Heraldo del Campo

La unión que produce unos grandes vinos

En 1997, cinco cooperativas de Cariñena decidieron sumar esfuerzos. Lo hicieron acompañadas por el Gobierno de Aragón y las entonces tres cajas aragonesas. Han pasado 20 años de aquella unión que les dio fuerza y grandes vinos.

Imagen de las actuales instalaciones de Grandes Vinos.
Imagen de las actuales instalaciones de Grandes Vinos.
GVV

En la década de los años noventa, el Gobierno de Aragón lideró una iniciativa con la que se quería dar dimensión a las empresas del sector vitivinícola. Se trataba de unir esfuerzos, privados y públicos, para que la fuerza de la producción y el capital creara compañías más potentes y con mayor capacidad para abrirse paso en los mercados.

Cinco cooperativas nacidas en los años sesenta en la comarca de Campo de Cariñena –Nuestra Señora del Pilar de Villanueva de Huerva, San Roque de Alfamén, San José de Aguarón, San Bernabe de Cosuenda y la Sociedad Agraria de Transformación nº75 Cariñena Vitícola– decidieron echar a andar juntas por este nuevo camino, llevando como compañeros de viaje al Ejecutivo de la Comunidad, a través del Instituto Aragonés de Fomento, y tres entidades financieras aragonesas: Ibercaja, CAI y Multicaja.

Se ponían así, en 1997, los cimientos de Grandes Vinos y Viñedos. A lo largo de estas primeras dos décadas de trayectoria –se cumple ahora su 20 aniversario– se ha consolidado como la mayor bodega de Aragón, se ha situado entre las 30 primeras de España y es el baluarte de la Denominación de Origen Cariñena, la única que, con 4.359 hectáreas, dispone de viñedo en los 14 municipios que integran la D. O.

La unión de aquellas bodegas que producían a granel, a excepción de una pequeña producción que se embotellaba en Aguarón, ha tenido tal fuerza que ahora Grandes Vinos produce 20 millones de botellas de vino, que contienen una variada gama de caldos, con los que la bodega no ha dejado de innovar tanto para adaptarse a los gustos cambiantes de sus consumidores como para atraer paladares poco o nada acostumbrados a degustar este alimento.

Formada por 714 viticultores, Grandes Vinos, que cuenta con 65 trabajadores y alcanza una facturación superior a los 30,7 millones de euros, no ha dejado de triunfar en los mercados, desde que se abriera camino en Europa, apenas un año después de su creación. Ahora, el 75% de su producción viaja por medio mundo para estar presente en 42 países. Y creciendo.

Su crecimiento ha traspasado incluso las fronteras de la denominación a la que pertenece. Grandes Vinos también tiene presencia en la D. O. Somontano desde que adquiriera Bodegas Sierra de Guara (Idrias) con la que la empresa cariñense quiere acercarse a una creciente demanda: la ecológica.

Así se resume la historia de una iniciativa de colaboración que comenzó hace 20 años en Aguarón.

En sus inicios, Grandes Vinos se alojó en la cooperativa de Aguarón. Era la única que disponía de una embotelladora. En el resto de cooperativas accionistas de la nueva compañía primaba la producción a granel. Pero los artífices de Grandes Vinos tenían claro que el valor añadido se vendía en botella por lo que no solo había que aglutinar la producción, sino lanzarla al mercado en formato de mayor calidad para conseguir mayor competitividad en la comercialización, pero sobre todo hacer más sostenible y rentable el cultivo de la vid en Cariñena.

No había pasado ni un año cuando la bodega se anotó su primer gran éxito. Conseguía un contrato de ventas al exterior. Hacia Alemania viajaron ese año algo más de un millón de botellas con las que se facturaron «500 millones de las antiguas pesetas (unos 3 millones de euros) que para una empresa que empezaba ya era un proyecto importante», señala José Antonio Briz, director general de Grandes Vinos.

Fue, sin duda, «un acicate para seguir apostando por el mundo de la exportación», insiste Briz, quien reconoce, sin embargo, que la comercialización en los mercados exteriores no era algo nuevo para la cooperativa de Aguarón que, gracias a su embotelladora, «ya tenía algún negocio con Bélgica, Canadá e incluso comenzaba a hacer sus pinitos en Japón».

Un antes y un después

Pero si algo cambió el rumbo y aceleró el paso de la bodega cariñense, eso fue la construcción de sus nuevas instalaciones. Ya se habían trasladado a Cariñena, donde ocupaban un pequeño espacio en Cariñena Vitícola, aunque el centro productivo continuaba en Aragón. Necesitaban, sin embargo, un único centro neurálgico, que aglutinara todo el proceso productivo y comercializador y que sirviera como carta de presentación del proyecto.

En 1990, comenzaron las obras de una moderna bodega enclavada sobre un solar de 60.000 metros cuadrados, sobre el que se levantan edificios de 15.658,23 metros cuadrados entre los que se halla una bodega de ‘coupage’, una sala de crianza en la que actualmente reposan 13.000 barricas de roble de 225 litros, y una planta de embotellado con capacidad para producir 12.000 botellas/hora.

