"De lo malo se pueden llegar a extraer retazos de belleza"

Eva Bach.Maestra y escritora.

Con ese apellido, ¿es usted muy armoniosa, muy melódica?

Supongo que algo se me ha pegado... Mi abuelo paterno, además, era violinista. Ahí hay una raíz.


¿Hay que serlo cuando está dedicado a la educación?

Hay que trabajar para serlo. Hay que transmitir armonía, siendo nosotros referentes de ella.


Colabora en un proyecto llamado Gestionando Hijos. ¿Los hijos se gestionan, como una empresa?

Ha tenido críticas la palabra, pero el espíritu es muy bueno, porque pretende aportar el pragmatismo de la empresa a la educación.


¿Y eso se puede?

En la educación tenemos una cantidad de valores en el ámbito humano que faltan en la empresa. Pero a veces nos quedamos en ese plano filosófico, y este proyecto pretende aportar esta mayor practicidad a la educación de los hijos.


Usted dice que los padres también necesitan ser educados. ¡Pobres padres!

Más que una educación, todos, y los padres y madres especialmente, necesitamos un crecimiento personal a lo largo de la vida. Y si crecemos, eso revierte en un mejor ejercicio de la paternidad.


Usted es maestra, ¿por quién se deja enseñar?

Por muchísima gente. Por cualquiera que tenga alguna luz que en mí aún no se ha encendido.


Una de sus enseñanzas se refiere al optimismo. ¿Se le puede enseñar positividad a un cenizo?

No se puede enseñar a nadie nada que no quiera o no esté dispuesto a aprender. Al niño le puedes sugerir, inducir, motivar... más fácilmente. Pero si un adulto está cerrado, porque está muy desencantando, es muy difícil.


¿Somos emocionalmente inteligentes?

No, es uno de los déficits más importantes de nuestra sociedad.


Aprender emociones, ¿cuesta más que las matemáticas?

Sí, es una enseñanza que a veces no se termina en la vida. Y en matemáticas puedes llegar a un buen dominio en pocos años.


Dice usted que nos emocionamos, pero no sentimos. ¿Eso no es un contrasentido?

No sentimos en el sentido de la sensibilidad del corazón. Tenemos la emoción biológica, la primaria. Pero no salimos de eso, de lo visceral. La sensibilidad llena de matices, exquisita, ni la rozamos. Ni tenemos ni tiempo para ello.


¿Cómo se investigan las emociones? ¿En qué probeta se meten para analizarlas?

La única forma de estudiarlas es a través de la música que suena detrás de las palabras: el lenguaje corporal, los tonos de voz, las actitudes ante la vida... Las emociones las podemos estudiar teniendo en cuenta cómo se siente uno en la vida con lo que le ocurre, cómo se sienten los otros con sus emociones y qué estela emocional deja a su paso: concordia o tempestad.


Publica ‘La belleza de sentir’. ¡Pero lo malo también se siente!

De lo malo se pueden llegara a extraer retazos de belleza. Si yo hoy trabajo las emociones es por las pérdidas que sufrí en la adolescencia. Mi padre y mi abuela murieron jóvenes y vi que no había recursos para afrontarlo. Y esto, que en su momento fue muy doloroso y desagradable, con el tiempo ha hecho que yo me haga especialista en un campo del ser humano que realmente me está reportando muchas satisfacciones. A veces de las tristezas nacen flores y, en mi caso, una vocación.


Llamó a otro libro ‘Adolescentes, ¡qué maravilla!’. ¿Era irónico?

En la portada hay unas comillas en el ‘qué maravilla’, pero los adolescentes son más maravillosos de lo que parece. Su tesoro interior está enmascarado por sus vaivenes emocionales y su efervescencia hormonal. Y habría que ayudarles a extraerlo. La adolescencia tiene muchas maravillas que podemos llevarnos a la vida adulta, aunque ajustadas y moduladas: la pasión, la creatividad o el espíritu crítico.

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