Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Microplásticos hasta en la sopa: ¿qué sabemos de su impacto en la salud humana?

De acuerdo con estudios preliminares, los microplásticos podrían afectar a la salud humana, aunque todavía quedan muchas incógnitas por resolver.

Un grupo de personas trabaja en la limpieza de microplásticos durante la ‘Cumbre de Líderes del Pacífico 2024 por la Protección de los Océanos y el Desafío de la Contaminación del Plástico y Microplásticos de la Región’, en playa Ana Kena, Isla de Pascua (Chile).
Un grupo de personas trabaja en la limpieza de microplásticos durante la ‘Cumbre de Líderes del Pacífico 2024 por la Protección de los Océanos y el Desafío de la Contaminación del Plástico y Microplásticos de la Región’, en playa Ana Kena, Isla de Pascua (Chile).
Elvis González / EFE

Mira a tu alrededor y cuenta los objetos que tienen plástico. Yo ahora mismo estoy escribiendo en un ordenador cuyas teclas son de plástico, bebo de una botella de plástico que acabo de sacar de la máquina expendedora, tengo justo enfrente un armatoste de plástico que recubre un montón de cables en un intento (fallido) de crear un ambiente agradable y a mi derecha un bolígrafo con el capuchón de plástico azul aguarda a que decida cogerlo para anotar cualquier idea. Y ni siquiera he tenido que girar la cabeza para ver todo esto: si me pongo a describir todos y cada uno de los objetos de plástico que hay en esta habitación, este artículo quedaría demasiado largo.

Vivimos en la era del plástico. Producirlo es muy barato, pero esa es solo una de las razones por las que gusta tanto. También es importante lo resistente que resulta una vez finaliza el proceso de fabricación de los objetos, aunque durante el proceso haya sido muy flexible y elástico. Esto lo que nos permite es diseñar objetos con casi cualquier forma que se nos ocurra, por lo que los usos potenciales del plástico son casi ilimitados, y que van a durar mucho tiempo.

Sin embargo, esta resistencia que tan útil nos resulta a corto plazo, es en realidad un arma de doble filo. Y es que, ¿qué ocurre cuando ya no queremos seguir usando esos objetos tan resistentes y duraderos? Pues que es muy, pero que muy difícil deshacerse de ellos. Por eso nuestros ecosistemas están llenos de bolsas de plástico y otros restos de objetos este material, que permanecen en el medio ambiente durante años y años.

Esto por sí solo ya supone un grave problema. Pero en este desastre medioambiental hay más de lo que vemos a simple vista. En 2004, un grupo de científicos descubrió que las playas de Reino Unido estaban a rebosar de partículas de plástico microscópicas, de un tamaño entre 5 mm y 1 micra. 

Pronto, se vio que estas partículas no solo se encontraban allí, sino que se podían detectar en cualquier parte, incluso en regiones tan recónditas como la Antártida. Estas partículas diminutas son los famosos microplásticos, que en los últimos años nos traen de cabeza por el efecto que puedan tener sobre la salud humana.

Así entran los microplásticos en el cuerpo humano 

Los microplásticos pueden dividirse en primarios o secundarios, de acuerdo a su fuente de origen. Los microplásticos primarios son aquellos que se lanzan directamente al ambiente. Por ejemplo, por la abrasión de los neumáticos o por lavar ropa sintética. También existen microplásticos primarios que se fabrican de forma intencionada para ser incluidos en productos cosméticos como los exfoliantes. El uso de estos se está regulando de forma muy estrecha para reemplazarlos por alternativas biodegradables y, así, tratar de reducir los niveles de microplásticos en los ecosistemas.

Por otro lado, los microplásticos secundarios se generan al degradarse los plásticos de gran tamaño, como las bolsas o las botellas, que acaban en la naturaleza. Esta degradación ocurre por efecto de la luz, temperaturas altas y otros factores ambientales; además, también puede ser consecuencia de golpes, torsiones y abrasiones. Los microplásticos secundarios constituyen la gran mayoría de microplásticos que se acumulan en los entornos naturales.

