Alberite de San Juan: una casa para reencontrarse con el yo interior

Casa Alberite es un establecimiento de turismo rural con un componente espiritual muy marcado, en el que se prioriza la introspección; allá se medita, se conversa... y no, no hay (ni habrá) wifi.

Destello solar de mediodía sobre la llamada Puerta de la Villa, el arco de Alberite.
Alberite de San Juan: una casa para reencontrarse con el yo interior
Laura Uranga

Su DNI dice que Zoé Celma Maquieira se llama Ana. No todos los misterios necesitan de una solución explícita, pero en esta ocasión, el enigma no resulta complicado de entender. "Zoé es el nombre que siempre me he querido poner, así que Zoé será. Y probablemente me lo cambie pronto en el registro", dice la aludida, sonriendo, antes de recalcar que no es broma.

Zoé será, pues. Además de colaborar con una nueva línea de producto de la firma magallonera Granvelada, Zoé lleva Casa Alberite, negocio de turismo rural con un perfil muy distinto al que se presupone; la iniciativa de convertirse en anfitriona fue el segundo impulso en un movimiento personal y familiar, que primeramente vino motivado por el hecho de hallar un sitio que fuera lugar de retiro laboral y refugio vital. A largo plazo, se entiende. "Siempre he sido de ciudad, pero encontramos aquí un terreno, nos enamoramos de la gente y del lugar, construimos nuestra casa y el resto es historia. Tengo tres hijas d edades muy diversas: veinticuatro, dieciséis y diez años. La mayor estudia en Teruel, las otras van al instituto y el colegio en Borja. Hace diez años, cuando estábamos en el proceso de preparar nuestra vivienda, cada regreso a Zaragoza suponía lloros; ellas querían estar aquí. Así que lo hablamos, cambiamos instituto y colegio y nos vinimos aquí. Pusimos un huerto ecológico, compramos gallinas… nos adaptamos pronto a la vida de pueblo".

Alberite de San Juan: una casa para reencontrarse con el yo interior

Lo de la casa rural fue el siguiente paso. "Estuve mucho tiempo para una fundación para enfermos terminales, asistiéndoles con terapias, meditación y las enseñanzas zen de Dokusho Villalba. Organizaba cursos gratuitos y, un buen día, pensé que también podía hacer de esa actividad un modo de vida remunerado. Entonces trabajaba como delineante; mi ex marido es aparejador. Así que nos liamos la manta a la cabeza, compramos al pueblo una casa barata y la reconstruimos entera. Sacamos la piedra, utilizamos materiales sostenibles y contamos con algo muy importante: el apoyo de todo el pueblo, desde herramientas a peonadas. Ayudaron con mucho cariño".

Espiritualidad

Zoé acompaña cada parte del relato con una sonrisa. "Cuando la casa estuvo lista, había que ponerle nombre. Busqué por la tradición hindú, la japonesa… y al final vi claro que debía llamarse Casa Alberite: era la casa del pueblo. Así se llama y así funciona desde hace dos años y medio. Al principio nos daba miedo explicar en el pueblo cómo iba a desarrollarse la actividad de la casa; de mí ya sabían que era rarita –suelta una carcajada– porque impartía talleres de respiración y sanación ‘chi kung’, tocaba los cuencos... pero les encantó que fuera a venir gente al pueblo, y enseguida vieron que era turismo tranquilo. En Casa Alberite se hacen retiros espirituales y cursos de todo tipo: al principio los impartía yo, y volveré a hacerlo, pero ahora cedo el espacio".

Lo de la integración en el entorno es literal: a los últimos ocupantes, en los primeros días de 2018, les atendió medio pueblo. "Les dejé todo listo, y luego se las arreglaron de maravilla. Con los vecinos, todo perfecto: por ejemplo, tocaron la puerta de al lado y les dieron zanahorias. Otra vecina les abrió la iglesia para que la visitaran… así son las cosas aquí, hay magia".

