Heraldo del Campo

El 'Annus Horribilis' que ahora acaba

El sector agrario dice adiós a un 2017 que se marcha dejando tras de sí un reguero de pérdidas. La sequía y el desplome de los precios ha definido un complicado año tanto para las explotaciones agrícolas como ganaderas.

Un campo de cereal en El Pobo (Teruel), en el que la falta de lluvia ha impedido la nascencia de la producción.
Un campo de cereal en El Pobo (Teruel), en el que la falta de lluvia ha impedido la nascencia de la producción.
Antonio García/Bykofoto

Sequía, sequía, sequía, sequía. Es la primera palabra a la que se refieren uno tras otro los responsables de las organizaciones agrarias aragonesa -José Manuel Penella (UAGA), Fernando Luna (Asaja), José Manuel Roche (UPA) y Jorge Valero (Araga)- cuando se les pregunta por el balance agrario de este año que está a punto de terminar y para el que no ahorran calificativos. «Catastrófico», «nefasto», «complicadísimo», coinciden en señalar al poner apellidos a este 2017 que comienza a despedirse dejando tras de sí todo un reguero de pérdidas, incertidumbres y preocupaciones que, como teme el sector, no terminarán el 1 de enero si las lluvias continúan resistiéndose.

Porque 2017 ha sido un año seco, tanto que no se recordaba tal falta de precipitaciones desde 1980. Y el sector agropecuario lo ha sufrido prácticamente en todas sus producciones, especialmente aquellas que nacen en secano, donde los daños han reducido las cosechas una media del 30%, aunque en provincias como la turolense se ha perdido hasta el 80%.

Por si los caprichos del clima no fueran suficientes, el desplome de los precios ha llevado «incluso a la desesperación», especialmente a los productores de fruta, que salieron a las carreteras para exigir la intervención europea. Una UE que, además, no ha contribuido precisamente a dar calma a 2017. Sus comunicaciones sobre la próxima reforma de la PAC, y sus insinuaciones sobre una posible cofinanciación de los Estados miembros, no han hecho más que añadir complicaciones a un año que todo el sector quiere ya dejar atrás.

Todos los subsectores agrarios recordaran 2017 como un año para olvidar. Especialmente los productores de cereal de secano y más si sus explotaciones están situadas en la margen derecha del Ebro, principalmente en la provincia de Teruel.

Sin un gota de lluvia y con el mercurio superando los 40 grados la producción se ha recortado una media del 30%. Pero las estadísticas son engañosas. Es cierto que la margen izquierda y especialmente la provincia oscense no sufrió como el resto de la Comunidad y su cosecha incluso ha podido catalogarse de buena, pero en la comarca del Maestrazgo y en la Serranía de Albarracín la grave sequía solo ha dejado aprovechable un 20% de la cosecha. Los productores de Calatayud y Daroca han perdido la mitad de su producción.

No ha sido, sin embargo, el único cultivo perjudicado por la ausencia total de precipitaciones. La sequía ha golpeado el olivar, el almendro y el viñedo y ha provocado un desembolso extra para la ganadería extensiva, que se encontrado sin pastos, ni siquiera en la alta montaña, lo que ha obligado a los productores a dar alimentación complementaria a sus animales.

Una circunstancia que, como señala el secretario general de UAGA, José Manuel Penella, ha complicado todavía vez la delicada situación que vive el sector ovino. Penella advierte que en este 2017, el censo sigue cayendo drásticamente. Apenas quedan en Aragón poco más de 1,18 millones de ovejas reproductoras, un 9,3% menos que el pasado año, pero un 65% menos que la cabaña ovina que había en Aragón en 1995.

«Ha sido un año negro por el clima», insiste el máximo responsable de UPA en Aragón, José Manuel Roche, que matiza que no solo la sequía ha ahogado la economía de las explotaciones agrarias. También ha dejado pérdidas las heladas tardías o el granizo, unos fenómenos «cada vez más repetitivos que nos demuestran que el cambio climático es más que una realidad ante la que tenemos que actuar», señala Roche.

El representante de Asaja en Aragón, Fernando Luna, deja claro que hablando de producción «aquello que depende del agricultor se ha hecho como se tenía que hacer y de acuerdo a la norma». Otra cosa han sido los resultados. «En secano la situación es catastrófica, sobre todo en Zaragoza y Teruel», señala Luna.

Fruta en retirada

El sector de fruta dulce también ha sido uno de los grandes protagonistas del año que se despide. Esperaba una buena cosecha, y la consiguió. Pero se encontró con un mercado saturado -se cumplen ya cuatro campaña de veto ruso- en el que, a pesar del repunte del consumo por las elevadas temperaturas, los precios se desplomaron hasta situarse muy por debajo de los costes de producción.

La situación se tornó tan complicada que incluso Bruselas, en pleno mes de agosto y con una rapidez que nadie se esperaba, reconoció la necesidad de poner en marcha medidas que aliviaran en el mercado y aprobó un cupo extra para retirar 19.500 toneladas de fruta, la mitad de la cantidad que exigían los productores de Aragón y Cataluña, los principales productores y los más perjudicados.

