Los Pirineos, un laboratorio del cambio climático

Los expertos prevén una subida de la temperatura de 4 grados a finales de siglo en el Pirineo. El observatorio de Jaca trabaja para concretar estos datos y estudiar sus efectos.

Juan Terrádez e Idoia Arauzo, del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático.
Juan Terrádez e Idoia Arauzo, del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático.
Rafael Gobantes

Aragón ha pasado esta semana de temperaturas de casi 30 grados a heladas nocturnas. La nieve esperó a enero para dejar espesores históricos el pasado invierno. Y el glaciar del Aneto está a punto de partirse en dos, con medias en un mes de diciembre de -0,50, y hasta 170 en agosto. El Pirineo, y en general las zonas de montaña, son especialmente vulnerables al cambio climático, que en las próximas décadas se acelerará aún más. Y es que, según el organismo Euro-Cordex, a finales de este siglo la temperatura en la cordillera podría subir 4 grados de media, aunque habrá que esperar a 2019 para afinar este dato y contar con proyecciones específicas con mayor grado de detalle y resolución espacial.

En ello está inmerso desde hace siete años el Observatorio Pirenaico del Cambio Climático, con sede en Jaca, que dispone de un gran banco de datos con largas series de temperaturas y precipitaciones obtenidas de 139 estaciones meteorológicas. Euro-Cordex trabaja con variaciones de 1 grado, dependiendo del escenario de emisiones, pero ya está claro que el incremento de la temperatura media anual será de magnitud superior en zonas como los Pirineos. La Agencia Europea de Medio Ambiente reconoce la fragilidad de las montañas, a las que considera espacios particularmente apropiados, a modo de laboratorios, para estudiar la variación del clima.

La década más cálida

La investigación del Observatorio, como explica su coordinadora, Idoia Arauzo, busca "los extremos de variación climática y ver cómo afecta esto a los riesgos naturales (avalanchas, deslizamiento de tierras, desprendimientos de rocas o inundaciones), a la población, al turismo y en general a todos los sectores". Dependiente de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos (integrada por cuatro autonomías españolas, dos regiones francesas y Andorra), inició su trabajo en 2010. Hubo que empezar por armonizar metodologías entre los tres países, aclara.

Los primeros resultados, conocidos en 2015, revelaron un aumento de la temperatura de 1,20 gados desde los años 60, 0,20 por década. La última fue la más cálida desde que hay registros. El dato más significativo corresponde al verano (0,40 por década). Menos evidente resulta el cambio de precipitaciones, aunque sí se observó una gran variabilidad entre unos años secos y otros muy lluviosos. "Ha aumentado el número de periodos secos en verano y los especialmente intensos en invierno", señala el técnico de proyectos, Juan Terrádez. Una información, añade, que resulta muy útil para hacer una adecuada prevención de riesgos o gestionar las explotaciones agrarias, por citar solo dos ejemplos.

La acción Clima, con financiación europea del programa Poctefa, permitió crear por primera vez una base de datos "única y de calidad". El trabajo tiene continuidad y desde hace un año está en marcha el proyecto Climpy (hasta 2019), para seguir nutriéndola con series climáticas y alimentar modelos que permitan realizar proyecciones a 20, 40 o incluso 70 años. Como explica Juan Terrádez, ahora se trata "además de actualizar los datos, de trabajar en proyecciones específicas para el Pirineo, que irán hasta finales de siglo".

Una red de 80 organizaciones

El Observatorio también se encarga de estudiar los efectos sobre la flora, los bosques o masas de agua como los ibones, y lo hace en red con 80 organizaciones y científicos. Actúa como jefe de filas del proyecto, que cuenta con una financiación de tres millones de euros para tres años y cuatro estudios satélites: Replim (lagos y turberas), Florapyr (flora); Canopee (bosques) y Climpy (clima). En este último están implicados la Universidad de Zaragoza, la Aemet, Meteo-France, el Instituto Pirenaico de Ecología, la Universidad Paul Sabatier de Toulouse, el Centro de Estudios de la Nieve de Andorra y el Servicio Meteorológico de Cataluña.

"Nuestro objetivo es recopilar conocimiento y hacerlo accesible, de forma que los actores del territorio tengan la información y tomen las decisiones", comenta Idoia Arauzo. Un ejemplo es la compra de terrenos vitivinícolas a mayor altitud porque en el futuro quizá sean más rentables. "Ya hay productores de vino posicionándose", asegura.

Solo una estación a 2.000

No es fácil estudiar el clima en áreas de montaña porque apenas existen estaciones meteorológicas a partir de determinada altitud. La base de datos del Observatorio se alimenta de 66 en el caso de las series de temperaturas y de 139, para las precipitaciones. De las primeras, solo tres están a más de 1.500 metros y una a más de 2.000; de las segundas, hay tres por encima de los 1.500. De ahí, que una de las acciones previstas con el nuevo proyecto sea aumentar las estaciones en altura. Como advierte Juan Terrádez, "en un valle puede estar haciendo un tiempo horrible y en el de al lado lucir el sol", ya que la orografía de los Pirineos determina una gran variabilidad.

Los responsables del Observatorio hacen hincapié en los impactos del cambio climático, "casi siempre negativos". Evidentemente repercutirán en los sectores económicos, provocarán alteraciones fisiológicas en la fauna (movimientos migratorios) y en la flora, y afectarán a las masas de agua del Pirineo. Resultan especialmente evidentes en los glaciares, que se han reducido de 39 a 19 desde 1984, y donde se prevé una aceleración. "Aunque dejáramos de realizar emisiones ahora mismo, la inercia haría que los efectos de este cambio los sufriéramos a 30 o 40 años vista. Por lo tanto, los glaciares del Pirineo tienen fecha de caducidad", afirma Juan Terrádez.

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