El que acude a casa de Zoé suele saber lo que busca: si no, se le aclara. Paz, desconexión, mirada hacia adentro. "Aquí tenemos música tranquila en las áreas comunes, cocina conectada con el comedor, terraza, sala de meditación; dentro no hay wifi ni televisión, ni habrá. Se viene a encontrarse o reconocerse a uno mismo. La atención es personalizada; no se juntan grupos. Caben hasta dieciséis personas, ya sea un colectivo o una familia, con un mínimo de cinco personas para reservarla. Todo lo que se come y se cultiva es casero, de nuestro huerto. A cada esquina se le ha rezado; esto quiere decir que no tratamos a la casa como un ser inerte, sino que invocamos el respeto a lo que fue y a lo que es ahora, a los muros derribados y a los levantados. De ahí salen nuestros ánimos para seguir adelante con el proyecto: lo espiritual se mueve desde los cimientos".

Espacio Huecha, reducto hechicero del arte, concebido por Miguel Ángel Domínguez

Natural de Alberite de San Juan, el artista Miguel Ángel Domínguez (fundador del grupo zaragozano Algarada en 1974) fundó en su pueblo el Espacio Huecha en agosto de 2012, tras la rehabilitación (que luego ha pulido y ampliado) de un edificio próximo a la parroquia local. La idea parte de una intención clara: contar con un lugar para la expresión cultural en el matiz más amplio del concepto, desde exposiciones a conciertos, conferencias o recitales de poesía. Con el apoyo en la dirección de su hija Marta, pedagoga y escritora, Miguel Ángel se ha guiado por las concepciones artísticas de los setenta y, especialmente, en el llamado Arte Povera, que utiliza materiales sencillos e incluso objetos en desuso para insuflarles una nueva vida. Este pasado verano se pudo admirar (además de su sala permanente de escultura) una muestra del propio Miguel Ángel Domínguez, llamada ‘Paisajes esenciales’, un trabajo que se sirve de la abstracción formal para realizar un ejercicio de introspección filosófica. En el Espacio Huecha también mostraron su trabajo la búlgara Alexandra Ramírez (dibujo) y Rafael Buisán, que aportó una serie fotográfica y otra de experimentación sobre fractales y mandalas.

La importacia de la necrópolis islámica de El Quez

Situado en un cerro a apenas un kilómetro de Alberite, en dirección a Magallón, el conjunto arqueológico de El Quez se descubrió en 1968, durante unas labores agrícolas; apareció un sarcófago de alabastro con enterramiento y ajuar de época hispano-visigoda. Más tarde se documentó la existencia de un poblado de los Campos de Urnas del Hierro. En unas excavaciones posteriores (inicios de los noventa) apareció allá una ‘maqbara’ (necrópolis islámica); se hallaron restos de 148 tumbas, aunque muchas de ellas estaban en muy mal estado de conservación la mayor parte de las cuales aparecieron en deficiente estado de conservación, tanto por causas naturales, como por los propios trabajos relacionados con la carretera. Se localiza, siguiendo la tradición islámica, extramuros de la ciudad y al borde del antiguo camino medieval. Las tumbas aparecen excavadas directamente en terreno arcilloso, con una fosa simple cuya profundidad media es de 50 centímetros.

LOS IMPRESCINDIBLES

La Anunciación

La parroquia es un templo de una sola nave que se cubre con bóveda de crucería sencilla. De origen mudéjar, se completó y remodeló posteriormente; de hecho, el pórtico data del siglo XIX. Cuenta con dos capillas.

La ‘huechada’

El 26 de septiembre de 1992, una gran tormenta desbordó el Huecha y el agua inundó Alberite, además de anegar sus campos. La rapidez de los vecinos, que colocaron tablones a la entrada, evitó una catástrofe aún mayor.

El Santísimo Robado

El 17 de febrero de 1642, tres ladrones robaron el Santísimo Sacramento de la parroquia. Recuperado y trasladado provisionalmente a la catedral de Tarazona, volvió en procesión a Alberite con vítores de todos los pueblos cercanos.

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