«Se están realizando liquidaciones de fruta de hueso a unos 15 céntimos cuando producirla cuesta más de 30 euros», recuerda Roche, que advierte que las medidas del Gobierno son insuficientes para «una campaña como esta cuyas pérdidas no van a poder soportar las explotaciones familiares».

Similares son los cálculos realizados también por Penella, que advierte que «en muchas comarcas llevamos ya tres campañas consecutivas de precios bajos y sin cubrir costes de producción». El secretario general de UAGA explica que, al menos, en frutales de pepita, y debido a una bajada de la producción en Europa, los precios son más altos que los del año pasado, con lo que los productores «aparentemente» van a poder respirar.

«La fruta es una catástrofe», insiste Luna, y como el resto de los representantes agrarios, insiste en destacar que con el «problema ruso» a las espaldas, la crisis de precios que el sector ha sufrido este año está haciendo «entrar en pérdidas» a muchas explotaciones. «Sobre todo a aquellos que buscaban calidad, porque los que tienen grandes volúmenes no están tan afectados por los precios», dice.

La amenaza de la nueva PAC

Por si el clima o los mercados no hubieran añadido suficientes preocupaciones al sector, el comisario de Agricultura, Phil Hogan, ha decidido comenzar a encender los ánimos con sus primeras comunicaciones sobre el rumbo que podría tomar la nueva reforma de la PAC. Es cierto que no llegará hasta pasados dos años -algunos dicen que incluso más-, pero lo que comienza a conocerse no contribuye a calmar los ánimos.

«O vamos a una reforma más sencilla y acorde con la realidad o la complejidad actual para cobrar las ayudas solo está creando incertidumbre y así es muy difícil», señala Luna, que advierte que lo que le preocupa es que se hable mucho de cómo aplicar la PAC sin conocer la ficha económica. «No se puede repartir el plato de sopa, sin saber cuánta sopa tenemos y cuántas cucharas van a comer de ella», explica.

«A día de hoy, una gran parte de las explotaciones agrarias tienen rentas negativas y lo único que las compensa es la PAC», insiste Roche, que muestra su preocupación por esa posible renacionalización de las ayudas y apuesta porque España tome iniciativas, decisiones y se ponga a la cabeza de los países miembros que diseñarán la futura política común.

Y un preocupante futuro

Pero que 2017 se vaya quedando atrás no alivia a los agricultores y ganaderos aragoneses. «Si no llueve», repiten todos, el próximo año volverá a ser «una catástrofe». Y de nuevo para los productores de cereal.

Penella reconoce que las siembras tomaron ritmo en noviembre, pero se echo el grano «porque había que hacerlo». Sin embargo, la falta de precipitaciones ya hace presagiar, advierte el sindicalista, una mala cosecha porque la nascencia es prácticamente nula.

Lo teme también Fernando Luna. «El futuro se presenta difícil es difícil», advierte el responsable de Asaja-Aragón, que asegura que «hay mucha preocupación y desesperación, la situación es muy grave y los bolsillos están vacíos».

La promoción, el telón de Aquiles de la industria
No ha sido un mal año para la industria alimentaria aragonesa. La organización empresarial que la representa (AIAA) advierte que es pronto para dar cifras definitivas, pero reconoce que con los datos actualmente disponibles se prevé que 2017 se cierre con un ligero crecimiento de entre el 1% y el 3% en el mercado nacional.

Mucho más positivo ha sido el comportamiento de los mercados internacionales, «donde los incrementos han sido muy importantes», señala Ignacio Domingo, gerente de la Asociación de Industrias de la Alimentación de Aragón. Tanto que la facturación de las exportaciones alimentarias podría incluso superar la barrera psicológica de los 1.000 millones de euros, con lo que el incremento respecto al año anterior alcanzaría el 20%. El sector cárnico figura como punta de lanza, con un crecimiento acumulado hasta mitad de año del 30%, mientras que el avance del resto de subsectores oscila entre el 5% y el 10%. «Pero queda todavía la segunda mitad del año para confirmar estos datos», matiza.

Estos positivos datos también han tenido reflejo en el empleo. Así, y a falta de conocer el comportamiento del mercado laboral en la recta final del año, hasta septiembre de 2017, la industria alimentaria de Aragón daba empleo directo a 15.758 trabajadores, un 8,8% más que en el año anterior y un 21% más que hace tres años.

Sin embargo, también hay peros. De nuevo, en este 2017 la promoción y los presupuestos del Gobierno de Aragón han sido el telón de Aquiles de un sector industrial, el segundo de la Comunidad, que factura 4.000 millones de euros y actúa como motor de desarrollo de buena parte del medio rural de la Comunidad.

«Apenas se destina ahora un 25% del presupuesto de promoción que se destinaba antes de la crisis y solo el 15% de los fondos del Plan de Desarrollo Rural tienen como destino la industria alimentaria», lamenta Domingo, que reconoce que aunque se esta trabajando con la consejería en la elaboración de un plan «con la escasez presupuestaria es muy complicado plantear proyectos ambiciosos y relevantes para las empresas».

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