Independientemente de cómo lleguen a los ecosistemas, el siguiente destino de los microplásticos es el interior del cuerpo humano. Este viaje puede ocurrir siguiendo varias rutas.

La más conocida es la ingestión. Dado que uno de los principales lugares donde se acumulan los microplásticos es el océano, acaban en el tracto digestivo de peces, crustáceos y moluscos. También son adsorbidos en la superficie de las algas e incluso en los granos de la sal de mesa que es obtenida directamente a partir de los mares. Y no solo los alimentos que obtenemos del mar pueden contener microplásticos, ya que los plásticos que acaban en los vertederos sufren el mismo destino que los oceánicos y los microplásticos que se generan son arrastrados por la lluvia y el viento a cualquier lugar. 

Además, algunos embalajes y paquetes que se usan para envasar alimentos también podrían regalarles algún que otro microplástico. En definitiva, se han encontrado estas diminutas partículas de plástico en toda clase de alimentos, desde frutas y verduras hasta arroz y miel, pasando por el agua del grifo.

La otra vía principal de entrada de los microplásticos en el cuerpo es la inhalación. Las partículas que son arrastradas por el viento y la lluvia no solo pueden acabar sobre nuestra comida, sino que también podemos respirarlas sin darnos cuenta. Así es como los microplásticos pueden acabar tanto en nuestro tracto digestivo como respiratorio.

¿Qué pasa una vez que entran en el cuerpo? 

Ya se ha comprobado que los microplásticos entran en el cuerpo humano. ¿Qué es lo que hacen una vez allí? Esta parte es un poco más complicada de confirmar. 

El primer paso para estudiar si un compuesto puede afectar a la salud humana, consiste en ponerlo en contacto con células en una plaquita. Un modelo muy alejado de la realidad, vale, pero que aún así nos puede proporcionar información valiosa acerca de cómo interaccionan ambos.

Uno de estos estudios ha consistido en triturar contenedores de alimentos de un tipo de plástico llamado PET (tereftalato de polietileno) para generar nanoplásticos, incluso más pequeños que los microplásticos, que se pusieron en contacto con células de pulmón. Se observó que las células sufrían estrés oxidativo y su ADN resultaba dañado. Este y otros ensayos similares sugieren que los microplásticos que inhalamos podrían afectar negativamente al tejido pulmonar.

Una vez que los experimentos con células nos dan una sospecha razonable, pasamos a estudiar el efecto del compuesto sobre un organismo vivo: es el turno de los animales de experimentación. En experimentos con ratones se ha visto que los microplásticos podrían alterar la composición de la microbiota, generar daño hepático e incluso llegar a tener algún efecto perjudicial sobre el cerebro al alterar el eje cerebro-intestino-microbiota.

En lo que respecta al efecto de los microplásticos sobre la salud humana, realmente todavía tenemos pocos datos. Estos resultados preliminares obtenidos en modelos de experimentación han hecho saltar las alarmas, pero hasta el momento no hemos conseguido obtener datos contundentes acerca de su impacto real sobre nuestro organismo. 

De acuerdo con resultados iniciales, parece que los microplásticos podrían empeorar los síntomas de personas con enfermedades preexistentes, como la enfermedad inflamatoria intestinal. Pero, de momento, estos datos son muy preliminares como para poder sacar conclusiones. 

Por ahora, lo que tenemos claro con certeza absoluta es que la acumulación de plástico en los ecosistemas es un desastre que podría incluso afectar a nuestra salud. 

Mientras esperamos a que este complicado asunto se esclarezca, podemos aportar nuestro granito de arena evitando tirar basura en la calle e intentar, en la medida de lo posible, optar por alternativas libres de plástico. 

Pero debemos tener muy presente que este asunto va mucho más allá de nosotros y es necesario no solo seguir investigando el efecto de los microplásticos sobre la salud, sino también desarrollar nuevos materiales para reemplazar a los plásticos actuales y promulgar leyes que protejan la salud tanto de las personas como la del medio ambiente.

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