Desaparecidos: el dolor interminable

Apenas hay 8 casos abiertos de desaparecidos en Aragón, una comunidad con un alto índice de localizaciones. Personas que
siguen permanentemente en la mente y en el corazón de los investigadores, para los que nunca se da un caso por perdido.
El último es el del montañero Chema García Fernández, desaparecido el pasado 23 de abril en Bujaruelo.

Chema García. Desaparecido en 2016, en Bujaruelo.
Chema García. Desaparecido en 2016, en Bujaruelo.


Antonio acaba de hablar con la hija de Francisca porque sabe que el nombre de su madre saldrá, y quiere tener su autorización, en un delicado gesto de respeto hacia esos familiares que sufren la angustia interminable de no saber qué es de su ser querido, de quien desapareció sin dejar rastro ni explicaciones y cuyo dolor se hace más intenso, se revive aun más si cabe, ante casos tan mediáticos como el de Diana Quer, la joven madrileña desaparecida en Galicia el 22 de agosto. Francisca Navarro Langarita sigue en el corazón de Antonio, jefe de sección de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional en Zaragoza. Desapareció en 2011 cuando salió de la peluquería en la avenida de Santa Isabel en la que le había dejado su marido a las 11 de la mañana, y después de tomar un autobús que la llevara al barrio de la Jota, haciendo caso omiso de la advertencia de que no fuera sola porque se desorientaba.


Su rastro se pierde entonces, aunque algunos quisieron verla sentada en un banco en los alrededores del hospital Grande Covián y al día siguiente, en esta misma zona, a unos 700 metros, en la calle Isla de Cabrera, sus familiares encontraron su falda. Y nada más. Eso es todo lo que se sabe de ella. "Las personas mayores se echan a andar y son capaces de hacerlo kilómetros y kilómetros, acaban agotadas, con mucha sed y tienden a ir hacia el río", dice Antonio, quien reconoce que hay días que aun repasa el recorrido que hizo Francisca, uno de los pocos casos abiertos que hay en Aragón de personas desaparecidas.


Aunque no se dan cifras oficiales desglosadas con provincias ni por Comunidades, aquí hay unos 8 casos sin resolver, según se recopila en páginas dedicadas a ello como ‘sosdesaparecidos’, la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas, QSDglobal, o ‘desaparecido1007’. El último es Chema García Fernández, cuyo rastro se pierde en el refugio de Bujaruelo el mismo día que desaparece, el 23 de abril. La noche anterior había dormido allí y por la mañana había dicho a sus responsables que regresaría después de andar por el Valle del Ara. El montañero zaragozano nunca volvió y desde entonces la búsqueda ha sido infructuosa. Los intensos trabajos en la zona costaron la vida al UME Víctor Martín Rebollo al despeñarse desde una altura de más de 40 metros.


A Juan Jesús Duro Gil, un chico de 21 años, no lo encontraron después de la Nochevieja de 1991 en Saviñán, donde los padres pasaban las vacaciones. Estudiaba 2º de Electricidad en la Escuela de Ingenieros y se quedó en el pueblo con sus amigos mientras sus padres se iban a Zaragoza. Sintió mucho calor en el pabellón de fiestas y salió a tomar el aire, y nadie volvió a verlo. La búsqueda se extendió por Saviñán, Ateca y Calatayud, pero sin ningún éxito.  



Jesús Duro Gil desapareció en 1991 de Saviñán.


Jesús Duro desapareció en 1991.


Como María Coronas Castellón, de 87 años, que desapareció el 15 de mayo de 2011 en Morillo de Liena, Huesca, con Alzheimer y diabética.



María Coronas, desaparecida en 2011.