«Hay un antes y un después con la construcción de la bodega», señala Briz, que recuerda que con las nuevas instalaciones, que se inauguraron en 2002, Grandes Vinos y Viñedos (GVV) pasó de ser una empresa en la que trabajaban una docena de personas a contar con una plantilla de cerca de medio centenar de empleados; de facturar unos ocho millones a trazarse el objetivo de conseguir alcanzar un volumen de negocio cercano a los 50 millones; que ha logrado duplicar sus ventas hasta superar los 20 millones de botellas y que ha invertido sus porcentajes de comercialización, al convertir aquel 30% de la producción que salía al exterior en un 75%.

«En aquel tiempo hubo opiniones para todos los gustos, algunos consideraban demasiada la inversión, para otros las instalaciones parecían insuficientes, pero el tiempo nos ha dado la razón. Se hizo la dimensión adecuada para el negocio que teníamos», señala su director general. Briz destaca además que la nueva bodega no solo es producción y comercialización. «Es nuestro mejor embajador, nuestro mejor comercial, porque solo con visitarla, todo el mundo se da cuenta de que detrás hay un proyecto serio, de largo recorrido».

Aquellas instalaciones, dotadas de las modernas tecnologías, supusieron una inversión de 12 millones. Pero no ha sido el único desembolso. «Siempre es necesario estar al día tanto en tecnología como en diferentes formatos», señala Briz. Prueba de ello es su última adquisición, una línea automática de envasado Bag in box (bolsa dentro de una caja) con la que quieren estar preparados ante un previsible incremento de la demanda de este formato. «De momento no es un mercado representativo, pero es una apuesta de futuro, hay que estar preparado porque si un mercado lo demanda y no lo tienes, no puedes reaccionar», explica su director.

Una variada oferta

Cuentan en Grandes Vinos y Viñedos que desde sus inicios, los pilares estratégicos de la nueva sociedad siempre han sido el cliente y la internacionalización, «entendida no solo como sacar un producto fuera, sino en crear un proyecto en el país de la mano de distribuidores locales o empresas colaboradoras», matiza Briz. Eso explica que, en sus 20 años de andadura, su oferta haya ido ganando en calidad y en variedad. La mayor bodega de Cariñena pasea por los mercados de todo el mundo con Corona de Aragón, Monasterio de las Viñas y 3C «todos ellos enfocados a un mercado más tradicional; con su Beso de Vino, El Circo y Hoy, que tiene un carácter «más moderno»; y sobre todo con su marca Anayón, la gama más premium con ediciones limitadas y numeradas. «Todo ello es fruto de un trabajo innovador tanto para adaptarnos a los nuevos mercados como a las nuevas generaciones, para hacer fácil el consumo a quienes no están acostumbrados a degustarlo o para quitar tanta formalidad», matiza Briz, quien destaca que aunque ahora se habla mucho de democratizar el producto «nosotros llevamos 20 años diciendo que el vino se tiene que beber como se quiera».

Con esta filosofía, Grandes Vinos lanzó al mercado Veut, «un vino carbonatado con agua de manantial y elaborado con garnacha» o Iglup, «el trago fresco de uva macabeo (blanco) o garnacha (rosado) con apenas cinco grados». Para ponerle la guinda a su innovación, su vino más novedoso recupera una tradición milenaria. «Pensamos que podríamos hacer un vino tal como lo hacían los romanos», explica Briz.

Y ahí está, desde el pasado año, el Anayón Terracota, un vino que envejece durante un año en ánforas de barro. «Como además sentimos un profundo respeto por nuestra tierra lo hemos hecho con la variedad cariñena, que, como su nombre indica, es la más autóctona de la zona», puntualiza, mientras reconoce que este es un vino «casi de coleccionista», del que solo elaboran 1.000 botellas a 140 euros. «No es un vino de venta masiva, es un estandarte de la compañía, un producto muy diferente del que nos sentimos muy orgullosos», destaca el director de la bodega.

Expansión y valor

Aquella iniciativa, que nació hace ahora dos décadas para asegurar la rentabilidad y sostenibilidad del cultivo de la vid en Cariñena, también ha ganado dimensión. Grandes Vinos quería crecer y diversificar su producción. Y decidió hacerlo en Aragón. El pasado año adquirió Bodegas Sierra de Guara, situada en Lascellas (Huesca) –que ha vuelto a integrar en la D. O. Somontano– y que cuenta con 54 hectáreas de viñedos ecológicos. Porque ese es otro de los mercados que quiere explorar la firma cariñense, que con la cosecha de 2016 ya elaboró 350.000 botellas bajo la marca Idrias.

Todo ello mirando siempre a un mercado exterior en el que no han dejado de crecer. Ya presentes en 42 países, Grandes Vinos quiere seguir conquistando nuevos paladares. Ya ha puesto su mirada «y hemos hecho algún pinito» en la India, «un mercado complicado y cambiante pero con un gran potencial», señala Briz.

Ahora, con la experiencia del pasado y el éxito del presente, aquella unión –continúan los mismos accionistas– que les ha hecho grandes encara el futuro con un objetivo: «Crecer sí, pero no tanto en volumen como en valor», concluye.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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