La Zaragoza que mejor suena

Un repaso por los grupos y solistas zaragozanos que han llevado el nombre de la ciudad por más de medio mundo.

El abuelo Labordeta fue pionero en poner con su música a Aragón en el mapa. Ahora, esta tierra sigue teniendo en Zaragoza un vivero en el que florecen algunas de las estrellas más destacadas del panorama musical español, que aúnan eclecticismo, talento y capacidad de convocatoria. Los Héroes del Silencio (y, luego, Bunbury en solitario) Amaral, Violadores del Verso, el Niño Gusano...

LOS TRES PILARES DE LA TIERRA

Por Matías Uribe

Concurso municipal de pop-rock del 82, gira latinoamericana de 2007. Dos momentos y dos fechas significativas en la trayectoria de Héroes del Silencio. Otras dos fechas señaladas: 1991, una jovencísima Amaral asoma su cara por vez primera en un escenario con el grupo Bandera Blanca, tocando la batería, tras haber cantado unos meses en Lluvia Ácida; 2006, esa misma joven encandila al público que atesta uno de los icónicos teatros de Latinoamérica, el Gran Rex de Buenos Aires. Entre unas y otras fechas, un puente transoceánico, impensable.

En el 82, Zaragoza era una ciudad cutre, sin grupos y con ideas musicales obsoletas, pero en el concurso ya estaban Bunbury y Valdivia. ¿Quién podía apostar en el 91 por aquella inexperta batería? "Me hacía daño en las piernas y en las manos porque no sabía tocar", confiesa ahora Eva. Mas, impensablemente, Bunbury y Amaral explotaron, tendiendo un puente oceánico larguísimo desde Zaragoza a Latinoamérica e incluso Estados Unidos. Desde entonces, ser de Zaragoza imprime carácter en lo musical y casi en lo social. Un orgullo.

No ha sido fácil, claro, alcanzar proyección internacional, y más cultivando la excelencia. Tras Héroes, Bunbury se revolvió contra sí mismo e incluso contra sus propios camaradas. "No estoy dispuesto a tocar heavy metal", dijo sarcásticamente. Viajó al planeta tecno en su primera mutación, 'Radical sonora'. No funcionó. La búsqueda le llevó a otro camino inaudito, al latino-mediterráneo. ¡Eureka! 'Pequeño' lo elevó a la cima en solitario. Y con 'Flamingos' echó los cimientos de una carrera que aún la sostiene, pese a sus endebleces.

En 2007 volvió con Héroes, no para curar heridas, como cínicamente afirmó, heridas que lejos de curar se abrieron más hasta el punto de casi acabar en los juzgados, sino para salir adelante económicamente. Después, llegó una hilera de discos aceptables pero sin la originalidad de 'Pequeño'. A Los Santos Inocentes les compete buena parte de esa culpa, aunque la proyección de su jefe aquí y allende los mares siga siendo indestructible.

Amaral ha tendido ese puente de forma más calibrada. Eva y Juan son dos obcecados trabajadores de la música. Rumian sus discos con parsimonia vacuna, y aunque haya quien oiga 'la misma canción' en sus siete álbumes, detrás hay un laborioso trabajo para ofrecer diferencias. "Ahora sé que estamos en el camino, mirando a lo que haremos en el futuro y pensando que es el momento de grabar en directo", dice Juan. Es lo que van a hacer de nuevo el 29 de octubre en el antiguo palacio de los deporte de Madrid.

Unos chicos de barrio de la 'Zaragoza gusanera', que diría Labordeta, han tocado las estrellas. Su éxito ha proyectado a la ciudad y, quizá más importante, tranquilizado a sus familias. El padre de Eva se fue feliz al otro mundo cuando, apenas unos días antes de su último suspiro, vio en este periódico una página con el titular 'Ha nacido una estrella'. Un cielo, el internacional, al que no ha subido Labordeta pero sí al nacional aunque apoyado en bastones ajenos a lo musical (ay, aquel '¡a la mierda!' en el Congreso, los réditos que dio). Ellos, siguiendo a Follett, son los tres pilares de la tierra, básicamente han construido la catedral sonora de Zaragoza, aquí y fuera.