O Irlene María Gomes Da Silva, de 50 años, desaparecida el 21 de julio de 2015, vista por última vez en la estación de Delicias de Zaragoza, bajando del autobús que cubría el trayecto Barcelona-Vitoria; o Joaquín Arruga Ariso, de 76 años, desaparecido el 5 de septiembre de 2013 en Alfajarín, Zaragoza; o Raúl Sanz, el joven zaragozano que desapareció con 25 años en 2008 en Canarias y Águeda Romero, de 76, de la que nada se sabe desde el 26 de diciembre de 2014 en Villamayor. Y tampoco se ha encontrado el cuerpo, supuestamente descuartizado, de Pilar Cebrián, de Ricla, víctima de un crimen, por el que fue condenado su marido a 16 años de prisión. 


Irlene Gómez desapareció en 2015, Joaquín Arruga en 2013 y Francisca Navarro en 2011).

En 2015, en España hubo 24.995 denuncias por desaparición, de las que 24.088 fueron cesadas; casos dados por resueltos porque se quitó la denuncia o porque apareció el cuerpo del desaparecido. Quedaron activas 907. En lo que va de año, y hasta el pasado día 2, se han cursado 14.473, de las que ya se han resuelto 13.203 y siguen activas 1.270, una cifra engañosa, como explican desde el Ministerio del Interior, porque nunca se da un caso por cerrado hasta que no se retira la denuncia, o aparecen restos y se les identifica, por lo que muchos de esos 907 casos activos de 2015 siguen ahí, en su mayor parte bastante antiguos, e incluso están personas que han sido ocalizadas pero que sigue la denuncia. "Nos pasa a veces –dice Antonio–, que se encuentra al desaparecido pero éste no quiere saber nada de su familia. Nosotros solo podemos indicarles que está bien, y hay quienes deciden mantener la denuncia hasta que regrese".



Águeda Romero, deaparecida en 2014.


Aunque las cifras bailan mucho, cada año desaparecen una media de 18.000 personas, y entre el 90-95% son encontradas, aunque en Aragón, donde suelen darse un par de casos a la semana, el índice de apariciones es mayor, en torno al 99%. El equipo de Zaragoza es uno de los mejores de España con un alto índice de buenos resultados, quizá por la persistencia de sus miembros y por sus desvelos, "somos muy tercos, muy cabezones", dice Antonio, mientras señala a Abel, el inspector que está al frente de ‘Desaparecidos’, dentro del Grupo de Homicidios. Un equipo que vela por dar luz a los homicidios, asesinatos, desapariciones, accidentes laborales graves y lesiones también de gravedad. Para ellos no existe el crimen perfecto y nunca dan un caso por perdido. Nunca. Como el de Pilar Cebrián. Aunque la experiencia, su olfato, y el sentido común les diga que ha habido un final trágico.


Lo primero que hacen cada día es mirar las denuncias y es ese ‘olfato’, su sexto sentido es el que les lleva a ir más allá en algunas de ellas, a volver hacia los familiares, "porque siempre hay indicios que te hablan solos y te dicen que hay cosas, detalles que no son normales y que cuando han puesto la denuncia se han olvidado por los nervios y la ansiedad del momento", aseguran. Nunca se ha dado un caso como el de Marta del Castillo ni que tenga la repercusión mediatica de Diana Quer. "Estamos satisfechos –reconoce Antonio–, llevamos los casos al día. A pesar de ello, siempre están esas 3-4 personas que como Francisca siguen sin aparecer. Nosotros intuimos qué puede haber sido de ellos, quizá por nuestra larga experiencia, pero nunca los olvidamos".


Como a Raúl Sanz, el joven zaragozano que desapareció con 25 años en 2008 en Canarias. "Hace un mes logramos que una juez de Zaragoza abriera el caso, volvimos a solicitar una serie de datos, porque al pasar tanto tiempo vuelves a necesitarlos, porque si está con vida ha podido hacer gestiones o acciones que hoy podemos seguir la pista. Mover dinero, cuentas bancarias, alguna revisión médica, renovar el DNI, sacarse el pasaporte, estar en alguna red social... Pero todo sale negativo.



Raúl Sanz, desaparecido en 2008.


