"Da mucho más miedo meter a las ovejas en las parideras que dejarlas cercadas en el monte"

Los pastores de la zona donde ha atacado el lobo piden ayuda a la Administración para reparar los corrales situados en montes de titularidad pública.

Una de las parideras de la zona donde ha atacado el lobo.
Una de las parideras de la zona donde ha atacado el lobo.
J. L. L.

Los ganaderos de los municipios fronterizos entre la comarca de Los Monegros y la Delimitación Comarcal de Zaragoza siguen sin pegar ojo. Desde San Mateo de Gállego, localidad en la que se registró el sábado el último ataque del lobo que campa por la zona, Aurora Bello relata con enojo la realidad de su día a día. Su marido, Jesús Malo, ha pasado casi dos meses durmiendo en el coche, a unos 15 kilómetros de casa y cerca de sus 800 ovejas, para tratar de evitar que fuesen asaltadas de nuevo por el cánido. Compraron e instalaron focos para mantener iluminado el rebaño durante la noche y ahuyentar al animal, desembolsaron 250 euros en la compra de una cámara que cedieron a la DGA y encima, lamenta, tienen que lidiar con los comentarios de quienes insinúan que los ganaderos de la zona no están protegiendo lo suficiente a sus rebaños.

Desde que empezaron los ataques nocturnos, los ganaderos vienen escuchando críticas por no poner a resguardo a sus ovejas durante la noche y por valerse únicamente de los pastores eléctricos para protegerlas. Vallados electrificados de 1,20 metros de altura que han demostrado ser un obstáculo demasiado pequeño para el lobo. Las recomendaciones les llueven desde todas las partes y siempre apuntan en la misma dirección: al uso de las parideras para meter al ganado por las noches y así "no poner en bandeja la comida al lobo".

Por supuesto, como todo ganadero, este matrimonio de San Mateo de Gállego tiene junto al pueblo su propia explotación con corrales donde guarecer a sus animales mientras puedan alimentarse de la huerta. Allí, dicen, cualquier animal no deseado lo tendría muy difícil para colarse. Para primavera, sin embargo, toca subir al monte en busca de alimento. En estos momentos, a unos 15 kilómetros de casa. Los terrenos son de titularidad municipal y no están a la venta, por lo que los ganaderos abonan una tasa anual para poder utilizar los pastos y las parideras que hay desperdigadas por la zona. Parideras que no siempre están cerca de donde se encuentra el alimento y que además suelen depender de los ayuntamientos y, por norma general, llevan décadas 'en pie' y muestran a simple vista las huellas del paso del tiempo, el abandono e incluso el saqueo.

"Las parideras están muy viejas y en malas condiciones", coincide José Luis Lasheras, responsable del sector ovino de Uaga, para tratar de explicar las reticencias de los ganaderos a quienes no comprenden su modo de actuar. "Tal y como están -continúa-, el lobo encontraría la forma de entrar y, si eso sucede, los destrozos serán mucho mayores que los que está provocando cuando ataca a ovejas que están al aire libre y cercadas por pastores eléctricos"

Muertes por asfixia

Tal y como se ha demostrado con los últimos ataques, cuando un depredador entra a hacer de las suyas en uno de estos vallados, las ovejas terminan derribándolo a base de empujar, lo que les permite dispersarse y a muchas, hasta escapar de las garras del carnívoro. Por contra, si están encerradas en un corral y algo las asusta, las ovejas tienden a apelotonarse y la asfixia multiplica el número de muertes de cada ataque de forma exponencial. En 2009, por ejemplo, un centenar de ovejas murieron asfixiadas en Ballobar en un único ataque de perros asilvestrados a una paridera. En 2007, otras 300 perecieron en un corral de Alcubierre en una sola noche cuando una tormenta las asustó y las hizo amontonarse. En el 86, cuando todavía coleaba la truculenta historia de los supuestos pumas de las Cinco Villas, 351 animales murieron de vez por asfixia durante un ataque a una paridera.

"Da mucho más miedo meter a las ovejas en las parideras y jugárnosla a que el lobo se nos meta dentro que dejarlas cercadas en el monte", expone Lasheras, también propietario de un rebaño por la zona. Por eso, los ganaderos piden a la DGA que ponga en marcha dos vías de ayuda: una para la compra e instalación de pastores eléctricos más altos (algo que ya estudia el departamento de Desarrollo Rural) y otra para la reparación de las parideras que hay esparcidas por el monte. "A casi todas les falta un trozo de pared o un trozo de techo y a muchas hasta las puertas, ya que eran de hierro y se las llevaron", incide Lasheras.

Bello coincide e insiste en que los ganaderos ya llevan muchos gastos asumidos: la mayor parte de los seguros cubren los animales muertos en ataques por alimañas, pero no el coste de los heridos que fallecen más tarde ni el de los abortos que genera el estrés en las preñadas. A esas pérdidas, insisten, habría que sumar lo que llevan gastado la instalación de focos, de cámaras de vigilancia y el gasoil de ir y volver durante las noches para ahuyentar al lobo.

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