gliwice en Polonia arrebatase a Figueruelas la construcción del Meriva. En aquella fecha, el Ejecutivo se empeñó a fondo en un conflicto que, a imagen y semejanza del actual, trascendía a los propios trabajadores y que corrió un elevado riesgo de convertirse en una crisis económica de efectos en toda la Comunidad. En febrero de 2006 se supo leer la gravedad del momento, al igual que el jueves se reaccionó para abandonar el perfil político y saltar al institucional.

La sensibilidad en la actividad política, la permeabilidad frente a las demandas ciudadanas, es un atributo de todo buen gobernante. Leer con ponderación las muchas pistas que va dejando el día a día permite un acompasamiento que garantiza el buen gobierno. Los ejemplos contrarios abundan, al igual que también se extienden los gobernantes que solo dicen sentirse concernidos por aquello que alcanza a descubrir su campo de visión más próximo.

La actitud de Lambán en la gestión del conflicto de Opel habría de invitar a un replanteamiento en su papel frente al Impuesto sobre la Contaminación de las Aguas (ICA). Con más de 20.000 recursos presentados y 70.000 personas que no han pagado el recibo se abre un debate sobre la sensibilidad política. Al margen del número de depuradoras puestas en marcha, las acusaciones de doble tributación o el precio del metro cúbico de agua depurada, se describe un problema político que urge gestionar o explicar de una manera bien distinta a como se ha venido haciendo. Puede que el tema impositivo sea, junto a la gestión de la escuela concertada, uno de los asuntos más delicados de este Gobierno (el impuesto de sucesiones coloca a la Comunidad en una situación de clara desigualdad), por lo que la atención a las muchas protestas razonadas no parece que sea ningún despropósito.