GOZAR Y NO OCULTARLO

Por Pablo Ferrer

Zaragoza es ciudad de rap. Desde Potas, desde Germán Larone, con el Niño de la Selva recorriendo metro a metro las calles de la Magdalena cuando aún no levantaba cuatro palmos del suelo. Con muchos otros antes y durante las dos décadas de Violadores del Verso, popes de la escuadrilla Rapsolo desde su mesa redonda, Camelot en el número 20 de Pamplona Escudero; allá peregrinan chavales de toda España en busca de esos ídolos accesibles que fueron y son como ellos.

Se les reconoce pronto. Buscan al MC que rima con rabia y rema, solo o en equipo a favor del manantial que brota de los platos de su DJ. Ansían toparse con los hechiceros del barrio de la Jota, los zares del ritmo 'pilón' y las palabras que muerden; dentelladas de colmillos romos que marcan y aúllan, que se limitan a rumiar planes de evasión y victoria ante un mundo que decepciona cada mañana a los incautos. Tipos sensibles con guantes de boxeo, duchos a la hora de remover entrañas y tocar corazones. Los amos en España, en América Latina, allá donde el castellano hiere conciencias.

¿Quiénes son? Rumba, el hombre de las mil músicas, arma el esqueleto desde los platos; Kase.O, Sho-Hai y Lírico revisten ese armazón de historias, encauzan el manantial y lo conducen hacia la correspondiente eclosión. Marcos, el mánager, es el quinto 'beatle', el repóquer de la baraja. El 'hardcore' les hizo grandes y, como inconformistas vocacionales, han sabido alejarse de la fórmula mágica en sus esfuerzos individuales para volver a ella cuando el cuerpo lo ha pedido.

El próximo disco en llegar es el de Sho-Hai, antes de terminar 2017. Y a finales de 2018, doce años después de 'Vivir para contarlo', quien sabe... ¿habrá nueva placa de Violadores del Verso?

ALGORA Y VIZCAÍNO S. A.

Por J. F. Losilla Eixarch

Sergio Algora y Pedro Vizcaíno. Estos dos nombres bastan para explicar la fecunda aportación de Zaragoza a la llamada música independiente desde mediados de los 90 hasta la actualidad. Una cooperación y una amistad nacidas en la tienda Plasticland que ambos regentaban. Algora, el poeta en flor. Vizcaíno, el cuerdo inconsciente.

El primero comandó El Niño Gusano, autores de una trilogía de elepés que reposa en los estantes más soleados del pop nacional. El segundo creó simultáneamente Grabaciones en el Mar, el sello que convirtió en cartón y plástico esos himnos inmarcesibles. Una sociedad ilimitada y perfecta.

Bajó el paraguas de Grabaciones encontraron cobijo otras bandas zaragozanas, como El Regalo de Silvia, The Caracols, Pulmón, La Nube o Big City. Tras la abrupta disolución de El Niño Gusano, Sergio Algora se reencarnó en Muy Poca Gente y, sobre todo, en La Costa Brava, con quien retornó a la cresta de la ola hasta su fallecimiento en 2008.

Y dos de sus hermanos gusaniles, Andrés Perruca y Sergio Vinadé –propietarios del añorado y esencial bar El Fantasma de los ojos azules–, se transmutaron en Tachenko junto a Sebas Puente. Tirando de este ovillo sin aparente final, Perruca fue uno de los impulsores del nacimiento de Bigott, otra propuesta que ocupa la primera línea de salida en la parrilla del indie patrio.

Los Bengala, My Expansive Awareness o Los Volcanes son algunos de los abanderados de la última hornada zaragozana. La irrebatible confirmación de la audacia y el talento de una ciudad afortunada.

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