Por
  • José Adrián Lligoña Sánchez

El desafío filosófico de la inteligencia artificial

El desafío filosófico de la inteligencia artificial
El desafío filosófico de la inteligencia artificial
Pixabay

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) nos obliga a reflexionar sobre su teleología, es decir, su propósito o finalidad. ¿Estamos adoptando la IA en pos de una búsqueda hedonista y utilitarista sin considerar las implicaciones más profundas que acarrea para nuestra humanidad? 

El hedonismo tecnológico en el que estamos insertos, en el que se privilegia el bienestar material y la satisfacción instantánea y utilitarista, nos limita la visión y evita que abordemos la cuestión sobre la base de una reflexión crítica centrada en el ser humano.

La adopción acelerada de la IA plantea cuestionamientos sobre la naturaleza misma de la existencia humana. ¿Estamos reduciendo nuestra identidad a meros consumidores de tecnología, en lugar de cultivar nuestra capacidad de reflexión, creatividad y conexión emocional? Nos enfrentamos a un dilema filosófico fundamental: ¿la IA mejorará nuestra condición humana o la subvertirá?

La aplicación de la inteligencia artificial puede modificar nuestra comprensión de lo que significa ser humano

Como bien señalaba McLuhan, la tecnología es una extensión del alcance del ser humano. Pero esta extensión, ¿se da para sumar capacidad a una subyacente habilidad del ser humano o más bien como prótesis que aumenta pero que a la vez amputa y reemplaza la capacidad racional del mismo?

El ser humano posee una habilidad racional inmanente, pero ¿no estamos traspasando la capacidad de reflexión y decisión a una inteligencia sintética privándonos con ello de la responsabilidad que conlleva ser precisamente un ser racional que se hace cargo de sus actos?

La ubicuidad de la tecnología y la omnisciente IA nos debería interpelar acerca del alcance que dejaremos que tenga. También es cierto que gran parte de su éxito se debe a que viene a traer algo de orden a un mundo en donde los datos se han multiplicado exponencialmente y se necesitaba algo (¿en un futuro alguien?) que ‘mastique’ y nos ofrezca datos relevantes ya ‘predigeridos’ evitándonos el arduo proceso de clasificación y sanitización de los datos.

Aunque obnubilados por los actuales y futuros grandes beneficios que se puedan obtener de aplicar la IA a los procesos productivos y a toda actividad humana, debemos correr el velo para ver más allá de las bondades que los gurús tecnológicos nos muestran o nos dejan ver. La IA no solo mejora la técnica, sino que cuestiones que antes estaban circunscritas al ámbito humano podrán ser desarrolladas por inteligencias sintéticas. Cabe plantearse entonces si no es necesario interpelar a la IA ontológica y epistemológicamente, considerando no solo las consecuencias prácticas de su implementación, sino también su impacto en nuestra comprensión misma de lo que significa ser humano.

Tenemos que reflexionar sobre ese desafío

Es crucial un enfoque crítico y reflexivo que vaya más allá de las consideraciones técnicas y económicas, y que aborde las dimensiones filosóficas y éticas de la adopción de la IA en nuestra sociedad.

La Unión Europea ha dado un primer paso con la Ley de IA, ¿pero resultará suficiente? A la vista de la velocidad con la que se está desarrollando, no tardaremos en averiguarlo.

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