De Zaragoza al territorio helado de los nenets, los nómadas del Ártico

Las fotografías tomadas a este pueblo de pastores que habita en Siberia reflejan una vida de supervivencia en condiciones extremas.

La familia es el pilar de la cultura nenets. Varias generaciones viven juntas en el mismo campamento, compuesto por varios ‘chum’ su vivienda tradicional.
La familia es el pilar de la cultura nenets. Varias generaciones viven juntas en el mismo campamento, compuesto por varios ‘chum’, su vivienda tradicional.
José Luis Trisán Paricio

José Luis Trisán Paricio comenzó a ir hacia el Norte en busca de auroras boreales, uno de los espectáculos más fascinantes que ofrece la naturaleza. Hace diez años, viajó por primera vez a Suecia para contemplar la bella respuesta del campo magnético de la Tierra a las perturbaciones del viento solar. Después vendrían Noruega e Islandia, hasta que, de cazador de auroras, pasó a mirar a otra parte, del cielo a la tierra: a los paisajes y gentes que habitan el Ártico, en Groenlandia y Siberia. 

"Últimamente he viajando mucho a zonas del Ártico, a conocer de cerca a los inuits y los pastores nenets", comenta este zaragozano que se define como aficionado a la fotografía y a los viajes. Movido por la necesidad de guardar y transmitir lo que se siente ante el silencio abrumador de paisajes donde nada parece moverse, ante la fortaleza de seres humanos que sobreviven en condiciones extremas, acaba de editar por su cuenta un fotolibro que es un testimonio visual, personal y para regalar (solo 50 ejemplares). Un quiebro a la fragilidad de la memoria para no olvidar los detalles de los días en que convivió, en marzo de 2018, con una pequeña comunidad de nenets, en el Ártico ruso, uno de los lugares más inaccesibles e inhóspitos del planeta. 

Al norte del Círculo Polar Ártico

El pueblo nenets es uno de los últimos grupos de pastores nómadas del Lejano Norte. Conservan formas de vida más cercanas al Paleolítico que a la actualidad. "Sorprende encontrar, en los albores del siglo XXI, personas que viven sin apenas conexión con el mundo moderno, capaces de sobrevivir sin internet, teléfonos móviles u otros avances científicos y vagando en total libertad, sin horarios, y con la única obligación de buscar comida para sus rebaños", reflexiona. Protagonizan una de las migraciones más largas y difíciles, atravesando con sus renos las planicies heladas de la tundra de la península de Yamal –el borde o fin del mundo, en su lengua–, al norte del Círculo Polar Ártico.

La aproximación a estos pueblos no es la de un turista al uso. José Luis Trisán ha realizado sus viajes a Groenlandia y Siberia de la mano del antropólogo y viajero polar Francesc Bailón. "Asesoró a Isabel Coixet en su película ‘Nadie quiere la noche’ y hace viajes para convivir con inuits y nenets. He ido tres veces con él", relata. 

Tras la pandemia y la invasión de Ucrania, se ha vuelto más complicado, y caro, viajar a Rusia, pero en marzo de 2018 estuvo a su alcance visitar un campamento de invierno del pueblo nenets, a unos 60 kilómetros de la población de Kharp. Bien abrigado, "eso sí, si no, te congelas", para resistir temperaturas que oscilaron esos días entre los -41ºC de mínima y los -23ºC de máxima. De camino, pasó cerca de la cárcel donde murió el líder opositor ruso Alexéi Navalni, en el distrito de Yamalo-Nenets. "Necesitas visado y permisos especiales, ahora, con la guerra, imagino que aún más que antes", dice.

Componían el grupo de visitantes dos franceses y dos españoles, además del guía antropólogo y un ruso que, desde la ciudad de Salejard, se encargaba del papeleo y el contacto con los nenets. Tres horas en moto de nieve les costó llegar al campamento, donde se encontraron en medio de un entorno "con una luz muy especial, blanco, blanco, blanco, que solo con los reflejos del atardecer y el amanecer cambia; si las nubes están bajas, casi no se ve el horizonte". 

Las colinas de los montes Urales aparecen "cubiertas de una capa de nieve muy fina, nieva poco, se congela y dura todo el invierno, todo el paisaje es ondulado, con muy poquitos árboles. A mí me encanta". 

