¿Qué importancia tienen para el ámbito científico certámenes como los Premios Tercer Milenio?

Es fundamental entender que el valor que tiene la ciencia para nuestro mundo radica en la capacidad que tenga de incidir en los cambios sociales y de que la sociedad la reconozca como un valor. Por eso, de nada sirve hacer buena investigación si no somos capaces de contarla bien, de divulgarla bien, de premiarla y de configurar referentes de talento para nuestra gente. Y eso son los Premios Tercer Milenio, una parada en medio de la vorágine que vivimos de forma cotidiana para reconocer el valor de lo que se está investigando en nuestra tierra, conformar esos referentes y señalar el talento.

¿La pandemia ha puesto en valor el potencial con el que cuenta el territorio en esta materia?

Ya sabíamos que teníamos una comunidad científica valiosísima, pero la pandemia la ha sacado a la luz. En los meses más difíciles, el Instituto Carlos III hizo una evaluación de proyectos sobre la covid y de los 18 elegidos cinco eran aragoneses. Tan buenos eran los proyectos que se presentaron que ocho los financiamos desde el Gobierno de Aragón. Y ahora, en esta fase, también está compitiendo bien. El resto de ministerios han repartido los fondos europeos por cuestiones de población, pero el de Ciencia nos ha hecho competir a las comunidades, y Aragón ha obtenido cinco veces más fondos de los que hubiese recibido por criterio poblacional. Tenemos una comunidad científica de la que sentirnos muy orgullosos.

La universidad es responsable de buena parte de la investigación que se lleva a cabo en la Comunidad. ¿Cómo van a hacer para que crezca en esta materia?

El 90% de las investigaciones se llevan a cabo en la Universidad de Zaragoza. Por eso, el primer reto como Gobierno era financiarlas bien. La mayoría de los investigadores se agrupan en institutos, algo que es una buena idea porque permite tener miradas transversales sobre las problemáticas. Con el nuevo acuerdo de financiación, hemos duplicado los fondos que reciben estos, llegando a los 10 millones de euros. Una medida que está siendo un éxito, porque la Universidad de Zaragoza es la primera en captación de fondos y la segunda en captación de proyectos en este contexto de los fondos de recuperación, lo que demuestra que cuando a los investigadores les pagas bien ellos se dedican a competir y lo hacen con éxito.

¿Qué ha de cambiar para que buena parte de los investigadores que se ven obligados a trabajar en el extranjero se queden?

Tenemos la suerte de que ya no estamos en ese momento de sangría de fuga de cerebros que se vivió durante la crisis económica. Hemos entendido que había que mejorar la calidad de las vías de entrada a la universidad, lo que pasaba por dignificar una situación muy precaria que tenían los jóvenes investigadores. Por ello, hemos subido los salarios de los contratos predoctorales, hemos aumentado sus trienios y, por parte del Ministerio, se han puesto en marcha contratos predoctorales. Por otra parte, tenemos Araid, nuestra agencia de investigación, que permite captar talento para atraer a esos investigadores que se marcharon.

El Fondo aragonés de I+D+i ha crecido un 18,6% este último año. ¿Qué expectativas tiene al respecto?

El fondo es una herramienta para dotar de transparencia a la investigación en estas materias, pero junto a él estamos desarrollando una estrategia de especialización de la región, es decir, coordinando la gobernanza para determinar a qué ejes estratégicos dedicamos la inversión. Entendemos que la inversión en ciencia tiene que estar volcada en dar respuestas a las necesidades de la sociedad. En Aragón, la economía está muy apoyada en agroalimentación, y con el cambio climático hay que dar respuestas científicas para hacerla competitiva. También somos referencia en logística y automoción, así que vamos a poner los fondos para apostar por temas como el vehículo eléctrico. Es importante dirigir esas políticas a que ayuden a generar empleos más estables y economías más resistentes.

Recientemente, la empresa PLD Space montó en el aeropuerto de Teruel el Miura 1, el primer cohete de fabricación española que se lanzará al espacio. ¿Qué otras iniciativas científicas se están desarrollando en el territorio?

La investigación se puede desarrollar en el medio rural y puede ser una herramienta de repoblación y vertebración del territorio. Eso lo hemos visto en Teruel y en la defensa que hacemos de esta como capitalidad para la economía circular y la bioeconomía, y donde hay empresas haciendo trabajos muy potentes en temas de astrofísica o de astroturismo, como el aeropuerto o el Observatorio Astrofísico de Javalambre. También en Huesca, con el Laboratorio Subterráneo de Canfranc, que tiene a más de 20 universidades y centros de investigación trabajando allí. Asimismo, estamos poniendo en marcha con Nueva Aquitania un observatorio transfronterizo sobre cambio climático. Y, en Zaragoza, hay zonas que también están haciendo esa alianza entre investigación, empresa e innovación, como San Mateo de Gállego, con la apuesta de Certest por las vacunas, o Ejea de los Caballeros, que cuenta con un polígono basado en la investigación en el sector porcino.

¿Cuál es el rumbo que debe tomar la ciencia en los próximos años?

La ciencia ya ha hecho su trabajo y lo hace muy bien. Lo que tenemos que preguntarnos es lo que tenemos que hacer la sociedad para ponerlo en valor. A futuro tenemos que ser capaces de colocar la investigación y la ciencia en el centro de las decisiones de gestión política y social que tomemos. Tiene que tener la capacidad de influir en las decisiones de gobierno y en los cambios en los modelos económicos y tiene las herramientas para poder hacerlo y asesorarnos en materias que van a ser cruciales, como el cambio climático, responder a las nuevas zoonosis o asegurar el envejecimiento de calidad.