Una cosa es lo que tenemos que hacer y otra lo que pensamos que ha sucedido. Su madre es una madre coraje, encantadora, excepcional, que persiste en la búsqueda de su hijo, aunque en su interior pueda pensar lo que pensamos todos". Raúl tenía problemas de depresión y se fue a Las Palmas, un lugar que le gustaba mucho, y se hizo de todo, incluso mirar su posible relación con algunas sectas, aunque desde el principio vieron que no había nada. Creen que es posible que se fuera allí para morir, porque es común que vayan a algún lugar que ellos eligen.

Base única

Todas las denuncias por desaparición en España de Policía, Guardia Civil y policías autonómicas de País Vasco, Cataluña y Navarra van a una base central desde 2009, que trabaja en tiempo real y simplifica mucho las búsquedas. Además, y desde el caso de Marta del Castillo en 2011, se incluye un fichero de ADN de los familiares de los desaparecidos, que ayuda al cierre de casos. "Se lo recuerdo a los familiares de Francisca y Raúl, que su ADNestá en la base de datos y si surgiera algo saltaría".


No hay un perfil único. En el caso de los chavales suelen ser los fines de semana y regresan a los dos o tres días. En el de las personas mayores por problemas físicos y en los adultos por problemas económicos, familiares o complejas relaciones sentimentales, y en estos casos suelen darse bastantes situaciones en las que se les localiza con facilidad y son ellos los no quieren regresar, no quieren saber nada de lo que han dejado atrás.


El 95% de las desapariciones en Aragón son de jóvenes y suelen estar relacionadas con la juerga, los novios, los problemas con los padres y los estudios. "En su mayor parte están en centros de menores, o proceden de familias desestructuradas, que desconocen incluso con quienes van sus hijos o qué vida hacen, y suelen ser siempre los mismos, pero hay que presentar denuncia y buscarlos", dice Abel, quien insiste en que no hay aquí ninguna desaparición inquietante y que enseguida se detectan los casos graves, "la de un joven que habitualemente va a trabajar o a clase, es buen estudiante. Entonces saltan todas las alarmas".


Abel y Antonio insisten mucho en que hay que presentar cuanto antes la denuncia y en que se den todos los datos posibles, por simples que puedan parecer y que son los que dibujan todo lo que ha rodeado al desaparecido. "Porque siempre hay detalles significativos que nos pueden llevar a él. Siempre hay alguien, un amigo, conocido, familiar, con quien ha tenido contacto o que sabe, que conoce a alguien con quien puede haber estado o hablado o se le ha visto; ha podido dejar algún rastro en alguna red social, un cajero automático...". "Que nos digan si ha podido tener problemas, alguna discusión, por banal que parezca".


Sin embargo, no son partidarios de dar a conocer datos personales que pueden llevar a juicios morbosos y que puedan afectar de por vida al desaparecido. "Se lo decimos siempre a la familia, nosotros no damos informaciones que pertenecen al ámbito privado. Revelar, por ejemplo, si tiene una discapacidad o problemas físicos o económicos no nos corresponde, es decisión suya darlos o no a conocer", como el caso del estudiante brasileño Víctor Da Silva, desaparecido la Nochevieja de 2014 en Zaragoza tras un cotillón, con problemas visuales. La familia llegó a ofrecer una recompensa a quien diera datos fiables y el cadáver fue localizado casi cuatro meses después. Además, insiste Abel, tampoco ayudan.


Cuando empieza una investigación, hay llamadas que son falsas, y dar demasiados datos no es bueno para nuestro trabajo". El caso de Víctor fue uno de los que le quitó el sueño a Antonio, "porque se hizo un despliegue humano brutal, con ayuda de los Bomberos, y al final salió lo que pensábamos. La experiencia, lamentablemente, nos lo dice casi todo. Llevamos años en esto y es cierto que hay denuncias que llevan encubiertas historias y ves enseguida qué puede haber detrás".


Recuerda algunas desapariciones que solo ocultan escarceos amorosos, engaños, citas por internet. Y es cuando alertan del peligroso mundo de las redes sociales, de lo vulnerables que pueden ser los menores y de cómo hay que estar alertas y a su lado.


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