Estos pastores nómadas pueden permanecer un tiempo parados, pero el movimiento es una constante, "cada pocos días, siempre dependiendo de dónde haya líquenes para que coman los renos". Toda la existencia de estas familias gira en torno a sus animales. Inolvidable la experiencia de ver dirigirse a centenares de renos en estampida, y a toda velocidad, hacia las tiendas: "Es espectacular, pero asusta -recuerda-, debes protegerte para evitar que te pasen por encima".

Toda una semana convivieron con los nenets. Ocupando para dormir, como corresponde a los hombres e invitados, la parte derecha del ‘chum’ –su vivienda, con la estufa en el centro–. Descubriendo una forma de estar en el mundo que es pura supervivencia. 

Trisán se pregunta cómo aguantan esa vida tan dura, sometida a amenazas como el cambio global y los gaseoductos que cortan las rutas migratorias. "No necesitan mucho, tienen a su familia y sus renos, les gusta esa vida, se juntan para hablar de sus cosas, de lo que tienen que hacer, como la gente de los pueblos habla de sus campos, en la cena se ríen mucho". Se podrían haber ido hace años a la ciudad, y las autoridades lo fomentan, pero "con nada viven felices, muchos jóvenes vuelven después de estudiar, aunque tienen que trabajar duro, les gusta esa libertad"

Su sueño sería completar un proyecto fotográfico documental sobre los pueblos que habitan el Ártico, incluyendo el norte de Canadá. "Algún día tendré que ir". De momento, este verano viaja a Alaska.

Una antigua cultura nómada

Como parte de sus tradiciones ancestrales, los nenets envuelven a los niños nada más nacer en una piel de reno. Desde hace miles de años –10.000 según las últimas campañas arqueológicas–, este pueblo ha hecho de la dura tundra su hogar. Su esperanza de vida apenas supera los 50 años. Con una cultura estrechamente ligada a la naturaleza y a los renos, su medio de vida, conforman el mayor grupo de pastores de renos del mundo y con ellos realizan una de las migraciones más espectaculares y largas del planeta: más de 1.000 km. Una familia necesita al menos 300 reses para mantenerse. Se estima que entre 12.000 y 16.000 nenets mantienen el estilo de vida tradicional, sin apenas presencia de motosierras, generadores y viejas motos de nieve. De los 6 a los 17 años, deben recibir enseñanza obligatoria en internados. Su rica tradición oral se transmite de generación en generación.

Al calor y hospitalidad del ‘chum’

Un intenso olor a pieles de reno, madera quemada y té inunda el ambiente en el interior de un ‘chum’, las cuatro o cinco tiendas de forma cónica que componen un campamento nenets. Sencillas y eficaces, mantienen calientes a las familias aunque fuera la temperatura se desplome a los 50 grados bajo cero. En el centro, una estufa de leña donde también se cocina. Este pueblo nómada, su principal seña de identidad, migra durante todo el año con sus rebaños. Las mujeres se encargan de montar y desmontar las tiendas, ayudadas por los hombres en tareas que exigen más fuerza.

La indumentaria, de pieles de reno o zorro ártico curtidas, cosidas con tendones o nervios, es clave para sobrevivir al duro clima ártico. El abrigo masculino con capucha y manoplas cosidas a las mangas puede pesar 20 kilos. La palabra rusa ‘parka’ que hoy usamos tiene origen en la lengua de los nenets.

Resistir ante un futuro incierto

La mayor amenaza que pone en peligro la vida nómada de los nenets es la grave alteración de los patrones climáticos en el Ártico, el ‘termostato’ de la Tierra. El impacto del cambio global se hace especialmente evidente en la tundra, donde el permafrost se descongela y el suelo se desmorona, poniendo en peligro a renos y pastores. 

Pero, además, el constante aumento de infraestructuras de extracción de hidrocarburos y minerales coloca sobre los territorios ancestrales de los nenets nuevos gaseoductos, carreteras y vías férreas que obstaculizan sus rutas migratorias. El aumento del tráfico de barcos al reducirse la capa de hielo del océano Ártico durante el verano trae consigo la contaminación y degradación del medio ambiente en toda la región. 

Mientras las políticas gubernamentales tratan de inculcar a los nenets que abandonen el nomadismo, este pueblo resiste ante un futuro complicado.

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